EE UU, frente al 'oso' y al 'zorro'
Muchos en Estados Unidos comparan al l¨ªder sovi¨¦tico, Mijail Gorbachov, con el asesinado ex presidente John Kennedy. Para el autor, la comparaci¨®n m¨¢s adecuada es con Franklin D. Roosevelt, el hist¨®rico impulsor de la pol¨ªtica del New Deal. En cualquier caso, dice, los norteamericanos hacen bien en preocuparse por el oso ruso, que se ha convertido tambi¨¦n en un zorro.
El t¨¦rmino glasnost (transparencia, en ruso) ya forma parte del vocabulario estadounidense. Este pr¨¦stamo ling¨¹¨ªstico testimonia la penetraci¨®n inesperada de Mijail Gorbachov en la opini¨®n de Estados Unidos, dos a?os despu¨¦s de su llegada al poder. De los tiempos de Jruschov la palabra clave era sputnik, que tambi¨¦n se hiciera c¨¦lebre, aunque ¨¦sta designaba algo espantoso, relativo al poder¨ªo militar.Con su glasnost -traducida al ingl¨¦s por openness-, Gorbachov goza de una imagen positiva vinculada a la idea de apertura y honradez. Demorado durante 12 horas en el aeropuerto de Pittsburg por razones t¨¦cnicas, pude constatar dicha evoluci¨®n al conversar con mis compa?eros estadounidenses de infortunio. En la actualidad, la URSS ocupa en sus programas televisivos mucho m¨¢s espacio que Europa y el resto del mundo.
Todos ellos hab¨ªan visto al acad¨¦mico Andrei Sajarov, sentado en la sexta fila del reciente f¨®rum celebrado en Mosc¨², aplaudir a Mijail, Gorbachov luego de haber sido ¨¦l mismo aplaudido por los altos responsables de la Academia Sovi¨¦tica. Con Cyrus Vance y Henry Kissinger a la cabeza, los otros dirigentes de EE UU han perfilado, en numerosas mesas redondas televisadas, una imagen halagadora del l¨ªder del Kremlin, present¨¢ndolo como un hombre pr¨¢ctico, muy cultivado, que pronuncia sus discursos sin necesidad de recurrir a notas; en absoluto doctrinario y totalmente diferente de sus predecesores.
Por lo visto, no dejaron de recordar que no hab¨ªa sido democr¨¢ticamente elegido, aunque en los tiempos que corren a prop¨®sito del Irangate, esto no sacude los esp¨ªritus precisamente. "Me pregunto si los rusos tambi¨¦n hablar¨¢n bien de nuestro presidente", me dec¨ªa uno de mis interlocutores riendo, mientras otro me hac¨ªa part¨ªcipe del asombro que le hab¨ªa producido el programa televisivo de Phil Donahue, realizado desde Mosc¨² y Nueva York, contando con la participaci¨®n de simples ciudadanos sovi¨¦ticos y estadounidenses.
Gente agradable
Dicha emisi¨®n lo hab¨ªa impresionado porque las personas que all¨ª hab¨ªan sido entrevistadas en directo eran nice people, es decir, gente agradable, que en nada se parec¨ªan a los comunistas que ¨¦l hab¨ªa podido contemplar en las recientes producciones de Hollywood. Tambi¨¦n destac¨® que, en lo concerniente a la URSS, la Prensa estadounidense siempre se deja sorprender en lugar de prever los acontecimientos.
Bajo el regimen de Leonid Breznev, Pravda dec¨ªa todos los d¨ªas lo mismo, y la ¨²nica variante entre un d¨ªa y otro era la fecha, por lo que ¨¦l estuvo tentado de sacar la conclusi¨®n de que en la URSS no suced¨ªa nada, e incluso de que all¨ª nada pod¨ªa suceder. En las universidades estadounidenses, los especialistas en literatura, arte y sociedad rusa saben bien que esto es falso, pero sus voces no llegan a los massmedia, y menos a¨²n a los responsables gubernamentales.
Antes del advenimiento de Gorbachov, Leslie Gelb, de The New York Times, hab¨ªa lanzado un grito de alarma, se?alando que Ronald Reagan, contrariamente a todos sus predecesores en el cargo, no contaba siquiera con un solo consejero entendido en asuntos sovi¨¦ticos. "Se ha rodeado de antirojos extremistas", precisaba; "como Patrick J. Buchanan, su director, ahora destituido, de comunicaci¨®n, para quien Massachusetts es un Estado comunista".
En raz¨®n de su edad y de su manera de actuar, el l¨ªder sovi¨¦tico es, generalmente, comparado en Estados Unidos con John F. Kennedy. Algunos extreman dicha semejanza y temen que Gorbachov sufra, tambi¨¦n ¨¦l, la mala suerte del presidente asesinado.
Algunos visitantes sovi¨¦ticos y ciertos disidentes emigrados han hecho suya, en parte, dicha posibilidad, fundament¨¢ndose en la oposici¨®n del KGB (polic¨ªa pol¨ªtica sovi¨¦tica) hacia la glasnost.
Empero, la historia de Estados Unidos sugiere otras analog¨ªas m¨¢s tranquilizadoras: Gorbachov inaugur¨® su pol¨ªtica de reformas dando empellones a una clase dirigente, de la cual ¨¦l mismo es un fino representante, "para volver a poner a trabajar al pueblo sovi¨¦tico". De esta forma tom¨® por su cuenta la c¨¦lebre consigna del presidente Franklin D. Roosevelt, quien la utiliz¨® para sacar a EE UU de la gran depresi¨®n de los a?os treinta.
