Eutanasia y decepci¨®n

Se?or ministro de justicia: tengo 96 a?os, estoy medio sordo, casi ciego, tengo una angina de pecho, la pr¨®stata y, adem¨¢s, un c¨¢ncer. Desahuciado por m¨¦dicos y hospitales, no hay m¨¢s salida que la muerte. Esa muerte puede ser humana, cient¨ªfica y moral. El derecho a servirse de la ciencia al que la necesita para aliviar su mal no est¨¢ prohibido ni por la ley, ni por la justicia, ni por la Constituci¨®n, ni por la moral.El derecho a servirse de la ciencia es un derecho universal. La invenci¨®n de la vacuna contra la viruela, la rabia y la eutanasia han sido inventadas para ser aplicadas cuando se justifique y no para ser monopolizadas por los accionistas del divino comercio en nombre de su moral de 2.000 a?os de cruzadas divinas. La Constituci¨®n nos concede a todos los espa?oles el derecho a la asistencia sanitaria. El negarse esa asistencia a la eutanasia es obligarme al suicidio. Usted es un ministro de Justicia espa?ol encargado de que las de Espa?a se cumplan, no las del Vaticano.

La prohibici¨®n del ejercicio de la eutanasia no es ninguna ley espa?oIa, es una ley del Vaticano, inscrita en el c¨®digo de Derecho Can¨®nico, canon 1.203; por tanto, me creo con derecho a recurrir a, la ciencia para terminar con mis males f¨ªsicos. La prohibici¨®n de la eutanasia por el Gobierno equivale a una decepci¨®n. No m¨¢s; espero de usted obrar con acuerdo a la ley y a su conciencia.-