Un di¨¢logo in¨²til
Lutero es una obra que va inclinando al espectador suavemente al tedio, al desapego, y le lleva finalmente al ensimismamiento. El centro, que se plantea a los pocos minutos del comienzo, es una discusi¨®n vagamente teol¨®gica entre Lutero y Erasmo. Sabemos que esa conversaci¨®n nunca sucedi¨®, pero la joven autora tiene todo el derecho para imaginarla como enfrentamiento entre protagonista y antagonista. El protagonista es Lutero; su biograf¨ªa, que se va evocando en escenas laterales a la manera de ilustraciones, mal resueltas por el texto y por la direcci¨®n de escena, adornadas por unas proyecciones desva¨ªdas e in¨²tiles sobre una pantalla negra; y parte de lo que fue su pensamiento. El antagonista, Erasmo, est¨¢ para suscitar esas evocaciones y esas reflexiones, para tratar de unir el car¨¢cter y los sucesos de la vida de Lutero a su rebeld¨ªa, a su protesta: se promete un destroz¨® mutuo, un combate de pensadores, y, en cambio, se deriva hacia un principio de acuerdo y un abrazo final, con lo que la autora parece sugerir que si las dos formas de cristianismo hubieran dialogado con m¨¢s veracidad y menos odios, y con Papa menos feroz que Le¨®n X, la gran ruptura de la Reforma y la Contrarreforma no hubiese sucedido nunca, y el destino de Europa hubiese sido otro. Tema quiz¨¢ de ensayo ucr¨®nico para otro tipo de pensador, pero escasamente teatral; o, por lo menos, resuelto sin teatralidad, que no se justifica por las incrustaciones de escenas supletorias.Cae la autora en el documentalismo hist¨®rico -citas abundantes de fechas y datos- y de exposici¨®n de opiniones; de donde el creciente desapego de quien contempla algo que es trascendental en la historia de Occidente, y de lo que se encuentran todav¨ªa vestigios en la vida de hoy, pero que indudablemente no es un alimento cultural de primera necesidad. La escritura es correcta, algunas frases son certeras; pero la ambici¨®n del tema no est¨¢ justificada por un pensamiento profundo, y menos por una materia teatral capaz de mantenernos en vigilia atenta.
Lutero, o la libertad esclava
De Mar¨ªa Manuela Reina. Int¨¦rpretes: Salom¨¦ Guerrero, Fernando Guill¨¦n, Fernando Delgado, Manuel de Blas, Mar¨ªa Teresa Cort¨¦s, Pepa Ferrer, Isabel Ordaz, Paco Plaza, Rafael Contreras,Fulgencio Saturno, Franky Huesca. Escenograf¨ªa y vestuario: David ?lvarez. Direcci¨®n: Manuel Collado. Producci¨®n: INAEM del Ministerio de Cultura. Estreno: Centro Cultural de la Villa de Madrid, 29 de abril.
La disposici¨®n esc¨¦nica -de Pedro Moreno- cae en la monoton¨ªa de lo sim¨¦trico, como sus figurines en el vicio de lo entonado -la gama de los marrones, con rupturas de color en las escenas intercalares-, lo cual contribuye al tedio; dentro de esa simetr¨ªa, el director Manuel Collado mueve a sus actores con rutina. El di¨¢logo lo conducen con dignidad Fernando Guill¨¦n -Lutero- y Fernando Delgado -Erasmo-; la colaboraci¨®n de Manuel de Blas consiste en cuatro papeles te¨®ricamente diferentes; el peor, el que representa a Tetzel -el fan¨¢tico dominicano predicador de indulgencias-; el m¨¢s adecuado, el del Papa Medicis, al que contribuye a hacer odioso. Entre los varios papeles secundarios destaca el breve pero justo de Salom¨¦ Guerrero.
Las ovaciones de los invitados al estreno hicieron pronunciar unas breves palabras a Mar¨ªa Manuel Reina; confes¨® que, en su miedo de v¨ªsperas, se hab¨ªa prometido no escribir m¨¢s teatro; pero lo que recogi¨® del ¨¦xito la lleva a rectificar. Seguramente tendr¨¢ sentido autocr¨ªtico para que ese futuro se aproveche m¨¢s de la lecci¨®n de lo que falla que de la adulaci¨®n amistosa.
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