Errores amontonados sobre Ceuta y Melilla
En diciembre de 1985, cuando Dud¨² inici¨® sus actividades en Melilla, apoyado en la organizaci¨®n Terra Omnium, de evidente creaci¨®n profesoral pues su bagaje de lat¨ªn estudiado en los escolapios no daba para esta renta, pude escribir como remate de un art¨ªculo en Abc que en Melilla alguien estaba buscando desesperadamente un muerto para convertirlo en bandera de odios. No pretendo refregar por la cara de nadie el antip¨¢tico papel de vidente. Eso lo ve¨ªa cualquiera, menos quien lo ten¨ªa que ver.Ya consigui¨® su muerto. Ya lo puede enarbolar en una ciudad donde la convivencia era de absoluta cordialidad, donde las religiones conviv¨ªan fraternalmente y los rezos del almu¨¦dano trenzaban los aires con las campanas de las iglesias; ciudad de refugio para los que hu¨ªan de las m¨ªseras condiciones de vida de su pa¨ªs natal, donde el mismo Dud¨² hab¨ªa estudiado en un colegio religioso, de la mano de ni?os cristianos y jud¨ªos. Ya tiene su muerto. Le hubiera gustado m¨¢s una mora muerta por un legionario. Hubiera sido m¨¢s rentable para su dial¨¦ctica.
Indagar a estas alturas, cuando la macabra jugada est¨¢ encima del tapete, las razones hist¨®ricas resulta dif¨ªcil y amargo, porque a todos nos puede alcanzar alguna salpicadura.
Pero hay dos datos que nos pueden dar la clave. El primero pudiera definirse como el espejismo de una mala conciencia nacional, como si con estas ciudades estuvi¨¦ramos cometiendo un acto de expoliaci¨®n con Marruecos. Y, por eso, lo mejor es disimularlas, como un tapujo innoble. Es el complejo de Macbeth, lav¨¢ndose y restreg¨¢ndose las manos continuamente para limpiarse unas pretendidas manchas de sangre. Aparecen editoriales y reportajes con remilgos de sensatez, proclamando la urgente necesidad de una soluci¨®n para estas poblaciones, omitiendo subliminalmente el territorio. Hay una liberalidad hip¨®crita y una falsa equidad en el trato que disimulan un entreguismo. Quiz¨¢ se podr¨ªa conseguir desenterrar nuestros muertos, arrancar los viejos escudos, arriar nuestras banderas, desmantelar nuestros templos y enmudecer para siempre, despu¨¦s de siglos, las sonoras campanas, para esconder los vetustos restos de nuestra parafernalia en el rinc¨®n olvidado de alg¨²n museo.
Habr¨ªa que aclarar que aqu¨ª Macbeth no ha matado a nadie, que tiene las manos limpias y honradas. Que todo es producto de un doctrinarismo anticolonialista mal digerido y peor asimilado. Extremosos en todo, pretendemos sacudirnos de nuestras ropas las ¨²ltimas migajas de un pasado colonial, y hemos sacado a la vindicta p¨²blica estos territorios espa?oles, inscribiendo en los programas partidistas este anatema sin analizar la situaci¨®n y, lo que es peor, sin o¨ªrlos, violando con ello la presunci¨®n de inocencia constitucional. O sea, que pod¨ªan habernos calificado, por lo menos, como presuntas colonias. Pero ni eso.
Complejo de culpabilidad
Hay que desmontar ese falso complejo de culpabilidad. En pr¨®xima ocasi¨®n lo har¨¢ el articulista. Pero prima facie, con el peso de los tratados y de la legislaci¨®n internacional, tiene que hacer constar que en la relaci¨®n de colonias presentadas ante las Naciones Unidas al momento de la admisi¨®n espa?ola, figuraban ¨²nicamente Fernando Poo, Ifni, R¨ªo Muni y S¨¢hara, todas las cuales estaban descolonizadas al inicio de la transici¨®n.
Espa?a no se puede recibir nunca, cuando se tiene el honroso encargo de su Gobierno, a t¨ªtulo de inventario. Cualquier punto de ella se ha hecho con el esfuerzo de miles de generaciones. Buena o mala, hermosa o fea, rica o pobre, Espa?a es as¨ª.
No se puede llegar con prejuicios y t¨®picos, que est¨¢n pesando como losas en esta cuesti¨®n, prejuicios concebidos en el exilio o en la clandestinidad, en momentos en que todas las ideas parec¨ªan brillantes, pragm¨¢ticas y ejecutorias. Su defenestraci¨®n era signo de progresismo.
Todav¨ªa hoy cualquier argumento aportado en defensa de estas ciudades se asimila a sectores ultras o fascistoides, sin tener en cuenta el hecho obvio y vociferante que en Ceuta, pese al desv¨ªo gubernamental, ha sido el PSOE el vencedor de las dos ¨²ltimas elecciones y que tambi¨¦n ganaron las elecciones municipales y que en Melilla tambi¨¦n ganaron las primeras elecciones y que su Ayuntamiento tambi¨¦n es de este signo.
