Matones en el pa¨ªs de la malaria
Quiero comentar dos textos aparecidos en EL PA?S el lunes 19 de enero sobre la crisis ecuatoriana. Me refiero al art¨ªculo de Mart¨ªn Prieto y a la manera c¨®mo el diario da cuenta -mencion¨¢ndola en primera p¨¢gina y dedic¨¢ndole una columna en la tercera- de la felicitaci¨®n de Stroessner a su "dilecto y buen amigo" Febres Cordero por el desenlace del suceso.Esta informaci¨®n establece, queri¨¦ndolo o no, una simbiosis subliminal entre el dictador paraguayo y "el mejor amigo de Ronald Reagan" (como titula su semblanza Mart¨ªn Prieto), que no tiene fundamento. El paraguayo es un dictador que se mantiene en el poder por las armas y el fraude, y el ecuatoriano, un jefe de Estado elegido en comicios leg¨ªtimos. M¨¢s significativa que aquella misiva oportunista de Stroessner fue, sin duda, la movilizaci¨®n instant¨¢nea en favor del mandatario ecuatoriano de sus verdaderos colegas, los presidentes Garc¨ªa, del Per¨²; Barco, de Colombia; Lusinchi, de Venezuela; y Paz Estensoro, de Bolivia, quienes se apresuraron a condenar la asonada y a declarar su solidaridad con Febres Cordero y sobre la que no le¨ª una palabra en el diario.
El art¨ªculo de Mart¨ªn Prieto es una risue?a descripci¨®n del "duelo de caracteres machos, la pelea de g¨®nadas contra g¨®nadas, entre Febres Cordero y Vargas" que tiene como escenario un pa¨ªs reci¨¦n escapado de las p¨¢ginas de una novela de Graham Greene, en el que los corresponsales extranjeros tiemblan y sudan "bajo la fracci¨®n asesina de la malaria: la fiebre amarilla" y donde los distra¨ªdos peri¨®dicos s¨®lo ahora anuncian que "Cristo ha resucitado".
Es un texto divertido pero la oportunidad de esta caricatura me parece discutible. Lo ocurrido en Ecuador tiene ribetes grotestos, claro est¨¢, como los tuvieron, por ejemplo, los sucesos del 23 de febrero en Espa?a. Pero si la visi¨®n period¨ªstica se concentra en lo pintoresco, el problema de fondo queda escamoteado. Reducir el semimot¨ªn ecuatoriano a poco menos que un pulso entre el "muy macho general Vargas" y el "menos macho Febres Cordero" es lo que resulta, m¨¢s bien, risible.
Que unos se?ores con uniformes y pistolas humillen a la autoridad civil -profiriendo, adem¨¢s, las palabrotas del caso-, como lo hicieron en Espa?a en las Cortes en aquella ocasi¨®n o como acaba de ocurrir en la base a¨¦rea de Taura, significa que las democracias j¨®venes son tambi¨¦n fr¨¢giles y que est¨¢n expuestas a toda clase de ataques y sabotajes. Y revela que, aunque haya una democracia pol¨ªtica -elecciones, libertad de Prensa, poderes independientes-, las instituciones y los individuos carecen todav¨ªa de los h¨¢bitos y la experiencia de la legalidad y que los reflejos tradicionales de arbitrar¨ªedad y prepotencia pueden en cualquier momento aflorar. Los espa?oles lo saben muy bien, pues, aunque ahora, por fortuna, la institucionalidad parece haber arraigado, hasta ayer no m¨¢s la situaci¨®n que vive el Ecuador -y, en potencia, todos los reg¨ªmenes civiles de Am¨¦rica latina- la viv¨ªa la Pen¨ªnsula. Es por eso prematuro, tal vez, rnirar aquello con lentes valle¨ªnclanescos, como un exotismo incontagiable.
Pero quiz¨¢ sea m¨¢s grave ridiculizar la pol¨ªtica de Febres Cordero de la forma que lo hace la semblanza: como la de un "incendiario" liberal que "desarm¨® arancelariamente al pa¨ªs" y "ha gobernado para hacer m¨¢s ricos a los ricos". Quisiera recordar que las medidas "liberales" del Gobierno de Febres Cordero en lo que se refiere a la repatriaci¨®n de capitales, tasas a la importaci¨®n, productos subvencionados y atracci¨®n de inversiones son muy semejantes a las que ha impulsado el actual Gobierno socialista en Espa?a, o a las que promovi¨® el Gobierno socialista franc¨¦s durante Fablus, que han merecido a menudo la aprobaci¨®n de EL PA?S. ?En virtud de qu¨¦ raz¨®n lo que parece una pol¨ªtica saludable y sensata para Espa?a y Francia -estimular la inversi¨®n y dejar funcionar el mercado sin excesivas interferencias- ser¨ªa, cuando se trata de Ecuador, inadimisible y rid¨ªcula, los desafueros de un mat¨®n millonario fascinado por Ias grandes transnacionales?".
