Una huelga general sobrada de razones
El autor parte del descr¨¦dito de la pol¨ªtica econ¨®mica y social del Gobierno socialista para indicar el hondo malestar y descontento que, a su parecer, existe entre los trabajadores. Existen las mejores condiciones objetivas para transformar en una huelga general los conflictos que en la actualidad se extienden por todo el territ¨®rio. Los argumentos en contra de esta huelga tienen escasa consistencia.
Pensar que se pod¨ªa golpear tan duramente a las clases m¨¢s desfavorecidas de la sociedad sin crear m¨¢s tarde o m¨¢s temprano las condiciones de una intensa conflictividad social era desconocer las m¨¢s elementales conclusiones de la historia de la lucha de clases.Pobreza, paro, mill¨®n y medio de empleos perdidos desde 1982, el deterioro de la sanidad y la ense?anza p¨²blica... han ido desacreditando la pol¨ªtica econ¨®mica y social del Gobierno y generando una mayor predisposici¨®n a la movilizaci¨®n y a la revuelta.
No es casualidad que hayamos conocido simult¨¢neamente la rebeli¨®n estudiantil de dos millones de j¨®venes, las movilizaciones campesinas, de los trabajadores de la salud, de la miner¨ªa asturiana y la metalurgia vasca, del transporte p¨²blico... que han creado en los primeros meses del a?o un ¨ªndice de conflictividad laboral superior al de todo 1986. Como no es casualidad la desesperada y hermosa revuelta del pueblo c¨¢ntabro de Reinosa, ni la contundencia de la huelga general de Asturias.
En estas condiciones, ?c¨®mo se puede decir que no es posible una huelga general? El movimiento obrero hace mucho tiempo que invent¨® esa forma de lucha para responder a situaciones como ¨¦sta. La conflictividad que estamos viviendo es el producto de un hondo malestar y descontento. Las condiciones para transformar ese descontento y esos conflictos aislados en una huelga general son m¨¢s favorables que nunca. Son, desde luego, mejores que cuando se convoc¨® la huelga general del 20 de junio de 1985. Si entonces la unanimidad en la contestaci¨®n al recorte de las pensiones contribuy¨® a la masividad de la huelga, a pesar de que UGT estuvo en contra, hoy la contestaci¨®n a la pol¨ªtica econ¨®mica y social del Gobierno es m¨¢s amplia que nunca. Falta la decisi¨®n necesaria, voluntad de superar las dificultades y crear un mensaje colectivo de protesta.
Comisiones Obreras es el sindicato con m¨¢s implantaci¨®n y respaldo de la clase obrera. A un sindicato se le mide por su capacidad para defender las necesidades m¨¢s elementales de los trabajadores en su quehacer cotidiano, pero se le mide tambi¨¦n por su actuaci¨®n en situaciones en las que la tarea es unificar las luchas parciales hacia movilizaciones de m¨¢s envergadura, poni¨¦ndose por delante y no por detr¨¢s del movimiento espont¨¢neo.
Conviene recordar que la escasa afiliaci¨®n sindical en nuestro pa¨ªs no es producto de una cong¨¦nita incapacidad asociativa, sino el resultado de una desafiliaci¨®n masiva provocada por la l¨ªnea de contenci¨®n y desmovilizaci¨®n emprendida por las centrales sindicales desde finales de los a?os setenta, con el inicio de la concertaci¨®n social.
Desde la huelga general del 20 de junio, por el contrario, CC OO recuper¨® una nueva credibilidad entre la clase obrera, gan¨® afiliaci¨®n, la militancia volvi¨® a trabajar con ganas e ilusiones, con m¨¢s combatividad y un esp¨ªritu m¨¢s solidario. Fue a partir de entonces -no est¨¢ de m¨¢s recordarlo- cuando UGT comenz¨® a distanciarse del Gobierno y empez¨® a tejerse una fr¨¢gil y contradictoria unidad entre las dos grandes centrales. El cambio de l¨ªnea operado en CC OO ha dado sus frutos: los resultados favorables cosechados en las elecciones sindicales. Tales resultados han obligado a UGT a un nuevo distanciamiento del Gobierno y a no firmar el pacto social en 1987, lo que ha creado un clima m¨¢s favorable para la unidad por abajo en los convenios contra el tope salarial del 5%.
