Bu?uel, Lorca, Dal¨ª, tres exc¨¦ntricos centrales
La segunda cadena de la televisi¨®n brit¨¢nica, BBC-2, ha dedicado tres programas de una hora y media cada uno a tres figuras estelares del arte espa?ol contempor¨¢neo, Salvador Dal¨ª, Luis Bu?uel y Federico Garc¨ªa Lorca. La cadena brit¨¢nica no ha escatimado esfuerzos para presentar una visi¨®n particularmente rica en testimonios y contrastes.Mirando los programas, record¨¦ que poco antes de su muerte, en 1966, Andr¨¦ Breton, el animador del movimiento superrealista, le dijo a Luis Bu?uel: "Querido amigo: Ya nadie se escandaliza de nadie". D¨ªas m¨¢s tarde, Bu?uel me cont¨® esta an¨¦cdota en Par¨ªs. La record¨¦ ahora porque los tres espa?oles fueron, en su momento, hijos del esc¨¢ndalo aunque s¨®lo Dal¨ª persisti¨®, con un sarcasmo c¨ªnico, en pretender que el artista pod¨ªa escandalizar a¨²n a la sociedad.
Rebanando ojos
Bu?uel, ex estudiante jesuita, se abri¨® paso hacia las pantallas del mundo rebanando ojos con navajas y arrojando dinamita, como dijo de ¨¦l, Henry Miller.
Fue recompensado en especie por las bandas paramilitares fascistas que arrojaron tinteros contra la pantalla durante la exhibici¨®n de La Edad de Oro en el cine de las ursulinas de Par¨ªs. El esc¨¢ndalo de Lorca fue m¨¢s tranquilo: una mujer vestida de negro da fervorosas gracias de que su hija muri¨® sin perder la virginidad.
Se detuvieron. O fueron detenidos. Un artista es tan grande como los obst¨¢culos que es incapaz de superar. Lorca, que hab¨ªa hecho poes¨ªa y teatro de su vida, fue detenido por el esc¨¢ndalo m¨¢s grande de todos, la muerte, un 19 de agosto de 1936, en Granada: acompa?ado de un maestro de escuela, dos novilleros y un par de ladrones, fue ejecutado por los sanguinarios hermanos de los mismos que arrojaron los tinteros contra Bu?uel.
A Bu?uel lo detuvo la historia, incluyendo la historia que asesin¨® a su amigo Garc¨ªa Lorca. Ya no era posible seguir las instrucciones de Breton para el perfecto acto superrealista -salir a la calle y disparar indiscriminadamente contra la multitud cuando era esto lo que hac¨ªan, realmente, Hitler y Stalin. Ning¨²n esc¨¢ndalo est¨¦tico pod¨ªa superar el esc¨¢ndalo hist¨®rico de Auschwitz y el Gulag. La grandeza de Bu?uel consisti¨® en ir m¨¢s all¨¢ del esc¨¢ndalo superrealista hac¨ªa el esc¨¢ndalo de la historia: somos los autores de la historia, pero tambi¨¦n sus v¨ªctimas.
Las maravillosas im¨¢genes de Los olvidados -el sue?o de los ni?os de las barriadas de M¨¦xico, la corrupci¨®n de la pobrezay de El discreto encanto de la burgues¨ªa -las pesadillas de la cocina francesa, la necesidad de la riqueza-, de Robinson Crusoe -un hombre solitario en una isla debe decidir si el aborigen que lo acompa?a ser¨¢ su amigo o su esclavo- y de El ¨¢ngel exterminador -el terrible temor, tan actual como eterno, de vivir capturados dentro o desamparados fuera- forman un cuerpo incomparable de comentario cr¨ªtico en el cine.
Son, asimismo, una de las m¨¢s espl¨¦ndidas declaraciones acerca de la amplitud y el l¨ªmite de la libertad conseguible mediante el arte.
El superrealismo inund¨® nuestro tiempo con im¨¢genes que hab¨ªamos olvidado, so?ado o descubierto apenas gracias a un nuevo mundo de velocidad f¨ªsica y confort material. Dal¨ª, cuyos escritos sobre la paranoia cr¨ªtica y pinturas de relojes derretidos se convirtieron en parte del canon est¨¦tico de nuestro tiempo, se convirti¨® ¨¦l mismo en el principal proveedor de un superrealismo del decorado, la publicidad y el comercio. Los escandalosos descubrimientos de los a?os veinte son hoy parte de nuestra vida cotidiana: anuncios de televisi¨®n, dise?os industriales, t¨¦cnicas de edici¨®n cinematogr¨¢fica, aparadores de la Quinta Avenida. Garc¨ªa Lorca no tuvo tiempo de entrar a la sociedad de consumidores. Su muerte sucedi¨® contra el muro gris de la Andaluc¨ªa rural.
Luis Bu?uel entr¨® al mundo del consumo para decirnos que no era el mejor de los mundos posibles. Dal¨ª, Pangloss perverso, promovi¨® este mundo y, desde luego, su propio sitio en ¨¦l, cosechando sus recompensas, moldeando (y modelando) un universo de celebridad y entretenimiento que se ha convertido en la sombra luminosa de nuestra muerte. El homenaje de Dal¨ª al esc¨¢ndalo consisti¨® en convertirse en todo lo que denunci¨® de joven: justificador de Franco y de la religi¨®n, monarquista, marqu¨¦s, pecho condecorado. Quiz¨¢ fue el m¨¢s valiente de los tres: cortej¨® al diablo. O s¨®lo fue el buf¨®n del fuego.
Los tres hombres fueron amigos y compa?eros tempranos. Uno muri¨® joven; los otros vivieron hasta su octava d¨¦cada. Est¨¢n vivos para un p¨²blico mundial. Pero su originalidad, como su amistad juvenil, est¨¢ profundamente enraizada en Espa?a.
En Espa?a encontraron los tres las im¨¢genes latentes, los significados universales que el mundo moderno hab¨ªa olvidado. Son inseparables de la tradici¨®n de la picaresca de Cervantes y Vel¨¢zquez; del otro escandaloso, Quevedo, y del m¨ªstico san Juan, y sobre todo de la luz popular y de la amarga oscuridad de Goya. No eran portadores de ilusiones, aunque s¨ª de esperanza: ¨¦sta fue su paradoja. O, como dijo Kafka, otro exc¨¦ntrico europeo demasiado central: "Habr¨¢ mucha esperanza, pero no para nosotros". Dal¨ª, Lorca y Bu?uel, de todas maneras, significan que Espa?a, la antigua finis terrae de Europa, acab¨® por convertir su excentricidad en centralidad del siglo XX.
c) Carlos Fuentes.
Babelia
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