La imposible unidad de la OLP
EL NEGOCIO de la reunificaci¨®n de la OLP, es decir, del establecimiento de un territorio pol¨ªtico com¨²n sobre el que los grupos de la guerrilla palestina se pongan de acuerdo en relaci¨®n al gran contencioso con Israel, se ha desarrollado esta semana en Argel con las esperadas ambig¨¹edades, resoluciones en filigrana ambici¨®n de expresar una unidad manteniendo todos los litigios en suspenso.El precio de la unidad del movimiento palestino que dirige Yasir Arafat es el de no adoptar ninguna l¨ªnea de comportamiento claro con respecto al problema de la guerra o la paz con Israel y sus aleda?os, como son las relaciones con Egipto, el ¨²nico Estado ¨¢rabe que ha reconocido hasta ahora al poder israel¨ª. Para obtener una posici¨®n de conjunto, Arafat tiene que congelar sus v¨ªas de aproximaci¨®n al presidente egipcio, Hosni Mubarak, y mantener las distancias con el rey Hussein de Jordania, pero al mismo tiempo, si quiere asegurar la presencia palestina en una eventual conferencia de paz sobre Oriente Pr¨®ximo, necesita no cerrar las puertas con ambos interlocutores.
Parece claro, entonces, que el l¨ªder palestino trata de jugar a la cuadratura de un c¨ªrculo infernal, condenando hoy la actitud egipcia de 1979 -al producirse el establecimiento de relaciones El Cairo-Tel Avivpero sin poder rechazar el valor que ha tenido para la OLP la actitud reciente de Mubarak. Con Hussein los puentes est¨¢n cortados desde que se declar¨® nulo el ,acuerdo de febrero de 1985 para la formaci¨®n de una delegaci¨®n conjunta jordano-palestina en cualquier negociaci¨®n sobre la paz, pero el propio Arafat ha dicho que aceptar¨ªa incluso que los representantes palestinos en esa delegaci¨®n no fueran ni siquiera miembros de la OLP, sino simplemente personalidades "aceptables" para la organizaci¨®n.
La estrategia de Arafat es, en l¨ªneas generales, curiosamente similar a la del ministro de Asuntos Exteriores israel¨ª, Sim¨®n Peres, frente a la coalici¨®n de Gobierno en Jerusal¨¦n entre los derechistas del Likud y su propio partido laborista. El l¨ªder palestino pacta una inencontrable postura com¨²n a la espera de que llegue la hora de la verdad: aquella en la que sea posible negociar con Israel sin perder la cara, es decir, con garant¨ªas de concesiones suficientes por parte de Tel Aviv. E igualmente Peres lleva adelante su pol¨ªtica de preparaci¨®n de la conferencia dejando que el primer ministro, Isaac Shamir, fulmine semejante posibilidad.
Lo cierto es que la eventualidad de que se convoque esa conferencia que obligar¨ªa a definir posiciones a unos y otros, palestinos e israel¨ªes, como no quieren hacer ahora, depende relativamente poco de lo que se acuerde en el foro de Argel, sino de desarrollos pol¨ªticos exteriores. De un lado, el aumento sustancial de la emigraci¨®n de jud¨ªos sovi¨¦ticos a Israel ser¨ªa la clave para que Mosc¨² encontrara un sitio en la conferencia; asimismo, garant¨ªas israel¨ªes al presidente sirio Hafez el Assad de que Damasco pudiese participar significativamente en la conferencia, es decir, para tratar de la recuperaci¨®n de las colinas del Gol¨¢n, har¨ªan mucho para asegurar la presencia siria; Hussein, por su parte, so?ar¨ªa con un arreglo similar al que Egipto obtuvo de Israel: retirada de los territorios ocupados y un nuevo planteamiento sobre Jerusal¨¦n, quiz¨¢ la internacionalizaci¨®n de los Santos Lugares, para poder arriesgarse a formar parte de la mesa de la paz; y, finalmente, la actitud de Estados Unidos contribuyendo a una actitud flexible por parte de Israel ser¨ªa el ¨²ltimo pero no el menor ingrediente para que hubiera conferencia y a ella asistieran todos los que son y todos los que deben estar.
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