Desde que naci¨® Dud¨² a la vida p¨²blica, ninguna otra voz, salvo muy escasas excepciones, se ha o¨ªdo en la Prensa, en la radio o en la televisi¨®n. Estableci¨® un ucase, sin que se le haya opuesto ning¨²n posible debate. A trancas y barrancas, el Gobierno ha tenido que ir rectificando. Lo elev¨® a portavoz y l¨ªder de una minor¨ªa, sin establecer ning¨²n requisito de representatividad. Le otorg¨® cargo ministerial, incluso para todo el territorio nacional. Ahora lo tiene que soportar en el exilio voluntario. Mientras tanto, los diputados y senadores de Ceuta y Melilla, seis en total, no han sido convocados para defender las razones de estas ciudades, los fundamentos de su legitimidad y las sinrazones contrarias.
En diciembre pasado, esta asociaci¨®n celebr¨® aqu¨ª unas jornadas de estudio sobre Ceuta y Melilla, en las que se debatieron estos temas de inter¨¦s, y, salvo alguna excepci¨®n, no se consigui¨® eco alguno en los medios de comunicaci¨®n. Miento. La televisi¨®n nos ofreci¨® unos minutos en el informativo de las 7.30, que al d¨ªa siguiente, pareciendo un disparatado dispendio, nos cancel¨® amablemente. Hasta aqu¨ª el primer dato del complejo de culpabilidad. El segundo es la simplista tesis para solucionar el problema: la integraci¨®n. Parece el compendio de la sensatez y la cordura, como una manifestaci¨®n de pancarta ¨²nica, chaquetas y chilabas, caminando gozosos por la Terra Omnium.
Juntos pero no amontonados
Posiblemente no haya naci¨®n que haya tenido m¨¢s contactos a lo largo de su historia con el pueblo musulm¨¢n que el espa?ol y que, posiblemente, lo entienda menos. Y con ello no queremos cargar tintas negativas sobre el pueblo ¨¢rabe, admirable por muchas razones. Pero hemos convivido con ellos m¨¢s de 1.000 a?os y jam¨¢s nos hemos llegado a integrar, en el sentido de fusi¨®n, salvo casos muy aislados. Secularmente, hemos vivido juntos, pero no amontonados. En la Espa?a musulmana, los cristianos (moz¨¢rabes), viv¨ªan en sus arrabales y los jud¨ªos en sus aljamas. En terreno reconquistado, los ¨¢rabes (mud¨¦jares) y los jud¨ªos viv¨ªan tambi¨¦n en sus aljamas.
Los occidentales hemos reducido la religi¨®n a la categor¨ªa de dato cultural, pero para el musulm¨¢n sigue siendo el signo que marca su vida. La yihad es exactamente la guerra santa, que expide a los fieles al para¨ªso de las hur¨ªes, como hace cientos de a?os. No llegamos a comprender bien el fondo religioso de las inacabables guerras del Oriente Pr¨®ximo.
Es imposible buscar una integraci¨®n, en el sentido que tiene en el diccionario de la Real Academia: "Componer un todo con sus partes integrantes". Y adem¨¢s supone una acusaci¨®n impl¨ªcita contra los espa?oles que parece que hayan puesto un especial empe?o en mantener a estas minor¨ªas en esclavitud. Lo que s¨ª ha sido posible, y esperemos que siga si¨¦ndolo, es la f¨®rmula de la convivencia y la concordia, que es la que se ven¨ªa practicando en Ceuta y Melilla. Resulta incre¨ªble que se hagan estas acusaciones, cuando en la Pen¨ªnsula no se ha conseguido integrar al colectivo gitano, con el que adem¨¢s no existe el foso religioso.
Por otra parte, pudiera tener alg¨²n viso de verdad esta afirmaci¨®n, si el poder legislativo hubiera dictado alguna norma tendente a la integraci¨®n, cosa que no ha hecho, o estas normas se hubieran incumplido. El culpable en este caso ser¨ªa el legislativo, que no las ha promulgado, o las autoridades que no obligaron a su cumplimiento.
Rebuscando alg¨²n dato de discriminaci¨®n que pudiera fundamentar alguna actitud hostil se encuentra ¨²nicamente el falso fundamento de la no concesi¨®n de la nacionalidad espa?ola. Pero la nacionalidad no es un derecho que pudiera otorgar asambleariamente el pueblo de Melilla. Es un expediente judicial que otorga, en definitiva, el Ministerio de Justicia. Y para remate, como se trataba de una simple a?agaza, este movimiento pro nacionalidades ha sido cortado por el propio Marruecos que vela peligrar sus tesis anexionistas ante los foros internacionales si sus musulmanes de Ceuta y Melilla ten¨ªan como ¨²nica aspiraci¨®n la de hacerse espa?oles. Entonces, adi¨®s reivindicaci¨®n. Como si los espa?oles consigui¨¦ramos introducir en Gibraltar a un mont¨®n de espa?oles y su ¨²nica aspiraci¨®n fuera la de hacerse s¨²bditos brit¨¢nicos.
La discriminaci¨®n existente en Ceuta y Melilla es la misma que impera en todas las ciudades espa?olas y extranjeras: la discriminaci¨®n que marca la miseria. Los moros que son ricos viven bien; los que son pobres, mal. Ser¨ªa ocioso recordar que un general espa?ol de religi¨®n musulmana nacido en Melilla lleg¨® a ser capit¨¢n general de Galicia y de Canarias, para volverse, al final de su vida militar y sintiendo la voz de su sangre, a servir a su jefe espiritual y rey Mohamed V.
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