GABRIEL JACKSON La responsabilidad de los votantes de Reagan
Mucho se ha hablado ya acerca de las acciones espec¨ªficas de las principales personalidades implicadas en los esc¨¢ndalos del Irangate y Contragate, pero, con la excepci¨®n de un art¨ªculo muy ingenioso y mordaz de James Reston en The New York Times, se ha hablado poco de la responsabilidad amplia del pueblo norteamericano en estos vergonzosos acontecimientos. Ciertamente mis compatriotas no eligieron a Ronald Reagan porque pensaran que predicar¨ªa una l¨ªnea pol¨ªtica mientras practicaba otra, ni tampoco lo eligieron porque fuera a nombrar hombres incompetentes o deshonestos para el Consejo Nacional de Seguridad. En el presente art¨ªculo, me gustar¨ªa hablar primero de las razones de su extraordinaria popularidad personal, y despu¨¦s, por extensi¨®n, de la corresponsabilidad en el desastre de su presidencia de aquellos que le votaron.Al final de la d¨¦cada de los setenta, el pueblo norteamericano estaba cansado de los movimientos por los derechos civiles y los derechos de las mujeres. Se sent¨ªan desconcertados y humillados por la derrota en la guerra de Vietnam. Ten¨ªan un presidente, Jimmy Carter, que representaba lo mejor del Sur blanco y liberal, y que ten¨ªa amplios conocimientos de los asuntos de tecnolog¨ªa, as¨ª como de los problemas p¨²blicos, pero que proyectaba una imagen de indecisi¨®n en sus declaraciones p¨²blicas. Ronald Reagan representaba la mayor¨ªa blanca protestante en un sentido m¨¢s bien nacional que regional. Rezumaba optimismo, simbolizaba la movilidad hacia arriba y el ¨¦xito econ¨®mico y social de la Am¨¦rica de las peque?as ciudades; hablaba de todas las tradicionales virtudes de religi¨®n y de ¨¦tica de trabajo, y prometi¨® restaurar la potencia militar norteamericana y el orgullo americano tras la amarga experiencia de Vietnam. Adem¨¢s de ser un buen muchacho de las regiones centrales de Norteam¨¦rica, era amigo de cient¨ªficos europeos refugiados, como Edward Teller, amigo de importantes disidentes sovi¨¦ticos, de cubanos anticastristas y del sector proisrael¨ª de la comunidad jud¨ªa norteamericana. En dos palabras, era un protestante blanco de la corriente principal y que gozaba de excelentes relaciones con importantes minor¨ªas.
Sus sentimientos contra el gran Gobierno, a favor de un menor control federal de los Estados, a favor de la iniciativa privada y de impuestos m¨¢s bajos correspond¨ªan todos ¨ªntimamente con los sentimientos intuitivos de la mayor¨ªa de los votantes. Propuso bajar los impuestos y aumentar el presupuesto militar. Aunque esto seis a?os m¨¢s tarde pueda parecer incre¨ªble, realmente fue elegido dos veces con un programa pol¨ªtico que promet¨ªa equilibrar el presupuesto federal. Pretend¨ªa que, cortando el despilfarro y la burocracia de los programas ecol¨®gicos, educativos y de beneficencia, la naci¨®n podr¨ªa conseguir un presupuesto equilibrado al mismo tiempo que se rearmaba. En asuntos exteriores, cre¨ªa en el uso del poder militar para conseguir un arreglo r¨¢pido sin tener en cuenta los problemas subyacentes y mucho menos los hechos reales de la situaci¨®n inmediata. ?Hab¨ªa problemas entre cristianos, musulmanes e israel¨ªes en L¨ªbano? Que desembarque la Infanter¨ªa de Marina (con resultados desastrosos, incluso desde un punto de vista militar estrictamente norte americano). ?Se enfrentan unas facciones izquierdistas en la isla de Granada? Invasi¨®n aerotransportada. ?Es el coronel Gaddafi el principal culpable del terrorismo internacional? Se bombardea Libia (despu¨¦s de haber informado err¨®neamente a la Prensa). ?Est¨¢n los sandinistas desestabilizando el traspatio imperial? Se bloquean sus puertos y se env¨ªa a los guardias de Somoza disfrazados de modernos equivalentes de George Washington. ?Ir¨¢n es el que controla los grupos que retienen a los rehenes estadounidenses en L¨ªbano? Que se les vendan armas, acompa?adas de una Biblia con aut¨®grafo y condenas p¨²blicas a todas las naciones que negocien con los terroristas.
