Un crisantemo para la izquierda
La elecci¨®n para el cargo de presidente del Parlamento Europeo del thatcheriano sir Henry Plumb es el resultado de un pacto de acero -respetado con disciplina estalinista por parte de la Democracia Cristiana italiana y europea, de la derecha de Le Pen en Francia, y por la de Almirante en Italia- con los conservadores brit¨¢nicos, al que ha acabado someti¨¦ndose tambi¨¦n el Partido Liberal Italiano (PLI), una parte del Partido Republicano Italiano (PRI) y otros grupos de la derecha europea y del centro.Iniciativa federalista
A este resultado contribuyeron socialdem¨®cratas, socialistas y comunistas, los cuales, hasta el final, testarudamente, en contra de toda l¨®gica pol¨ªtica y de los n¨²meros, desearon un choque entre derecha e izquierda, neg¨¢ndose a aceptar esa iniciativa federalista nuestra que ya hab¨ªa herido profundamente a la candidatura de derechas, gracias a la aportaci¨®n de los laicos italianos y europeos, y ello pese a la atenci¨®n positiva de Claudio Martelli y de Lionel Jospin, y el ¨¦xito inesperado de los 61 votos para mi candidatura, en la primera vuelta. El emblema de estas izquierdas no es ni la rosa ni el clavel. Es el crisantemo. S¨®lo se unen en los funerales, que ellas mismas provocan, y ello -Cuando no reniegan unas de otras.
Habr¨ªan bastado, otros tres diputados democristianos o laicos, al final, para que fuese elegido el menos antifederalista de los candidatos, para derrotar al de la Europa del statu quo y de la impotencia anarcoide, de la putrefacci¨®n y del inmovilismo.
Al menos 20 diputados de derechas y de centro siguieron, esta indicaci¨®n nuestra, al comprender que la elecci¨®n del socialista espa?ol Enrique Bar¨®n, candidato de una izquierda que les hab¨ªa hecho morder el polvo porque hab¨ªa permanecido a ras del suelo, habr¨ªa sido por ello una victoria nuestra, de los europe¨ªstas-federalistas coherentes y honrados. Honrados con esa honradez que nos hab¨ªa llevado a nosotros, radicales anticlericales y antiavellineses, a apoyar oficialmente la candidatura del democristiano Pflimlin o de la liberal Simone Veil, del ¨¢rea giscardiana. Por desgracia, esos 20 colegas no han sido suficientes, por un pelo y por falta de firmeza de otros...
Este acontecimiento es el espejo de lo que sucede en Roma y en Bruselas, con los Gobiernos Craxi-Andreotti-Spadolini, y con Delors. Ya s¨¦ que Craxi recibi¨® como ten¨ªa que ser al presidente Delors el otro d¨ªa, record¨¢ndole que la Comisi¨®n de Bruselas se halla retrasada incluso respecto de las indicaciones de las cumbres de los jefes de Estado y de Gobierno, sede de renacionalizaci¨®n de la Comunidad; s¨¦ tambi¨¦n que en Bruselas algunos comisarios (ministros) que rodean a Carlo Ripa di Meana tratan de modificar esta pol¨ªtica. Pero eso no quita para que en Roma y en Bruselas todo se est¨¦ desmoronando.
Continuaremos la lucha en el Parlamento, con la actitud dura de esos diputados que quisieron, permitieron y sostuvieron mi candidatura federalista (la falta, ay, de otras!) y su ¨¦xito. Pero es urgente que en vez de las internacionales de los partidos se cree inmediatamente un partido internacional que luche, a la manera de Gandhi, desde abajo y no s¨®lo desde las instituciones, con el fin de unificar Europa, del mismo modo que se unific¨® la India. El congreso del Partido Radical, que se celebrar¨¢ en Roma el 26 de febrero, deber¨¢ tener esta ta rea primordial, siempre que sepa acentuar su car¨¢cter de segundo partido, que ve lejos y que sabe luchar cerca del coraz¨®n de la gente y de la necesidad de la historia, tal como hicieron durante medio siglo Colorni, Rossi y Soinelli.
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