Un Tulio para sobrero
La sorpresa al llegar a la plaza fue que el sobrero era un tulio Mal le debe ir a la ganader¨ªa de Isa¨ªas y Tulio V¨¢zquez, que goz¨® de la predilecci¨®n del p¨²blico torista de Madrid durante muchos a?os. Los Tulio eran toros de gran emoci¨®n y bravura. A¨²n no han olvidado los aficionados veteranos aquel Horquillero colorao, que se lidi¨® en la d¨¦cada de los a?os 50 en Las Ventas, paradigina de la casta y de la bravura del toro de lidia.Saltaban los Tulio a la arena y aquello era un vendaval de embestidas; remataban en los burladeros, hac¨ªan saltar por los aires las tablas, sacaban las puertas de sus goznes, persegu¨ªan codiciosos los enga?os derribaban caballos. Decir Tulio equival¨ªa a decir lidia argumentada, fiesta brava en su m¨¢s depurada autenticidad Naturalmente las figuras no los quer¨ªan ni ver y correspond¨ªa a los espadas modestos que nada exigen- medirse con este ganado, con el que no se pod¨ªan lucir pues, a los problemas que presentaba la casta agresiva de los toros, se un¨ªa su l¨®gico desentramiento.
M
Domecq / Bayas, Viard, ManriqueCuatro toros del marqu¨¦s de Domecq, flojos, encastados; 4? sobrero de Isa¨ªas y Tulio V¨¢zquez, con trap¨ªo, bravuc¨®n; 6? de Daniel Ruiz, deslucido. El Bayas: estocada perdiendo la muleta (aplausos y salida la tercio); estocada delantera (aplausos y saludos). Andr¨¦ Viard: cuatro pinchazos y cinco descabellos (silencio); tres pinchazos y media baja (algunos pitos). Jorge Manrique: estocada corta trasera tendida perdiendo la muleta (petici¨®n y vueltay, pinchazo perdiendo la muleta y saliendo perseguido, estocada, descabello -aviso con minuto y medio de retraso- y otro descabello (ovaci¨®n). Viard y Manrique confirmaron la alternativa. Plaza de Las Ventas, 10 de mayo.
Rechazados por la torer¨ªa que impone y el empresariado que manda, escasamente reclamados por el p¨²blico pues hay pocas aficiones torist¨¢s como la de Madrid , los Tulio pasaron al olvido y ahora est¨¢n de sobreros. Sali¨® en cuarto lugar el sobrero Tulio, sustituyendo a un inv¨¢lido, y siendo el de menos peso de la corrida, ten¨ªa superior trap¨ªo.
Toro hondo, ser¨ªsimo, casi aleonado, muy armado y vuelto de astas, dio un juego desconcertante. No paraba de escarb¨¢r y sin embargo acud¨ªa muy pronto, muy largo, muy fijo a los caballos. Lleg¨® agotad¨ªsimo a la muleta, pero humillando bien por el pit¨®n derecho. A El Bayas, que lo tore¨®, le falt¨® temple para lucir esa embestida boyante. Es diestro poco placeado El Bayas, pese a su ya larga veteran¨ªa, y el mismo defecto acus¨® en el noble Domecq que le correspondi¨® en primer lugar. Cumpli¨® con decoro.
A los toricantanos Andr¨¦ Vi¨¢rd y J¨®rge Manrique no s¨®lo se les vio poco placeados; tambi¨¦n parec¨ªan muy inmaduros para militar en el escalaf¨®n superior de la torer¨ªa. Vi¨¢rd no parec¨ªa conocer otro pase que el derechazo, y lo ensayaba tercamente sin interpretarlo nunca con arte ni hondura; Manrique intentaba suplir con cora e la t¨¦cnica que le faltaba para entender terrenos y distancias.
A ninguno les salieron toros rigurosamente pastue?os, pero s¨ª suficientemente manejables para hacerles las faenas que echaba de menos la afici¨®n. La casta de los toros pon¨ªa en evidencia la falta de recursos de los toreros. Quiz¨¢ ambos puellegar¨¢n a figuras, cuando aprendan. Pero ni a Las Ventas se viene a aprender ni tiene sentido,la alternativa cuando no se conoce a fondo el oficio.
Al segundo de la tarde el picador Francisco Mar¨ªa le pic¨® en el morrillo, como debe ser, y alg¨²n sector del p¨²blico, que s¨®lo ha conocido los puyazos traseros, protestaba por eso, creyendo que lo hac¨ªa mal. Ese toro, castigado como se debe, lleg¨® a la muleta ahormado y con la embestida viva que se requiere para hacer el toreo. En cambio ?ngel Trinidad tundi¨® el espi nazo del Tulio clav¨¢ndole feroces puyazos traseros, y lo dej¨® moribundo. Ojal¨¢ alguien entienda estas lecciones y las aprenda para el futuro inmediato.
Orteguita prendi¨® un emocionante par en lo alto al tercero, reuniendo en la cara, y tambi¨¦n fue bueno uno de los que Curro ?lvarez puso al sexto. Otros peones tiraban los palos a donde cayeran. Como en la vida, la corrida tuvo de todo: negro-malo, blanco-jubilar -de j¨²bilo- y grises.
Y los toros, a juego en esta variedad, por sus diferentes tipos de trap¨ªo -todos lo ten¨ªan sobrado- o por sus pelajes: colorao, casta?o albardado, por supuesto negro -tirando a za¨ªno o a azabache- y un sexto ejemplar de estampa, berrendo en c¨¢rdeno, botinero y si nos apuran, hasta c¨¢rdeno claro por el capirote. Corridas as¨ª, buenas o malas, hacen falta, porque en la variedad est¨¢ el gusto.
Babelia
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