?Qui¨¦n vigila a los guardianes?
Los 'fontaneros' de la Casa Blanca se movieron a sus anchas en el Irangate
"Quis custodiet ipsos custodes", "?Qui¨¦n vigila a los guardianes?" Esta cita del poeta sat¨ªrico latino Juvenal es el ¨²nico toque de humor que se permite el informe de la comisi¨®n Tower, cuyas 308 p¨¢ginas estar¨¢n ya ma?ana, lunes, a la venta como libro de bolsillo, al precio de cinco d¨®lares y medio. Pero la frase con la que Decimus Junius Juvenalis se preguntaba ir¨®nicamente qui¨¦n vigilar¨ªa a los guardianes que los maridos alquilaban para proteger la fidelidad de sus esposas, resume el fondo de la tragicomedia del Irangate. Est¨¢ claro que en la Presidencia de Ronald Reagan nadie controlaba a los vigilantes.
El presidente de Estados Unidos, dormido en la guardia del pa¨ªs, sin control de la Casa Blanca, fue incapaz -resulta que ni siquiera lo intent¨®- de vigilar lo que hac¨ªan con su pol¨ªtica exterior, en el s¨®tano de su casa, un grupo de rambos patol¨®gicamente ideologizados. Los Poindexter, North, Abrams, montaron una guerra privada en Nicaragua y subcontrataron la diplomacia de la primera superpotencia a personajes como Manucher Ghorbanifar o el billonario saud¨ª Adnan Kashoggui, Israel, los generales hondure?os, el Chile de Pinochet o el rey Fahd, que don¨® personalmente 25 millones de d¨®lares a la causa de los contras."Por mucho que lo intento", ha declarado el presidente a la comisi¨®n Tower, "no puedo recordar absolutamente nada sobre si aprob¨¦ anticipadamente el primer env¨ªo de armas a Ir¨¢n a trav¨¦s de Israel. No lo recuerdo, punto". Por McFarlane recuerda una llamada telef¨®nica, en agosto de 1985, en la que Reagan advertido de que, Shultz y Weinberger se opon¨ªan a la venta de armas a Jomeini, le dijo que "yo cargar¨¦ con toda la responsabilidad".
Gracias a la electr¨®nica, es posible entender ahora el comportamiento y el proceso mental de los protagonistas del esc¨¢ndalo que puede acabar con la presidencia de Reagan. Un software de IBM, que se utiliza en muchas empresas, permit¨ªa a los miembros del Consejo de Seguridad Nacional intercambiarse mensajes por medio de sus ordenadores, pero lo que no sab¨ªan es que el sistema almacenaba, por motivos de seguridad, este tr¨¢fico que los autores pensaron borrado.
Utilizando la transcripci¨®n de estos mensajes, este es un resumen, necesariamente impresionista pero revelador, de c¨®mo actuaban los incontrolados de la Casa Blanca.
16 de mayo de 1986. Un mensaje de North a Poindexter, entonces consejero de seguridad nacional, refleja, seg¨²n el informe, "la creencia de que el presidente deb¨ªa saber, al menos indirectamente, de sus actividades contra la contra". "No tengo idea de lo que Donald Regan (jefe del gabinete presidencial) sabe o no de mis operaciones privadas, pero obviamente el presidente lo sabe porque se ha entrevistado con varia gente seleccionada para agradecerles su apoyo a la democracia en Centroam¨¦rica".
"Ollie, bien hecho..."
Meses antes, el 27 de febrero, North le informa a Robert McFarlane, ya retirado como consejero de seguridad nacional pero asesor en la operaci¨®n iran¨ª, y que estaba unido por ordenador al circuito del NSC, de c¨®mo van las cosas. Dice refiri¨¦ndose a Poindexter: "Como s¨®lo t¨² puedes entender, est¨¢ bajo una tremenda presi¨®n y muy preocupado porque salga bien. Mi parte en esto es muy f¨¢cil comparada con la suya. S¨®lo tengo que cuidarme de nuestros enemigos. ?l tiene que tratar con el gabinete".
Esa misma tarde McFarlane le envi¨® el siguiente mensaje de apoyo al teniente coronel North: "Ollie. Bien hecho. Si el mundo supiera cu¨¢ntas veces has mantenido la apariencia de integridad y de sentido com¨²n de la pol¨ªtica norteamericana, te deber¨ªan hacer secretario de Estado. Pero no pueden saberlo y se quejar¨ªan si lo hicieran. ?ste es el estado de la democracia al final del siglo XX". Lo ¨²nico correcto que ha hecho Ronald Reagan en todo este asunto, ironizaba un editorial de The Washington Post, es no designar a North para reemplazar a George Shultz.
