De lo bonito a lo cursi
En su tiempo, y de esto hace ya m¨¢s de 20 a?os, esta famosa pel¨ªcula -que lleg¨® a alcanzar una enorme popularidad en Europa, e incluso en los cerrad¨ªsimos mercados norteamericanos-, como casi todo el resto de la obra de su autor, fue considerada como un ave rara en la accidentada vida y los dudosos milagros de la llamada nouvelle vague del cine franc¨¦s. Sin embargo, vista desde ahora, esa rareza se modera y la distancia de dos d¨¦cadas permite apreciar este curioso filme sin tanta interferencia de la originalidad por la originalidad como lo contemplamos entonces.En realidad, Los paraguas de Cherburgo no es el filme sorprendente e incluso ins¨®lito que entonces pareci¨®, sino una prolongaci¨®n natural y completamente expl¨ªcita de algunas constantes subterr¨¢neas de la obra de los cineastas m¨¢s representativos de este movimiento de renovaci¨®n formal del cine europeo.
Los paraguas de Cherburgo
Direcci¨®n y gui¨®n: Jacques Demy. Fotograf¨ªa: Jean Rabier. M¨²sica: Michel Legrand. Producci¨®n francesa. A?o 1964. Int¨¦rpretes: Catherine Deneuve, Nino CasteInuisivo, Anne Vernon, Ellen Farner, Mare Michel. Versi¨®n original francesa, subtitulada. Reposici¨®n en Madrid: cine Picasso.
La parte irreemplazable de Los paraguas de Cherburgo puede determinarse como sigue: lo que era posible, e incluso f¨¢cil, entrever, en algunas obras de Jean-Luc Godard, sus compa?eros y sus disc¨ªpulos, en Jacques Demy estaba osadamente no entrevista, sino vista, en un audaz y desinhibido primer t¨¦rmino: la deuda no disimulada, abierta y transparente de la nouvelle vague a algunas de las cristalizaciones formales de los g¨¦neros m¨¢s caracter¨ªsticos de las tradiciones del cine norteamericano cl¨¢sico.
En este caso -como en otros cineastas franceses lo fue el cine negro o la comedia- se trata la asunci¨®n por Demy, con una muy estricta adecuaci¨®n a la sensibilidad de su pa¨ªs y su tiempo, del g¨¦nero musical de Hollywood. La condici¨®n directamente deudora de este filme hay que juzgarla, l¨®gicamente, considerando a esta su deuda pasada por el filtro de una sensibilidad ambiental mezclada sin disimulo con gotas de ranciedad y de provincianismo franc¨¦s, de tal manera que Derny funde la peculiar iconograf¨ªa m¨¢s universal del lenguaje del musical norteamericano con los giros costumbristas del m¨¢s casero cine franc¨¦s, incluido el remilgado, abundante all¨ª.
El resultado es ciertamente agradable, si se quiere algo blando y tontorr¨®n, pero siempre brillante, y a veces incluso muy brillante. Pero, qu¨¦ reme dio, se trata de la brillantez averiada de lo que es inevita blemente mim¨¦tico y superfi cial, en ocasiones con esa su perficialidad que conllevan la piel y los tonos de la demas¨ªa, la exageraci¨®n y la artificiosidad considerados como c¨¢lculos estil¨ªsticos, el llamado efectismo, enfermedad muy com¨²n en el cine. Y todo ello tocado con un barniz de ese tipo de ingenua belleza menor que llamamos lo bonito, que es capturado por Demy incluso en sus variantes m¨¢s endebles, como la de lo cursi.
Sin su capacidad de sorpresa inicial -se trata de una pel¨ªcula cuyos di¨¢logos est¨¢n cantados coloquialmente desde la primera a la ¨²ltima secuencia-, es muy probable que Los paraguas de Cherburgo no hubiera alcanzado las connotaciones m¨ªticas que en su tiempo, y por encima de su rareza, lleg¨® a escalar.
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