El presidente dem¨®crata hizo que su propia clase -la poseedora del capital- se tragase una legislaci¨®n social anteriormente inconcebible. Igual que Gorbachov en la URSS, tampoco ¨¦l quiso abolir el sistema estadounidense, y su New Deal no pretend¨ªa otra cosa que volverlo m¨¢s din¨¢mico, para as¨ª hacerlo salir de la crisis.
Finalmente, una tercera analog¨ªa: no fue reci¨¦n llegado a la Casa Blanca, sino despu¨¦s de haber pasado por las vicisitudes del poder, que Franklin D. Roosevelt radicaliz¨® su discurso, llegando hasta a acusar a los capitalistas "de querer introducir la esclavitud en Estados Unidos". ?No ocurre acaso lo mismo con Mijail Gorbachov, que, en 1987, acaba de descubrir la democratizaci¨®n como el mejor medio para superar la inactividad conservadora del aparato, que ya denuncia sin rodeos?
La comparaci¨®n con el presidente del New Deal, m¨¢s bien lisonjera para el l¨ªder sovi¨¦tico, no se halla exenta, evidentemente, de cierto escepticismo. Roosevelt tuvo para s¨ª, y las aprovech¨®, todas las ventajas de la democracia estadounidense, llegando a suscitar un vasto movimiento popular, que lo convert¨ªa pr¨¢cticamente en invulnerable. Nada semejante se aprecia en la URSS de momento; Gorbachov produce cada vez m¨¢s la impresi¨®n de un hombre solo que, desde luego, se beneficia del apoyo con que cuenta en las diversas categor¨ªas sociales, entre ellas, las de los sectores cultivados de la sociedad civil y militar, pero, por lo dem¨¢s, no parece surgir ning¨²n entusiasmo popular perceptible.
?Debe y puede EE UU ayudarle en su batalla visiblemente dificil? En Washington, y a excepci¨®n de los ultraconservadores, desacreditados por el Irangate, esta pregunta clave tiene, en general, una respuesta afirmativa. Una URSS m¨¢s abierta y m¨¢s integrada en la andadura mundial no cesar¨¢, ciertamente, de ser una gran potencia con sus propias ambiciones. Sin embargo, ser¨¢ menos imprevisible que lo ha sido hasta ahora y ya no obligar¨¢ a Occidente a vivir "como en el desierto t¨¢rtaro", a la espera de una guerra en la que nadie cree en serio.
En lo sucesivo, dirigida por hombres pragm¨¢ticos o hundida en un mundo donde los movimientos comunistas pr¨¢cticamente ya no cuentan, es claro que la Rusia de Gorbachov no se parece al mesi¨¢nico monolito de hace 40 a?os.
El 'oso' ha cambiado
A la entrada de la secci¨®n sovi¨¦tica del Departamento de Estado, un viejo cartel muestra a un zorro rondando a un gran oso de pie sobre sus patas traseras. "Outfoxing the bear", reza el mismo, o sea, que "mostrarse m¨¢s astuto que el oso" es la divisa de la secci¨®n. Sin embargo, y con no poca sorpresa, los encargados de aplicar semejante pol¨ªtica reconocen que el oso ha cambiado, y no ya a causa de la presi¨®n estadounidense, sino porque las cosas han evolucionado en su propia madriguera.
Uno de ellos me sugiri¨® que, actualmente, es el oso y el zorro a la vez, parafraseando sin saberlo el t¨ªtulo de una c¨¦lebre biografia de Franklin D. Roosevelt, The Lion and the Fox (El Le¨®n y el Zorro), de James MacGregor. Seg¨²n su opini¨®n, "Gorbachov continuar¨¢, en todo caso, reformando la sociedad sovi¨¦tica y, tal vez, se ver¨¢ obligado a ir m¨¢s lejos de lo que ¨¦l mismo hab¨ªa previsto". "El realismo y el sentido pr¨¢ctico nos ense?an a apostar por lo posible", afirma, "es decir, por la evoluci¨®n de la URSS hacia una sociedad m¨¢s abierta".
Pregunt¨¢ndose de tal modo por la URSS, los estadounidenses -traumatizados por el Irangate- se ven obligados a interrogarse tambi¨¦n sobre ellos mismos, a preguntarse ?c¨®mo un hombre tan inepto como Reagan ha podido ser elegido dos veces para la presidencia de EE UU?; ?por qu¨¦ s¨®lo un 37% de los estadounidenses participa con su sufragio?; ?en raz¨®n de qu¨¦ la econom¨ªa estadounidense no es ya competitiva y el pa¨ªs se en deuda m¨¢s y m¨¢s?
Nada ilustra mejor su perplejidad de estos momentos que la siguiente carta humor¨ªstica publicada en The New York Times: "Ya que nuestro Gobierno gusta tanto del trueque, ?por qu¨¦ no canjeamos a Ronald Reagan por Mijail Gorbachov? Nuestro presidente estar¨ªa contento de encontrar en el Kremlin a algunas personas de su edad, mientras que Gorbachov, gran admirador de la tecnolog¨ªa moderna, contar¨ªa entre nosotros con todo lo que precisa para desarrollar mejor su talento".
El autor de esta carta ignora que hace unos a?os en Mosc¨², las an¨¦cdotas sobre el cambio de Breznev por toda una serie de dirigentes occidentales hac¨ªa re¨ªr amargamente a los sovi¨¦ticos.
Traducci¨®n de Alberto Vieyra.
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