El mundo fant¨¢stico de North es reflejado en este mensaje que envi¨®, el pasado 20 de septiembre a su jefe, Poindexter, desde Teher¨¢n, donde estaba negociando con los iran¨ªes la liberaci¨®n de los rehenes norteamericanos. "Las conversaciones van muy bien. Nosotros y ellos queremos movernos m¨¢s all¨¢ del obst¨¢culo de los rehenes". "Sinceramente, creo que R. R. (Ronald Reagan) puede ser el instrumento para concluir la guerra entre Ir¨¢n e Irak, al estilo de Theodore Rooselvet con la guerra ruso-japonesa, en 1904. ?Alquien quiere que RR consiga el mismo premio?".
Preguntando qu¨¦ piensa de c¨®mo est¨¢ reflejado su papel en el informe Tower, North ha dicho: "Benditos los limpios de coraz¨®n porque ellos ver¨¢n a Dios". En una ocasi¨®n dijo a los iran¨ªes que Reagan, enfrentado al dilema de si aceptar la revoluci¨®n isl¨¢mica como un hecho, se pas¨® un fin de semana rezando para encontrar la respuesta. Finalment¨¦ autografi¨® una biblia para los iran¨ªes y le dijo a North: "Esta es una promesa que Dios hizo a Abraham. ?Qui¨¦n soy yo para decir que no debemos hacerlo?". Pronto estar¨¢ a la venta el primer libro sobre esta cruzada de la revoluci¨®n Reagan, titulado Guts and glory (Cojones -literalmente, arrestos- y gloria), obra de Ben Bradlee jr., reportero del The Washington Post.
Aunque Poindexter tomaba notas de las reuniones, las minutas han desaparecido. Pero el informe Tower ha conseguido reconstruir con bastante fidelidad la guerra privada del Consejo Nacional de Seguridad (NSC) en Centroam¨¦rica.
Asqueado de la CIA, a la que Poindexter llama chapuceros, el Consejo de Seguridad Nacional monta una red paralela para ayudar a los contras cuando el Congreso lo ten¨ªa prohibido. Poindexter y North se quejan de que la agencia de espionaje tarda d¨ªas en darles un avi¨®n que necesitan, y su amigo, el ex general Richard Secord, "lo hace en horas". El proyecto democracia, as¨ª le llama North en sus mensajes, cuenta incluso con un sistema de comunicaciones propio, con aparatos de cifras que les suministra la supersecreta Agencia Nacional de Seguridad (NSA).
Chantaje
Tambi¨¦n tienen un aeropuerto clandestino, con una pista de 2.200 metros de longitud, en Costa Rica, construida sin permiso del Gobierno de San Jos¨¦. Cuando el presidente costarricense, Oscar Arias, se entera y amenaza con revelarlo, North afirma que le telefone¨® y le chantaje¨® con cortar la ayuda econ¨®mica de EE UU a su pa¨ªs si hablaba del aeropuerto.
"S¨¦ que voy m¨¢s lejos de lo que debiera tratando de esta forma con un jefe de Estado y haciendo amenazas y ofertas que quiz¨¢ no pueda cumplir. Pero en las actuales circunstancias y con el apoyo de Elliot Abrams (secretario de Estado adjunto para Latinoam¨¦rica), parece que es lo ¨²nico que pod¨ªamos hacer", le dice North a Poindexter. ?ste le contesta: "Hiciste lo correcto".
North sugiri¨® vender a la CIA los activos del proyecto democracia, que valoraba en 4,5 millones de d¨®lares, una vez que el Congreso ya hab¨ªa aprobado 100 millones de ayuda a la contra. Inclu¨ªan "seis aviones, almacenes, barcos, casas alquiladas, veh¨ªculos, munici¨®n, equipo de comunicaciones y una pista de aterrizaje. Ser¨ªa est¨²pido que desaparecieran porque la CIA no quiere verse salpicada recogi¨¦ndolos".
Los fontaneros siguieron hasta el final la t¨¢ctica de no preguntarse si lo que estaban haciendo era ilegal. El pasado 24 de noviembre, un d¨ªa antes de que estallara p¨²blicamente el esc¨¢ndalo con el anuncio del desv¨ªo de fondos a la contra procedentes de la venta de armas a Ir¨¢n, el jefe del Gabinete presidencial, Donald Regan, le pregunt¨® a Poindexter qu¨¦ sab¨ªa de esto. El consejero de Seguridad Nacional le respondi¨®: "Ten¨ªa la sensaci¨®n de que algo estaba yendo mal, pero no investigu¨¦ y no hice nada. Realmente no quise saber. Estaba tan furioso por c¨®mo el speaker de la C¨¢mara de Representantes, Tip O'Neill, deten¨ªa la ayuda a los contras, que no quise saber qu¨¦ estaba ocurriendo. Deb¨ª hacerlo pero no lo hice".
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