Qu¨ªmicamente puro

El espectador ya sabe que Clint Eastwood, Charles Bronson y Sylvester Stallone, a menudo m¨¢s cari¨¢tides que actores, se han especializado en aplicar la ley del tali¨®n en esta sociedad nuestra de consumo, tan bellamente poblada de psic¨®patas y tan tiernamente necesitada de h¨¦roes individualistas, hermosos ejemplares machos que velan nuestras salidasnocturnas.Es un axioma necesario, es decir, que ha de existir para mantener la justa correspondencia entre la vida y el arte, que siempre es nuestro sustrato mental reflejado en el espejo de la sala oscura.

Es un sustrato sin especiales exigencias de calidad. Una Iglesia sin doctores, s¨®lo practicantes: J. Lee Thompson o Michael Winner saben poner la hipod¨¦rmica, pero no tienen ni idea de inyectar con estilo.

Furioso m¨¦dico

Don Siegel es otra cosa. Es un furioso m¨¦dico de pueblo que desde los a?os cincuenta, con maravillosas pel¨ªculas de serie B, est¨¢ haciendo un cine absolutamente seductor, de irresistible garra.Harry el sucio, la primera en la frente de una serie que despu¨¦s se desvirtuar¨ªa, es un espl¨¦ndido ejemplo de cine de acci¨®n qu¨ªmicamente perfecto al que, por una vez, hay que despojar de sus andanadas ideol¨®gicas y dejarse llevar por la cat¨¢rata de coches sacando chispas por la calzada el hedor de tugurios infectos y la fragancia de la p¨®lvora del Magnum.

Y aplaudir el cinismo y la chuler¨ªa del Eastwood frustrando un asalto bancario en plena calle sin dejar de masticar ese hot dog que gente como Harry Callahan se han empefiado en hacernos creer se?a de identidad imprescindible.

En cualquier caso, con mucho ketchup, a nadie le amarga un buen bocadillo de cine-cine.