Desnudos bajo el sol
EL DESNUDO, parcial o total, es ya una costumbre extendida en las playas y piscinas espa?olas. Sin embargo, por practicarlo, dos j¨®venes andaluzas pasaron prisi¨®n esta semana en una localidad gaditana, perseguidas por un juez sa?udo que las sorprendi¨® mientras ¨¦l paseaba en ch¨¢ndal. La reacci¨®n social frente al encarcelamiento de las ba?istas demuestra palpablemente que la consideraci¨®n moral va por caminos muy diferentes a los que interpret¨® el juez censor.Unos 40.000 turistas extranjeros pasan la mayor parte de sus vacaciones desnudos a lo largo de m¨¢s de medio centenar de zonas y campings dedicados al naturismo en Espa?a. Y muchos espa?oles pasean en cueros en las playas libres, donde no llega la autoridad de aquellos jueces con la mirada escandalizada. La actitud social se hace cada vez m¨¢s permeable a esta manifestaci¨®n. Considerablemente m¨¢s lenta es, sin embargo, la respuesta administrativa a esta pr¨¢ctica. El C¨®digo Penal se ha manifestado absolutamente inm¨®vil y no ha variado un ¨¢pice, desde los a?os cuarenta, en lo que se refiere a la consideraci¨®n que le merece el desnudismo. Procesamientos, multas, garrotazos, persecuciones puritanas y verdaderas cruzadas han perseguido, con una legislaci¨®n obsoleta en la mano, a los que han osado exhibirse como Dios los trajo al mundo. Una actitud m¨¢s tolerante, nacida en torno a la transici¨®n democr¨¢tica, tras las elecciones de 1977, no ha impedido que crezcan como hongos cruzados que han querido vestir al pr¨®jimo a la fuerza.
La Administraci¨®n ha autorizado centros naturistas con los que el Ministerio del Interior proyecta equiparar la deficiente legislaci¨®n espa?ola a la de otros pa¨ªses europeos, donde el naturismo est¨¢ considerado legalmente como una pr¨¢ctica deportiva m¨¢s y es motivo de atracci¨®n para turistas adscritos al naturismo. En Yugoslavia, el 25% de los turistas que visitan este pa¨ªs cada a?o es naturista. As¨ª, no es de extra?ar que la costa del Adri¨¢tico se haya convertido en una sucesi¨®n de campings y urbanizaciones para este tipo de turistas. Francia, Grecia e Italia tambi¨¦n explotan en gran escala esta demanda.
F¨¢cil es deducir que la fuerza de las cosas empuja a la misma situaci¨®n en Espa?a, pero la pervivencia hoy en el C¨®digo Penal de un precepto que tipifica el delito de esc¨¢ndalo p¨²blico desde concepciones propias de los a?os cuarenta, y que ha dado lugar a una jurisprudencia desfasada, puede producir todav¨ªa muchos sinsabores a autoridades y ciudadanos en general. El C¨®digo Penal vigente recoge en su art¨ªculo 431 el denominado delito de esc¨¢ndalo p¨²blico como "el que de cualquier modo ofendiere el pudor o las buenas costumbres con hechos de grave esc¨¢ndalo o trascendencia". Es lo que los t¨¦cnicos en derecho denominan un tipo pena? abierto, que no tendr¨ªa mayores consecuencias en la pr¨¢ctica si no existiese tanto- inquisidor predispuesto a imponer su particular sentido de la moral o de las buenas costumbres.
Esta inseguridad jur¨ªdica que se cierne sobre los ciudadanos choca, no obstante, con los principios de certezajur¨ªdica y de legal¨ªdad que consagra la Constituci¨®n. El ciudadano de un Estado de derecho debe conocer de antemano lo que est¨¢ o no prohibido, y sin que la decisi¨®n proceda, sin m¨¢s, de la interpretaci¨®n subjetiva de la autoridad correspondiente. Porque siendo as¨ª se provoca la pintoresca consecuencia de que lo que puede llevar hasta una celda de prisi¨®n en un punto de la costa espa?ola sea en otro motivo de solaz y de atracci¨®n deportiva. La libertad para los espa?oles toma de este modo, poco m¨¢s o menos, el car¨¢cter de una planta tornadiza que cunde o se asfixia en funci¨®n de la latitud y del vigilante judicial que la tolera o la extermina.
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