Kinnock acusa, a Thatcher de corromper la ley y el orden
El l¨ªder de la oposici¨®n laborista, Neil Kinnock, hipnotizado por el fantasma de una posible violaci¨®n de la seguridad nacional, acus¨® ayer a la primera ministra brit¨¢nica, Margaret Thatcher, de "terminar con el imperio de la ley y con el prestigio de la polic¨ªa", por las recientes acciones de Scotland Yard contra el semanario New Statesman y la central de la BBC en Escocia. Pero tanto Kinnock como el responsable laborista para temas de pol¨ªtica interior, Gerald Kaufinan, dejaron pasar la ocasi¨®n sin agarrar el verdadero toro por los cuernos: la reforma de la ley de Secretos Oficiales, vigente desde 1911.
"La primera ministra", dijo Kinnock en el tiempo de preguntas que los diputados de la C¨¢mara de los Comunes dirigen al jefe del Ejecutivo, "utiliza la seguridad nacional para tapar su propia incompetencia, con el resultado de que est¨¢ terminando con el imperio de la ley y el prestigio de la polic¨ªa".Por su parte, la se?ora Thatcher pregunt¨® al l¨ªder de la oposici¨®n, despu¨¦s de acusarle de "gritar hist¨¦ricamente", por qu¨¦ "una vez m¨¢s se dedicaba a atacar a la polic¨ªa en lugar de pedir que se investigara una filtraci¨®n que afectaba a la seguridad nacional".
La primera ministra neg¨® rotundamente que el Gobierno hubiera dado ¨®rdenes a la polic¨ªa para que llevara a cabo registros en la revista New Statesman y en la sede de la BBC en Escocia, as¨ª como en el domicilio del periodista Duncan Campbell, autor de un art¨ªculo y de un programa de televisi¨®n sobre la construcci¨®n de un sat¨¦lite secreto de comunicaciones.
Agentes de la Special Branch (brigada especial) de Scofiand Yard se personaron con un mandato judicial en la sede de la BBC en Glasgow el pasado s¨¢bado y se incautaron de una gran cantidad material escrito y filmado.
"La polic¨ªa solicita de los tribunales los mandatos judiciales, y ¨¦stos deciden sobre su procedencia. El d¨ªa que esto no ocurra as¨ª ser¨¢ el fin de la democracia", dijo Thatcher.
Los argumentos esbozados por la primera ministra y el, l¨ªder de la oposici¨®n constituyeron la base del debate que sigui¨® a continuaci¨®n, protagonizado principalmente por Kaufman, ministro del Interior en la sombra, y el secretario del Interior, Douglas Hurd. Kaufinan afirm¨® que nadie dudaba de la "necesidad de proteger la seguridad nacional", pero que hab¨ªan pasado varios meses desde que el Gobierno tuvo conocimiento de la existencia del programa de la BBC sobre el sat¨¦lite esp¨ªa y no se hab¨ªa tomado ninguna medida hasta hac¨ªa dos semanas.
El portavoz laborista ironiz¨® sobre el hecho de que, entre el material incautado por la polic¨ªa en Glasgow, figuraba una copia del discurso de apertura del Parlamento pronunciado por la Reina.
En su contestaci¨®n, Hurd reafirm¨® que ninguno de los ministros "hab¨ªa pretendido influir en la polic¨ªa o dirigir la investigaci¨®n", y pregunt¨® a la oposici¨®n si lo que pretend¨ªa era "que no se'hubiese abierto una investigaci¨®n" o si, por el contrario, atacaban al Gobierno "por haberla iniciado demasiado tarde".
El meollo de la cuesti¨®n que los laboristas, prisioneros de sus contradicciones, no quisieron incluir en el debate fue planteado de cara por el l¨ªder socialdem¨®crata, doctor David Owen. "La protecci¨®n del c¨ªudadano individual", dijo, "es inadecuada, y la secci¨®n segunda de la ley de Secretos Oficiales, que data de 1911, debe ser abolida", dijo. Es el quid de la cuesti¨®n.
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