Ganga vestida de oro
Peggy Sue se cas¨® es un competent¨ªsimo trabajo de realizaci¨®n llevado a cabo por un cineasta nada com¨²n sobre un asunto muy com¨²n. Un rompedor de convenciones como es Coppola se cobija aqu¨ª, sin romperla, en una convenci¨®n. Un apasionado explorador de fondos hace descansar esa su pasi¨®n en la comodidad de una superficie. El resultado tiene la doblez de las construcciones de cristal: la brillantez encubre la fragilidad, lo que invierte la vieja ecuaci¨®n de que la ganga disfraza la evidencia del oro y, hace que en Peggy Sue sea el oro el que disimule la ganga.La pel¨ªcula es una derivaci¨®n, en ese tono sentimental sugerido ahora por las nuevas prospecciones en el cambio de los gustos ambientales, de la reciente y muy, taquillera Regreso al futuro. Sin trepidaci¨®n, sin trucos, con armas menos divertidas pero m¨¢s nobles Coppola toma el modelo y lo vuelve del rev¨¦s. En su viaje hacia atr¨¢s en busca de la espalda de nuestro tiempo, Coppola convierte el acuerdo con el pasado en una forma el¨ªptica de expresar sutilmente un desacuerdo con el presente. Es ¨¦sta su gota de pesimismo den ro de un juego de optimismo prefabricado, el deje ligeramente amargo de lo que est¨¢ pensado como caramelo, la m¨ªnima parte con riesgo de un c¨®modo filme y, en definitiva, el leve lado de esta epidermis en que este cineasta profundo profundiza.
Peggy Sue se cas¨®
Director: Francis F. Coppola. Gui¨®n: Jerry, Leightling y, Arlene Sarner. Fotogra1a: Jordan Cronen,,veth. M¨²sica: John Barry. Poducci¨®n norteamericana, 1986. Int¨¦rpretes: Kathleen Turner, Nicolas Cage, Barry, Miller, Catherine Hicks, Joan Alklen, Will Shriner, Kevin O'Connor, Jim Carey,, Lisa Llane Persky,, Barbara Harris, Don Murray, Maureen O'Sullivan, Leo Ames. Estreno en Madrid: cines Callao, Carlos III y (en versi¨®n original subtitulada) Rosales.
Una gran actriz
Pero las m¨¢s de las veces Coppola acepta que est¨¢ trabajando con c¨¢scaras y sobre ellas se queda, con s¨®lo algunas excepciones en la elaboraci¨®n de tipos y ambientes en los que su esmero y admirable precisi¨®n dan algo m¨¢s de s¨ª mismo. Por ejemplo, se percibe que Coppola ha barrido los obst¨¢culos que impiden el lucimiento de Kathleen Turner v consigue para ¨¦sta un escaparate de gran actriz.C¨®mo consigue que, dentro de una interpretaci¨®n homog¨¦nea, descollen algunos actores en algunas escenas en las que Coppola pone algo m¨¢s que su insuperable oficio: por ejemplo, en las escenas de Turner con el poeta beat y con sus abuelos, que se ven y se disfrutan con la sonrisa a flor de labios, pues derrochan encanto, amabilidad e incluso un tono sentimentaloide que por estar perfectamente medido no empalaga nunca.
En estos y otros instantes -entre otros las caricias de Turner, a la manera de Greta Garbo en Cristina de Suecia, sobre los objetos de su adolescencia- hay despuntes de cine mayor en un filme que busca con buenos recursos pero sin disimulo el rasero del estereotipo, de lo que se lleva, y que sortea h¨¢bilmente la abrupta senda de la contracorriente con una elegancia y, un saber hacer, eso s¨ª, envidiables, que hacen a veces de este cine ligero y preciosista un aut¨¦ntico cine denso y precioso.
La manos de los maestros tienen acusadas huellas propias, y hay cosas en Peggy, Sue que mientras se ven destapan la identidad de quien hay, detr¨¢s de la c¨¢mara haci¨¦ndolas. Por ejemplo, los tratamientos de espacios -el guateque inicial, el mundo familiar y de la escuela de Peggy, la escena de la logia- son magistrales, y la cadencia de agrias mansas por donde la blanda f¨¢bula discurre es siempre perfecta.
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