La ¨²ltima lecci¨®n
Era una tarde soleada de un s¨¢bado de este mes de febrero, El cronista hab¨ªa viajado hasta Lisboa para visitar al cantautor Jos¨¦ Afonso en el lecho, desde el que libraba una batalla ya decidida contra la muerte. Desde hace cinco a?os, la enfermedad le fue debilitando progresivamente, y, desde hac¨ªa uno, ya no se levantaba de la cama.Janita Salom¨¦, cantante portugu¨¦s que se inici¨® a la luz de Jos¨¦ Afonso acompa?¨¢ndole en sus ¨²ltimos a?os de actividad, nos acompa?aba a Azeitao, cerca de Set¨²bal y a cuarenta kil¨®metros de Lisboa, donde viv¨ªa el cantautor. "Yo estaba con ¨¦l la primera vez que se sinti¨® sin fuerzas para cantar", comentaba: "Est¨¢bamos en el escenario y me dijo en un aparte que no pod¨ªa cantar las canciones enteras, que me har¨ªa una se?al con el codo cuando ya no pudiera seguir para que yo terminara la canci¨®n. Al principio fue un declive lento, pero en el ¨²ltimo a?o se ha acelerado de manera extraordinaria".
La enfermedad que padec¨ªa Jos¨¦ Afonso -un nombre fundamental en la canci¨®n popular de todo el mundo, que se convirti¨®, a ra¨ªz de su canci¨®n Grandola vila morena, en un s¨ªmbolo de la revoluci¨®n portuguesa- es conocida como esclerosis lateral amiotr¨®fica, una dolencia que acaba indefectiblemente con el fallecimiento del paciente tras un proceso de unos cinco a?os de progresiva desaparici¨®n de las neuronas de la m¨¦dula espinal, lo que supone una lenta e irreversible paralizaci¨®n de los m¨²sculos.
Pese a ello, Jos¨¦ Afonso desarroll¨® una intensa labor creativa en todos estos a?os: edit¨® tres discos, en el ¨²ltimo de los cuales, aparecido hace un ano, ya no pudo cantar por encontrarse extremadamente debilitado, siendo sus canciones interpretadas por otros cantantes. M¨¢s de noventa temas musicales, m¨¢s o menos acabados, y numerosos poemas forman su producci¨®n medita de estos ¨²ltimos a?os, cuya grabaci¨®n en discos preparan los m¨²sicos Jos¨¦ Mario Branco y Julio Pereira, colaboradores de Jos¨¦ Afonso en diversos momentos de su carrera.
"En ning¨²n momento ha dejado de crear", indicaba Janita Salom¨¦. "Cuando est¨¢bamos haciendo su ¨²ltimo disco, hace algo m¨¢s de un a?o, ya no pod¨ªa cantar, apenas ten¨ªa voz, pero no dej¨® de controlar todo el proceso de! disco y de ir todos los d¨ªas a la grabaci¨®n. Un d¨ªa, mientras yo intentataba cantar una de las canciones, me dio unas indicaciones a trav¨¦s del micr¨®fono del estudio: 'Tienes que cantarlo', me dijo, 'como si estuvieras perdido en un desierto, solo y desnudo y fueras la memoria del hombre".
Postraci¨®n y derrota
Los retratos de Che Guevara y de C¨¦sar Augusto Sandino presid¨ªan la sala de la casa de Jos¨¦ Afonso. Hab¨ªa muchos libros en las paredes, m¨¢s que discos. Sobre una mesa, las ¨²ltimas grabaciones de Silvio Rodr¨ªguez y Pablo Milan¨¦s, dedicadas por sus autores al cantautor portugu¨¦s. En el piso superior, en una habitaci¨®n de paredes blancas, llena de medicinas y con la ventana entreabierta, reposaba en una cama Jos¨¦ Afonso. Totalmente paralizado, necesitaba de ayuda para mover cualquier parte de su cuerpo. Su delgadez era extrema: cuando se levantaba un momento, ayudado por su esposa y una de sus hijas, para dar unos inciertos pasos por la habitaci¨®n, los estragos que la enfermedad hab¨ªa hecho en su cuerpo, otrora robusto, le convert¨ªan en apenas otra cosa que piel y huesos.
La primera impresi¨®n que causaba era de postraci¨®n y derrota. La postraci¨®n era obligada; pero la derrota, falsa. La cara era lo ¨²nico que permanec¨ªa vivo en Jos¨¦ Afonso. Luis Pastor -organizador de un homenaje a Afonso que se celebra todos los lunes, desde enero, en la sala El¨ªgeme, de Madrid- le hab¨ªa llevado unas fotos de las actuaciones hechas en su honor, y la cara de Jos¨¦ Afonso se tornaba viva y expresiva, e inquir¨ªa con curiosidad a Luis Pastor por todos cuantos aparec¨ªan en ellas, sonriendo con picard¨ªa cuando ve¨ªa a una chica guapa en las fotos. Jos¨¦ Afonso se interesaba por las noticias de los amigos y, a veces, su mirada se nublaba con una sombra de tristeza.
Jos¨¦ Afonso llevaba a?os conviviendo con la muerte. En esta fase terminal de su enfermedad, la evidencia, era absoluta. Conviv¨ªa con la muerte y ve¨ªa c¨®mo le ganaba terreno diariamente, pero no se dejaba vencer. Conoc¨ªa su situaci¨®n y la miraba cara a cara, con una lucidez que a veces murmuraba con el hilo de voz que apenas le quedaba y que deb¨ªa hacer inteligible Zelia, su compa?era: "Soy una fotocopia desdibujada", dec¨ªa en un momento, y luego hac¨ªa referencia al pintor espa?ol Eusebio Sempere, que tuvo su misma enfermedad. "Pero ¨¦l muri¨®", apostrofaba Jos¨¦ Afonso a los comentarios de los dem¨¢s.
Se manten¨ªa atento en todo momento: "Ya no me queda coraje", indicaba en un momento, y continuaba d¨¦bilmente: "Jam¨¢s hubiera pensado morir as¨ª; quiz¨¢ de un navajazo o de un tiro, pero nunca as¨ª". Y, sin embargo, no era valor lo que le faltaba. Coincid¨ªan en la visita unos dirigentes del Partido Comunista portugu¨¦s (M-1) que acababan de celebrar un congreso y le tra¨ªan unos libros de poes¨ªa y un disco con canciones folcl¨®ricas albanesas. Jos¨¦ Afonso se interesaba por la marcha del congreso y repas¨® uno tras otro los libros y el disco.
Quien diera con sus canciones y su obra ejemplo de artista in¨¢iscutible y de ser humano honesto y coherente dictaba su ¨²ltima lecci¨®n: asediado por la enfermedad, presintiendo el fin pr¨®ximo, se negaba con toda su lucidez a entregarse. En un momento de la larga visita se cre¨® en la habitaci¨®n un embarazoso silencio, nadie sab¨ªa qu¨¦ decir. Jos¨¦ Afonso, que desde la cama segu¨ªa las conversaciones, protestaba: "No puedo hablar, pero a¨²n puedo o¨ªr".
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