El Papa, en el infierno
LA ETAPA de Chile es sin duda la m¨¢s comprometida del viaje de Juan Pablo II al Cono Sur de Am¨¦rica y la que ha suscitado la mayor expectaci¨®n. Despu¨¦s de la escala en Montevideo, en la que conmemor¨® el ¨¦xito de la mediaci¨®n vaticana para resolver el conflicto del canal de Beagle, Juan Pablo II inicia los seis d¨ªas de su visita a la sacrificada naci¨®n chilena, a los que seguir¨¢ la etapa final en Argentina.El Papa se va a encontrar en Chile con un pueblo sometido a una dictadura militar, cada d¨ªa m¨¢s consciente de su dignidad humillada por un Gobierno que le niega los derechos elementales y que se esfuerza hasta la n¨¢usea por alargar su poder a trav¨¦s de una represi¨®n feroz. En Santiago de Chile, Wojtyla va a celebrar una misa en el estadio Nacional, campo de concentraci¨®n y escenario del fusilamiento de los defensores de la libertad en septiembre de 1973.
Estos antecedentes no facilitan, desde luego, el evidente prop¨®sito del general Pinochet de utilizar al m¨¢ximo todas las obligaciones protocolarias de una visita de Estado para transmitir la sensaci¨®n de que la presencia papal es un respaldo a su r¨¦gimen. Contra esta maniobra, la oposici¨®n chilena se ha puesto en pie y quiere presentar a Juan Pablo II la tragedia de un pa¨ªs oprimido y que aspira a la libertad. Con este prop¨®sito se han producido manifestaciones y choques con la polic¨ªa, mientras la huelga de hambre de un grupo de presos pol¨ªticos, ya en su 35? d¨ªa, tiene en vilo a la opini¨®n.
Paralelamente, un manifiesto de los chilenos exiliados presentado al Papa en Roma por la viuda de Allende y la presencia de Clodomiro Almeyda, secretario general del partido socialista, ahora confinado a 2.000 kil¨®metros de la capital, lo mismo que otras detenciones, colocan al Papa ante hechos que no podr¨¢n ser marginados en sus discursos. Precisamente un portavoz del Vaticano ha anunciado ya que el Papa recibir¨¢ en Santiago a una delegaci¨®n de la oposici¨®n.
En el acto mismo de la llegada del Papa se produce adem¨¢s un fen¨®meno sin precedentes: la ausencia del episcopado para evitar coincidir en el mismo acto con el dictador. De hecho, la Iglesia chilena se ha distinguido en estos a?os por su actitud comprometida en favor del retorno pac¨ªfico de la democracia y ha hecho p¨²blico un documento denunciando los casos de represi¨®n en 1986.
En cuanto a la posici¨®n misma del Papa, sus declaraciones a los periodistas durante su vuelo de Roma a Montevideo indican una predisposici¨®n favorable hacia esa actitud de la Iglesia chilena. As¨ª, ha calificado el r¨¦gimen de Pinochet de "dictatorial", agregando que como tal es "transitorio". Y ha destacado el ejemplo de la Iglesia de Filipinas, que contribuy¨® activamente al movimiento que derrib¨® al dictador Ferdinand Marcos.
La situaci¨®n de Chile hoy dista, sin embargo, de ser igual a la que viv¨ªa Filipinas en aquella coyuntura, ya que la consulta electoral hab¨ªa destruido la autoridad de Marcos. Por el contrario, el apoyo que Pinochet sigue teniendo entre los militares, sobre todo en el Ej¨¦rcito de tierra, es el principal obst¨¢culo para una transici¨®n pac¨ªfica hacia la democracia. Por eso la actitud que adopte el Papa en los pr¨®ximos d¨ªas puede tener repercusiones importantes en el proceso pol¨ªtico. Aun esforz¨¢ndose por dar un car¨¢cter exclusivamente pastoral a su viaje y a las ceremonias en las que tome parte, una lectura pol¨ªtica de sus palabras y de sus gestos ser¨¢ del todo inevitable. Por ejemplo, cualquier actitud que incite a la resignaci¨®n podr¨ªa contribuir a prolongar la actual violencia de Estado. Pronto sabremos, de todos modos, si Pinochet rentabiliza o no la visita del Pont¨ªfice y de qu¨¦ modo Juan Pablo II responde a las expectativas que esperan ver en ¨¦l a un defensor de la vida y de los derechos humanos.
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