No defiendo a rajatabla el r¨¦gimen de Febres Cordero ni mucho menos. Todo indica que se trata de una persona poco flexible, que ha cometido graves errores y cuya gesti¨®n se ha visto afeada, parece, por casos de corrupci¨®n. Todo ello debe ser criticado con la m¨¢xima severidad. Pero la caricatura, sobre todo aquella que no dice su nombre y asume la apariencia de una descripci¨®n objetiva de la realidad, no es el g¨¦nero de cr¨ªtica que uno espera encontrar en la pluma de un per¨ªodista de un diario con el prestigio de EL PA?S.
Que reg¨ªmenes detestables como el de Pinochet o el de los generales argentinos intentaran algunas medidas de liberalismo econ¨®mico y que fracasaran estrepitosamente no significa, por cierto, que aquellas medidas sean cong¨¦nitas -s¨ªntoma y causa- de las dictaduras, sino m¨¢s bien que la libertad es indivisible y que, sin la cauci¨®n y el complemento de la libertad pol¨ªtica, la libertad econ¨®mica es un fraude. Pero tambi¨¦n el reverso de esta f¨®rmula es cierto: que sin libertad econ¨®mica toda libertad pol¨ªtica est¨¢ siempre recortada.
En el contexto del subdesarrollo latino americano tratar de abrir mercados, garantizar una genuina competencia, desmantelar el sistema de corrupci¨®n, de favoritismo y de ineficiencia que suele caracterizar la gesti¨®n de la empresa p¨²blica, no es trabajar para los ricos, sino exactamente lo contrario: obrar en favor de las v¨ªctimas. Es intentar devolver la iniciativa y la responsabilidad de la creaci¨®n de la riqueza a esas mayor¨ªas a quienes el r¨¦gimen mercantilista imperante mantiene en una suerte de apartheid econ¨®mico.
Nuestro problema, por el momento, no son las transnacionales , que prefieren invertir en Espa?a o Francia que en Am¨¦rica Latina, sino el Estado. En un libro reciente, resultado de varios a?os de investigaci¨®n sobre la econom¨ªa marginal en el Per¨² y cuyas conclusiones valen para casi toda Am¨¦rica Latina -El otro sendero-, Hernando de Soto demuestra que el Estado es uno de los peores responsables de la explotaci¨®n y la discriminaci¨®n en nuestras tierras. Erite omn¨ªmodo que ha hecho de la "legalidad" una prebenda, ha crecido de manera elenfanti¨¢sica, frenando las energ¨ªas de la naci¨®n y condenando a las masas humildes a vegetar o a escoger el camino de la "inf¨®rmalidad".
En pa¨ªses como el Ecuador, cuanto se haga por reducir a proporciones razonables la infinita burocracia estatal, las empresas nacionalizadas que viven del subsidio y el sistema de monopolios industriales y comerciales, es dar los pasos indispensables para salir alg¨²n d¨ªa del subdesarrollo. Con todos los; traspi¨¦s pol¨ªticos y las intemperancias personales que Febres Cordero haya cometido, hay que reconocerle a su Gobierno, al menos, eso: haber identificado al verdadero enemigo de nuestro atraso y tratado de combatirlo.
Que haya reg¨ªmenes democr¨¢ticos en Am¨¦rica Latina que intenten luchar contra el subdesarrollo, completando la reci¨¦n adquirida libertad pol¨ªtica con una genuina econom¨ªa de mercado, como lo est¨¢ haciendo Espa?a en estos momentos, es algo que no entiendo por qu¨¦ deba ser someramente recusado, mediante burlas de tira c¨®mica.
Mejor dicho, s¨ª lo entiendo. Es por la misma raz¨®n que en Londres, en Par¨ªs y en muchas ciudades de Occidente, las cosas de Am¨¦rica Latina, cuando son observadas desde aqu¨ª -como cuando nos miramos en un espejo deformante- se vuelver, versiones churriguerescas de s¨ª mismas. Pero en el caso de Espa?a, un pa¨ªs que est¨¢ tan cerca de nosotros no s¨®lo por la lengua y la historia, sino tambi¨¦n por la ¨ªndole de sus problemas, no acepto semejante trastorno de perspectiva y acomodaci¨®n de valores.
Las cosas son las mismas, aqu¨ª y all¨¢. Las dificultades de la lucha por la democracia, por ejemplo, lo son. Es una lucha que acaba de sufrir un grav¨ªsimo rev¨¦s en el Ecuador, como estuvo a punto de sufrirlo el 23 de febrero, en Espa?a. No hay motivo para la chacota. Tratemos, m¨¢s bien, de entender y alarm¨¦monos juntos. Esa lucha no es la de ellos, all¨¢, los matones en el pa¨ªs de la malaria. Es tambi¨¦n la lucha de ustedes, la nuestra.
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