?Hasta qu¨¦ punto los votantes de Reagan (realmente menos del 30% de los ciudadanos norteamericanos) son corresponsables de esta historia de farsa y crimen? Por una raz¨®n, la de que ellos compart¨ªan claramente sus prejuicios, sus intuiciones, sus formas de ignorancia e inconsciencia. Estaban de acuerdo en que los negros y los hisp¨¢nicos hab¨ªan avanzado suficientemente en la d¨¦cada de los sesenta, en que las mujeres no necesitaban la enmienda de la igualdad de derechos, en que la lluvia ¨¢cida y los vertederos de desechos qu¨ªmicos no eran problemas que necesitaran medidas federales y que hab¨ªa mucha grasa en los servicios de beneficencia de los pobres. Cre¨ªan que Estados Unidos deb¨ªa aumentar su presupuesto militar y pisar fuerte donde estuvieran amenazados los intereses estrat¨¦gicos del pa¨ªs. Les gust¨® a estos ciudadanos recibir rebajas de impuestos, y mientras que aquellos que hab¨ªan aprobado la aritm¨¦tica de primer a?o sab¨ªan que no se puede cortar el d¨¦ficit bajando los impuestos y aumentando r¨¢pidamente las asignaciones militares, ellos no pidieron racionalidad econ¨®mica como precio de sus votos. Estaban tan poco informados de los problemas internacionales como lo estaba su presidente, y ten¨ªan una sensibilidad diferenciada por la suerte de los rehenes que depend¨ªa de que dichos rehenes fueran ciudadanos americanos o lo fueran de otras naciones de por ah¨ª.
Mientras visitaba Estados Unidos en diciembre y enero, vi mucha informaci¨®n televisiva sobre los esc¨¢ndalos de Ir¨¢n y de la contra. Todo lo que se habl¨®, en buena parte presentado de manera muy inteligente y clara, se concentraba en los defectos internos de los varios, organismos civiles y militares. Se era plenamente consciente de la incompetencia, deshonestidad y corrupci¨®n, as¨ª como de que el pagar rescate por los rehenes fomentar¨ªa nuevos secuestros. Pero no hubo sensibilidad a lo que esto hizo a la imagen de Estados Unidos, al saber que el presidente estaba secretamente armando a un importante practicante del terrorismo mientras criticaba en p¨²blico a Francia por negociar con Siria de una manera mucho m¨¢s limitada.
Lo que finalmente preocup¨® a los partidarios de Reagan no fue su ignorancia en el manejo de los asuntos internacionales, sino su falta de control sobre sus propios colaboradores y subord¨ªnados, su mala memoria (tanto real como fingida) y el uso de sus amistades privadas con millonarios para armar a los contras cuando los representantes elegidos por el pueblo se negaron a hacerlo. Los norteamericanos realmente esperan que su presidente sea decidido y ¨¦ticamente admirable. Desgraciadamente, y esto es algo de lo que he tenido conciencia y conciencia dolorosa durante 40 a?os como profesor de Historia, los norteamericanos tienen muy poca conciencia de los problemas de la pol¨ªtica mundial y no piensan mucho sobre cuestiones econ¨®micas a menos de que les afecten en sus inmediatos problemas de tesorer¨ªa.
Son, en general, menos racistas y menos imperialistas que su presidente, como lo muestra su firme oposici¨®n a la l¨ªnea pol¨ªtica de ¨¦ste con Sur¨¢frica y Nicaragua. Pero en todas sus otras acciones, tanto las declaradas como las intuitivas, ha sido el representante de la corriente principal de la opini¨®n p¨²blica norte americana.
Traducci¨®n: Javier Mateos.
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