Secord pierde la calma en el interrogatorio sobre el 'Irangate' .
El guante blanco en las investigaciones del Congreso sobre el Irangate se acab¨® ayer. El abogado del Comit¨¦ Investigador del Senado, Arthur Liman, consigui¨® romper la fr¨ªa calma de Richard Secord con un interrogatorio muy agresivo dirigido a desmontar su historia de que actu¨® por "patriotismo" y a probar que s¨®lo le mov¨ªa el puro beneficio econ¨®mico.Pero en dos horas de esfuerzos, que irritaron al ex general Secord, que se quej¨® de que "he venido a declarar voluntariamente, pero no a ser molestado", Liman no logr¨® su objetivo. En algunos momentos parec¨ªa que la sala de audiencias del Senado se hab¨ªa convertido en una sala donde se segu¨ªa un proceso penal, lo que fue luego criticado por uno de los congresistas miembros de la investigaci¨®n. El abogado de Secord protest¨® por eltratamiento que se dio en la sesi¨®n de, la ma?ana a su cliente. Liman trat¨® de probar que Secord, el experto en operaciones encubiertas que mont¨®, a petici¨®n de la Administraci¨®n, una red privada para armar a la contra y a Jomeini, se ha quedado con dinero perteneciente al contribuyente norteamericano.
La investigaci¨®n del Congreso de EE UU sobre el Irangate continu¨® ayer centrada en determinar si la denominada red privada de ayudas a los contras nicarag¨¹enses era, como parece, una operaci¨®n p¨²blica y gubernamental disfrazada o, como defiende su principal protagonista y primer testigo de la investigaci¨®n, Secord, un puro asunto comercial.
Secord insiste en que los beneficios obtenidos en la operaci¨®n de venta de material b¨¦lico a Ir¨¢n gracias a poner un sobreprecio a las armas, 18 millones de d¨®lares (2.250 millones de pesetas), son privados. Y su utilizaci¨®n para ayudar a los contras no viola la prohibici¨®n del Congreso -efectiva desde octubre de 1984 al oto?o de 1986- de utilizar dinero p¨²blico para ayuda militar a los ant¨ªsandinistas.
Secord, que contin¨²a repitiendo que el presidente de EE UU, Ronald Reagan, y el vicepresidente, George Bush, sab¨ªan lo que estaba haciendo, armar a los contras, a pesar de que el Congreso hab¨ªa prohibido la ayuda oficial de EE UU, afirm¨® ayer: "No hay ninguna duda de que la operaci¨®n se realiz¨® de una forma encubierta para ocultarla al Congreso". El presidente Reagan volvi¨® a negar ayer que supiera que se estaban mandando armas a los antisandinistas. "Secord debe estar mal informado", dijo, pero precis¨® que s¨ª conoc¨ªa que Secord estaba ayudando de alguna forma a los contras.
Pero ni ¨¦stas ni otras revelaciones, como que Secord destruy¨® documentos o que Reagan y Bush llamaron a North para expresarle su pesar por el estallido del esc¨¢ndalo, atraen la atenci¨®n p¨²blica que est¨¢ viendo defraudada sus expectaciones. El caso del supuesto fugaz adulterio de Gary Hart sigue interesando m¨¢s que la investigaci¨®n p¨²blica del Irangate. El primer aspirante dem¨®crata a la Casa Blanca interrumpio ayer su campa?a presidencial, que inici¨® hace un mes, para dedicar "d¨ªas o incluso semanas" a su familia.
Secord ha admitido que, en una reuni¨®n en la Casa Blanca, en enero de 1986, con asistencia de importantes asesores presidenciales y funcionarios de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), incluyendo abogados, se decidi¨® que la CIA comprar¨ªa armas del Pent¨¢gono y las vender¨ªa a la empresa privada de Secord. ?ste, a su vez, las vend¨ªa a un intermediario iran¨ª, que por fin se las suministraba a Teher¨¢n.
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