Revelar a Ravel
En este a?o conmemoramos el 50? aniversario de la muerte de Maurice Ravel, un m¨²sico de lo m¨¢s franc¨¦s (los ancestros de su padre eran suizos; su madre era vasca). Aunque la verdadera fecha de su muerte fue el 28 de diciembre, los franceses han comenzado las celebraciones ya. Tienen una opini¨®n muy alta de ¨¦l -mucho m¨¢s que su coloso H¨¦ctor Berlioz-. Tal vez Berlioz, con sus vastas orquestas, su rigor sinf¨®nico y sus concepciones ¨¦picas, pecara contra los c¨¢nones franceses del buen gusto. Ravel era elegante, exquisito y ninguna de sus obras dura mucho. Con la excepci¨®n, quiz¨¢, del Bol¨¦ro, que dura un poco m¨¢s de 15 minutos pero que parece interminable.Posiblemente, Maurice Ravel fue el ¨²ltimo de los compositores del siglo XX que combin¨® la seriedad musical con la capacidad de ser popular, Despreci¨® el serialismo, se mantuvo fiel a la tonalidad y realmente compuso melod¨ªas. El Bol¨¦ro, como nadie puede negar, contiene una melod¨ªa -en verdad, contiene una melod¨ªa repetida ad nauseam por todos los instrumentos mel¨®dicos, mientras el bajo toca mon¨®tonamente un incesante do, sol, sol y los tambores martillean un lento crescendo formando una figura que nunca cambia-. El propio Ravel menospreci¨® la pieza. Cuando escribi¨® la melod¨ªa, todo lo que hizo despu¨¦s fue darle unas instrucciones m¨ªnimas a un grupo de estudiantes de m¨²sica y dejarles que construyeran la partitura.Nosotros, los que nos limitamos a escuchar, solemos menospreciar el Bol¨¦ro. Pero cuando escuchamos el ritmo en pian¨ªsimo de la caja y luego la primera aparici¨®n del tema en la flauta (que tiene algo de vasco: es un tributo filial), respondemos, contra nuestra voluntad, a su curiosa magia. Por supuesto que no es un bolero. Un bolero es r¨¢pido. Parece m¨¢s bien una zarabanda bailada en el desierto. A trav¨¦s de la obra sopla un viento caliente. Sentimos un sol ardiente sobre los hombros. No estoy fantaseando. Uno de los curiosos aspectos de la m¨²sica de Ravel consiste en su capacidad de evocar una realidad no-musical. Parece describir cosas. Nadie puede comprender c¨®mo lo hace.
En los primeros d¨ªas del cine sonoro hubo un filme titulado Bolero (sin acento: el nombre de la obra fue r¨¢pidamente desgalizado). Lo interpretaban George Raft y Carole Lombard, y transcurr¨ªa en el Par¨ªs de la I Guerra Mundial, mucho antes de; que se compusiera realmente el Bol¨¦ro. La gran ambici¨®n de Raft consiste en abrir un night-club en el que, teniendo como pareja a la se?orita Lombard, bailar¨ªa el Bol¨¦ro. Pero llega la guerra. En las trincheras, Raft es acompa?ado por los ritmos del Bol¨¦ro, trasladados a las armas. Sobrevive, y su night-club, donde no hay sitio para una orquesta sinf¨®nica, resuena con sus pies danzarines y unos negros enormes que baten tambores de la selva. Se puede, al parecer, hacer cualquier cosa con el Bol¨¦ro, y Ravel nunca se quej¨® de ello. Hasta hay un arreglo para orquesta de baile en el cual recuerdo haber aporreado la parte del piano hasta que mis dedos sangraron.
