Un largo camino hacia nuevas elecciones
La actual situaci¨®n pol¨ªtica italiana y la inminente convocatoria de elecciones anticipadas ponen de relieve, por primera vez, la emergencia de una opci¨®n socialista a la hegemon¨ªa de la Democracia Cristiana en la sociedad italiana, afirma la autora, que ofrece una visi¨®n explicativa del trasfondo de la crisis.
Italia se encamina -ya es pr¨¢cticamente un hecho- hacia las elecciones anticipadas de la C¨¢mara y del Senado; elecciones ¨¦stas anticipadas en un a?o luego de una legislatura que ha tenido a un socialista a la cabeza, Bettino Craxi. Era la primera vez que un socialista se sentaba en el palacio Chigi, y ha sido ¨¦ste -menester es destacarlo- el mandato m¨¢s estable y duradero: cuatro a?os sin modificaciones gubernamentales, aunque no, empero, sin agudos conflictos, entre la mayor¨ªa, formada por la Democracia Cristiana (DC), por el propio Partido- Socialista Italiano (PSI) y por otros tres partidos menores: el de los llamados laicos -republicanos-, la socialdemocracia. y los liberales. Las tensiones en el seno de esta coalici¨®n siempre se hab¨ªan resuelto, hasta que el a?o pasado la Democracia Cristiana propuso -y al parecer obtuvo- que Bettino Craxi volviese a tomar las riendas de su partido en el congreso socialista de 1987 y que el ¨²ltimo a?o de la legislatura tuviese al frente a un presidente del consejo democristiano. Cuando lleg¨® el momento del relevo -as¨ª se calific¨®, en t¨¦rminos deportivos, el pase de un mismo Gobierno a manos de un l¨ªder diferente-, Craxi conside r¨® nulo dicho acuerdo y la DC dio comienzo a la crisis proponiendo a los socialistas y a los restantes aliados que nominasen como presidente del Consejo -jefe del Gobierno- a su ¨²nico candidato, Giulio Andreotti. El partido socialista rehus¨®, y desde entonces la crisis se prolonga desde un encargo exploratorio a otros verdaderos y efectivos, pero sin qe se haya logrado un acuerdo. De ah¨ª el descontado recurso a las elecciones. Hasta aqu¨ª la cr¨®nica desnuda; la historia es algo m¨¢s complicada. Anteriores Gobiernos democristianos hab¨ªan logrado dirigir la mayor parte de las participaciones estatales, comprendidas en ellas absolutamente todos los nuevos cargos en las instituciones bancarias. Cuando comenz¨® la participaci¨®n socialista en el Gobierno, ¨¦stos fueron admitidos en la distribuci¨®n de los restantes organismos estatales. Una modesta parte de los cargos en departamentos no estrat¨¦gicos, y por tanto inferior a su peso num¨¦rico, le fue otorgada al Partido Comunista Italiano (PCI), al que, no obstante, se le dar¨ªa a t¨ªtulo compensatorio la presidencia de la C¨¢mara. Si a esto se a?ade que un socialista se, convertir¨ªa por vez primera en jefe del Estado en la persona de Sandro Pertini el cuadro de la distribuci¨®n de poderes entre los partidos coligados queda claro. Queda claro tambi¨¦n por qu¨¦ la DC acept¨® desganadamente que, durante un cierto per¨ªodo, fuesen socialistas tanto el jefe del Estado -Pertini hacia finales del mandato- como el presidente del Gobierno -Bettino Craxi- y, adem¨¢s, por qu¨¦ se dio prisa en alternar, dando lugar as¨ª a una discusi¨®n doctrinal entre m¨¢ximos constitucionalistas y reputados l¨ªderes de la opini¨®n. Seg¨²n el secretario de la DC, Ciriaco de Mita, el partido de la mayor¨ªa relativa tiene el derecho de dirigir siempre el Gobierno de coalici¨®n que logra formar. Seg¨²n el fil¨®sofo socialista Norberto Bobbio, es precisamente el equilibrio de la coalici¨®n el que dicta en cada caso qui¨¦n debe ser su l¨ªder en el hombre que, le garantiza todos sus componentes. Ning¨²n automatismo, por ende.Pero esta pol¨¦mica se Volvi¨® explosiva cuando el partido socialista neg¨® valor preeminente a esa especie de acuerdo privado que era el relevo respecto de los compromisos pol¨ªticos que se le iban presentando a la legislatura, lo que dividi¨® -esta vez no s¨®lo en cuanto al poder, sino en cuanto a contenidos de fondo- a los cinco partidos. El partido socialista se hab¨ªa manifestado muy especialmente por la suspensi¨®n de toda actividad nuclear, incluso la de ¨¢mbito civil, lo que supon¨ªa un alto a la construcci¨®n de las centrales ya en curso y a las proyectadas. Paralelamente, un ¨¢spero contencioso se gestaba entre el PSI y la DC sobre la responsabilidad civil de los jueces. Lo destacado de algunos casos y los maxiprocesos, con sus clamorosas condenas y sus consecutivas y tambi¨¦n clamorosas absoluciones, hab¨ªan suscitado la cuesti¨®n del perjuicio experimentado por el ciudadano injustamente inculpado.