Era l¨®gico, pues, que en este contexto la gran mayor¨ªa de los delegados y delegadas de CC OO recientemente elegidos acogiera con ganas de trabajar y con esperanza la propuesta de huelga general que aprobamos en la ejecutiva confederal a primeros de febrero. Pero este sentimiento favorable de la base, que se expresaba con viveza en las asambleas de delegados, no fue correspondido por muchos de los dirigentes de CC OO, que desde el primer momento se resistieron a esta convocatoria y fueron trabajando por desactivarla hasta conseguir que, un mes m¨¢s tarde, el consejo confederal, por un voto de diferencia, desconvocara por el momento la huelga general.
Sindicalismo reformista
En CC OO hemos conocido este debate en tres ocasiones. En 1979 se decidi¨® preparar una huelga general contra el Estatuto de los Trabajadores, pero presiones extrasindicales -especialmente del entonces secretario general del partido comunista- echaron atr¨¢s la decisi¨®n, generando una enorme frustraci¨®n, entre la militancia de CC OO de amargos resultados. Tambi¨¦n el 20 de junio hubo resistencias; algunos tampoco entonces vieron ni posible ni conveniente aquella huelga. Esta vez las resistencias han sido mucho mayores y desde corrientes m¨¢s diversas. ?Qu¨¦ ha sucedido?El cambio operado en CC OO en los ¨²ltimos a?os ha sido demasiado emp¨ªrico y limitado, tanto ideol¨®gicamente como en los hechos. En la acci¨®n sindical cotidiana ha seguido predominando el mismo sindicalismo reformista del pasado. Comisiones Obreras ya no firma acuerdos interconfederales, pero tampoco ha abandonado la filosof¨ªa de la concertaci¨®n. La cultura del pacto social sigue arraigada en dernasiados dirigentes. Eso es lo que explica su resistencia a emprender con todas sus consecuencias una l¨ªnea de acci¨®n sindical diferente, su conservadurismo, su no a la huelga general.
Los argumentos contra la conveniencia de esta huelga tienen muy poca consistencia. Se le reprocha su car¨¢cter pol¨ªtico. Evidentemente. Toda huelga general, en s¨ª misma, lo tiene. Es leg¨ªtimo que as¨ª sea. Se trata precisamente de protestar contra la pol¨ªtica del Gobierno y obligarle a cambiarla. ?A qui¨¦n favoreci¨® el 20 de junio? Con Qlaridad, no a la derecha. Fortaleci¨® a la clase obrera, a su izquierda, a la vanguardia m¨¢s combativa. Fortaleci¨® al sindicalismo de clase. Querer despojar a la acci¨®n de CC OO de su car¨¢cter social y pol¨ªtico alberga una concepci¨®n sindical economicista e integrada en el sistema, supone abandonar el car¨¢cter anticapitalista y emancipador del sindicalismo de clase.
Se pretende oponer la negociaci¨®n colectiva a la huelga general. Es una visi¨®n estrecha de la acci¨®n sindical. Tenemos tres millones de parados, cientos de miles en la econom¨ªa s¨²mergida, otros tantos con precarios derechos laborales. ?Podemos hacer un sindicalismo limitado a los trabajadores con empleo fijo, o debemos tirar de la movilizaci¨®n de ¨¦stos, que por su vertebraci¨®n son los m¨¢s organizados, en favor de sus intereses y de objetivos que favorezcan al conjunto de la clase? Y esa estrechez de miras ni siquiera permite defender bien a los primeros.
Una huelga general de 24 horas no detendr¨¢ por s¨ª misma la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno. Har¨¢n falta nuevas movilizaciones y mayor continuidad en la acci¨®n. Pero es un duro golpe a esa pol¨ªtica y pone al movimiento obrero en la buena direcci¨®n. Quienes la vemos necesaria conocemos mejor que nadie las dificultades para sacarla adelante, pero podr¨ªamos lograrlo: porque creemos en ella, porque somos sensibles al malestar que existe en nuestra clase y confiamos en su respuesta, porque sabemos trabajar y mover ilusiones, porque sobran motivos para intentarlo.
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