Ravel, aunque escribi¨® mucha m¨²sica abstracta, se sent¨ªa m¨¢s feliz cuando evocaba el mundo exterior -el mundo de la naturaleza, de la historia antigua, de los cuentos de hadas-. Lenfant et les sortil¨¨ges, con su libreto de Colette, es seguramente la ¨®pera m¨¢s perfecta de todos los tiempos. La escenograf¨ªa es fant¨¢stica: tazas y platillos que danzan, un bosque entero que canta, pastores y pastoras de Watteau que descienden de sus cuadros para rega?ar al travieso chiquillo que trata mal a las cosas y a los animales y que aprende, mediante la naturaleza, la necesidad del amor y de la compasi¨®n. Pod¨ªa resultar sentimental, pero la cortante acidez de la m¨²sica mantiene un ir¨®nico distanciamiento con respecto al tenla. Eso es ingenio. Si hay algunas l¨¢grimas, son nuestras, y las provoca la pura belleza del sonido.Esa preocupaci¨®n de expresar el mundo exterior hace de Ravel un impresionista. Habitualmente se habla de ¨¦l al mismo tiempo que de Debussy, el primero y mayor de los impresionistas musicales, que util¨ªzaba la orquesta para describir el talante del mar y del viento, el paso de las nubes por el ciclo nocturno, y en su obra para piano Pr¨¦ludes, una gran variedad de temas, desde Mr. Pickwick a pasos sobre la nieve, desde una muchacha con cabellos rubios hasta una exhibici¨®n de fuegos artificiales que termina con una ir¨®nica resonancia de la Marseillaise. Podemos dudar legitimamente de que la m¨²sica pueda describir el mundo exterior. Despu¨¦s de todo es ¨²nicamente una sucesi¨®n de sonidos que poseen su propia l¨®gica, apartada de la realidad. Pero ponedle a una pieza musical un t¨ªtulo -La fille aux cheveux de lin o Poissons do?r- y nos sentiremos mas que deseosos de ver el mundo exterior con nuestros o¨ªdos. Lo que Debussy y Ravel desde?aban era expresar emociones. La emoci¨®n era germ¨¢nica, rom¨¢ntica, algo peligroso. Demasiado pr¨®xima al id, condenable tanto por san Agust¨ªn como por Sigmund Freud. La obertura de Meistersinger, de Wagner, puede animar a luchar por Alemania, pero a nadie que haya o¨ªdo La valse de Ravel se le ha ocurrido ponerse a pelear por el imperio austro-h¨²ngaro. O al escuchar las pastiches barrocas de Le tombeau de Cotiperin, derramar l¨¢grimas por la defunci¨®n de Luis XIV de Francia. La m¨²sica de Ravel toma sus distancias con respecto a lo did¨¢ctico y lo pornogr¨¢fico. Es exquisitamente est¨¢tica.
Y es, como ya he dicho, popular. George Gershwin aprendi¨® de ella cuando escribi¨® su Rhapsody in blue. El compositor y cr¨ªtico brit¨¢nico Constant Lambert conden¨® la Rhapsody por esnob¨ªstica, despreciando laaspereza dern¨®tica del jazz en el cual se basa y su orgullo para las lecciones francesas. Pero probablemente tanto Ravel como Gershwin ten¨ªan raz¨®n cuando ve¨ªan que los tenias de jazz pod¨ªan ser adecuados para un sofisticado tratamiento sinf¨®nico. En la pel¨ªcula de Hollywood sobre la vida de Gershwin se retrata a Ravel moviendo afirmativamente la cabeza al o¨ªr los ritmos de ragtime de Gershwin. El retrato es bastante exacto: elegante, menudo (no sirvi¨® en el Ej¨¦rcito franc¨¦s por que no pesaba lo suficiente), con algo de dandi.
Mi conocimiento de Maurice Ravel es limitado, pero me gustan mucho ciertas historias que me cont¨® nuestro compositor brit¨¢nico, el difunto Ralph Vaughan Williams. Ravel fue el orquestador m¨¢s exquisito que haya existido y Vaughan Willlams acudi¨® a ¨¦l en Par¨ªs para aprender a mejorar su orquestaci¨®n. Ravel le dijo: "Comp¨®ngame un peque?o minueto a la manera de Mozart", y Vaughan Williams replic¨®: "Monsieur, no he hecho todo este viaje para escribir peque?os minuetos a la manera de Mozart". Ravel qued¨® impresionado por esa rudeza brit¨¢nica y le ense?¨® a su ya muy maduro disc¨ªpulo la t¨¦cnica del pointillisme orquestal. Vaughan Williams le invit¨® a Londres a tomar un steak y un kidney pudding (especie de empanada de carne y ri?¨®n hecha al vapor) en un restaurante cerca de Victoria Station. Ravel qued¨® fascinado por la comida y cada fin de semana tomaba el barco que hac¨ªa la traves¨ªa del canal para tomar steak y un kidney pudding. Aquella pesada dieta no disminuy¨® su delicadeza.
Poco antes de su muerte, la universidad de Cambridge le concedi¨® el t¨ªtulo honorario.
Traducci¨®n: Javier Alfaya.
Copyright: Anthony Burgess.
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