La disputa de los referendos
Sobre las cuestiones nucleares y judiciales, los radicales, los ver des y otros sectores de la opini¨®n hab¨ªan promovido dos referendos a los que los socialistas se hab¨ªan adherido. Como partido siempre se hab¨ªan reservado la libertad de apoyar acciones p¨²blicas desvinculadas del Gobierno, aunque no fuese -como dijera Craxi- m¨¢s que para estimular al Parlamento a modificar las leyes. Respecto de la cuesti¨®n nuclear, la iniciativa hab¨ªa terminado por arrastrar tambi¨¦n al PCI, por entonces dividido. Al proponer el relevo, la DC pretend¨ªa, sobre todo, eludir dichos referendos. Andreotti sugiri¨® que cada partido votase a su favor, exceptuando un preventivo y muy limitado acuerdo sobre la soluci¨®n que posteriormente se adoptar¨ªa para sendos problemas y que, sustancialmente, consist¨ªa en bloquear una sola central nuclear y en abordar muy cauta y vagamente el de ¨¢mbito jur¨ªdico. En sustancia, la Democracia Cristiana consideraba vinculante la continuidad de la pol¨ªtica nuclear: o a trav¨¦s de un pacto f¨¦rreo a espaldas de los votantes o aboliendo la posibilidad del referendum con la disoluci¨®n de las C¨¢maras. El Partido Socialista no pudo aceptar. El PSI Propon¨ªa, por el contrario, un Gobierno que se comprometiera a hacer el referendum antes de la disoluci¨®n de las c¨¢maras, pero ello supondr¨ªa un compromiso temporal pero solemne de alianza de los socialistas con el PC a la vez que con la DC. A este compromiso ni el PSI ni el PC estaban dispuestos sin reservas. Por esta raz¨®n, el presidente Cossiga no pudo hacer otra cosa que encargar al presidente del Senado, Amintore Fanfani, la formaci¨®n de un Gobierno que condujera a Italia a las elecciones. Por esto es probable que los italianos vayan a las urnas en la primera quincena de junio. No se preven grandes cambios, pero si el electorado permitiera la victoria, aunque m¨ªnima, de la Democracia Cristiana y una disminuci¨®n, tambi¨¦n m¨ªnima, de los socialistas, o viceversa, ser¨¢ la se?al que indique la hegemon¨ªa de la Democracia Cristiana o de los socialistas en el pr¨®ximo Gobierno. Este es el punto real y en alguna medida hist¨®rico porque hasta ahora nunca, en concreto, se hab¨ªan enfrentado a este problema de la hegemon¨ªa.
Lo parad¨®jico de todo esto es que Bettino Craxi puede afrontar satisfactoriamente esta prueba de fuerza, porque el suyo, no es un partido socialista y, quiz¨¢, ni siquiera socialdem¨®crata en un sentido tradicional. A excepci¨®n hecha de la cuesti¨®n nuclear, su programa se encuentra m¨¢s pr¨®ximo al de los conservadores que al de los del SPD, y, obviamente, que al de los comunistas, quienes, a su vez, permanecen dubitativos ante un acuerdo con el PSI que pondr¨ªa su inmensa fuerza a disposici¨®n de Craxi -el cual siempre podr¨ªa cambiar de aliado-, y la tentaci¨®n inconfesada de establecer un acuerdo con la DC, lo que pondr¨ªa entre par¨¦ntesis al PSI.
M¨¢s all¨¢ de la cuesti¨®n del esclarecimiento est¨¢ el hecho, impensable para la Italia de hace 10 a?os, de que la DC es puesta en dificultades no por una intenci¨®n esclarecedora venida de la izquierda, sino por un. partido liberal-laborista, como le gustaba definirse, que hasta ayer ha puesto en pr¨¢ctica una pol¨ªtica m¨¢s liberal que laborista. En esta brecha abierta en la omnipotencia democristiana, la otra izquierda duda en avanzar, porque no dirigen el baile y no osan ahondar claramente la fisura que provoca en el centro la cuesti¨®n nuclear, con todo lo que ¨¦sta conlleva en t¨¦rminos de modelo de desarrollo econ¨®mico y de alianzas internacionales. Estas cartas se podr¨ªan jugar con audacia, particularmente ahora, ante las propuestas sovi¨¦ticas de desnuclearizar Europa y ante las dificultades por las que atraviesa la Administraci¨®n de Reagan.
Surgen, en definitiva, de la crisis actual antiguos resabios y nuevos semblantes del escenario pol¨ªtico. Por ello, no se trata de una crisis como otras anteriores ni otorgar¨¢ tampoco, previsiblemente, m¨¢s ¨¦xitos que consagren la relativa estabilidad pol¨ªtica de estos cuatro ¨²ltimos a?os.
Traducido por Alberto Vieyra.
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