Golpe a la libertad de prensa
EL VERGONZOSO espect¨¢culo de los agentes de la Special Branch (Rama Especial) de Scotland Yard, la polic¨ªa brit¨¢nica, ocupando el local del prestigioso semanario londinense New Statesman, y removiendo de arriba abajo sus archivos durante dos d¨ªas, est¨¢ cargado de un triste simbolismo.
El New Statesman ha sido durante muchas d¨¦cadas exponente de un pensamiento liberal de izquierda, beligerante contra las dictaduras y todos los abusos del poder, con una independencia reconocida incluso por sus adversarios.. La pesquisa realizada en su sede por la polic¨ªa y los servicios secretos es algo que nunca hab¨ªa ocurrido en Gran Breta?a. Al mismo tiempo, el domicilio personal de un periodista del New Statesman, Duncan Campibell, ha sido objeto de id¨¦ntico trato por la citada Special Branch. Aunque hechas con mandato judicial, estas sucesivas operaciones violan la libertad de prensa y cuestionan una larga tradici¨®n de respeto a este principio de derecho fundamental.
?Cual es la causa de que el Gobierno de la se?ora Thatcher haya recurrido a tales procedimientos?, La versi¨®n oficial es la de que se quiere descubrir la fuente de una noticia peligrosa para la seguridad nacional. El New Stalesman public¨® un art¨ªculo de Duncan Campbell denunciando que el Gobierno de Margaret Thatcher hab¨ªa enga?ado al Parlamento para obtener un cr¨¦dito de 500 millones de libras (cerca de 100.000 millones de pesetas) para el proyecto Zircon, nombre que designa el lanzamiento en 1988 de un sat¨¦lite de espionaje.
Un reportaje de Campbell sobre el mismo tema fue censurado en la BBC por presi¨®n gubernamental, y cuando un grupo de diputados laboristas quiso ver la grabaci¨®n, el speaker de la C¨¢mara prohibi¨® que ello se realizase en el recinto de Westminster. Se han sucedido as¨ª las medidas, impuestas por el Gobierno de modo m¨¢s o menos directo, para silenciar datos sobre el empleo de una suma elevad¨ªsima de fondos p¨²blicos que deber¨ªa haber sido sometida a control parlamentario.
No es convincente, en este caso, el argumento de que est¨¢ en juego la protecci¨®n de secretos decisivos para la seguridad brit¨¢nica. De hecho, la noticia estaba ya en la calle cuando la polic¨ªa se lanz¨® a sus pesquisas en un local de prensa y en el domicilio de un periodista. La versi¨®n que han facilitado el director y redactores del New Statesman es que las acciones policiacas de que han sido v¨ªctimas tienen como objetivo, no defender la seguridad nacional, sino impedir que los ciudadanos y el Parlamento conozcan el m¨¦todo que ha empleado el Gobierno para conseguir la aprobaci¨®n de un cr¨¦dito muy cuantioso; m¨¦todo incorrecto por no haber cumplido la obligaci¨®n de informar a la comisi¨®n parlamentaria correspondiente, vulnerando as¨ª los compromisos establecidos sobre la forma de tratar las asignaciones destinadas a los fondos reservados.
Ante la opini¨®n p¨²blica brit¨¢nica, sensibilizada por los varios casos de esp¨ªas infiltrados en las altas esferas del poder, el argumento de la seguridad suele ser eficaz. A diferencia de otros diputados laboristas que han adoptado una actitud firme y digna en defensa de la libertad de informaci¨®n, el l¨ªder de la oposici¨®n, Neil Kinnock, se ha mostrado sumamente cauteloso. Cautela en la que influye, sin duda, el especial momento pol¨ªtico que vive el Reino Unido, particularmente inquieto por la espera del momento en que la primera ministra Margaret Thatcher tome la decisi¨®n de convocar elecciones generales.La probabilidad de una pr¨®xima campa?a electoral, que ser¨¢ muy enconada desde sus inicios, empuja al Gobierno a utilizar al m¨¢ximo el argumento de la .seguridad nacional" para ahogar un esc¨¢ndalo que podr¨ªa causarle bastante da?o. Y Neil Kinnock, a su vez, no parece atreverse a atacar, al Gobierno temiendo dar un paso en falso en algo relacionado con la seguridad.
Con demasiada frecuencia, el Gobierno Thatcher ha recurrido a la invocaci¨®n de la seguridad nacional para coart ' ar la libertad de informaci¨®n. Por este procedimiento intent¨® impedir, incluso en Irlanda y Australia, la publicaci¨®n de memorias de antiguos agentes secretos. Pero, con todo, son mucho m¨¢s graves las ¨²ltimas operaciones de la polic¨ªa contra el New Statesman, directamente atentatorias contra una libertad de informaci¨®n que hist¨®ricamente ha sido respetada en el Reino Unido.
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