Extra?as figuras
Llegaron las figuras y la gente fue a verlas. La gente abarrot¨® Las Ventas y se?alaba con el dedo a las figuras: "Mira, Manzanares, qu¨¦ fino se le ve", y "Mira, Ortega Cano, qu¨¦ t¨¦cnico". Cuanto hicieran era confirmaci¨®n de finura o de t¨¦cnica, as¨ª uno correteara crispado, otro pegara muletazos a tropezones. Mucha gente quiere que la corrida sea como una pel¨ªcula, donde el chico y la chica se casan al final, y si en la corrida no se casan al final, pues lo sue?a. La realidad, no obstante, suele ser otra. Las figuras de hoy son extra?as figuras que ni siquiera saben representar el papel que se les asigna.Y luego el asunto del toro. Los toros que iban saliendo en la feria -moruchos de, Pablo Romero aparte- eran un orgullo para la afici¨®n, que estaba satisfech¨ªsima, y ya iba a indultar a la Comunidad / Chopera, inquietante maridaje empresarial, de sus muchos agravios, confiada en que trap¨ªo y casta ser¨ªan la constante del ganado que a¨²n queda por lidiar. La afici¨®n es de una ingenuidad entemecedora. Porque lo sucedido ayer es lo de siempre en el vidrioso mundo de la tauromaquia: los modestos, a los leones; las figuras, entre algodones.
M
Gonzalez/ Anto?ete, Manzanares, Ortega CanoToros de Manuel Gonz¨¢lez y Gonz¨¢lez-S¨¢nchez Daip (1?, 2? y 6?), desiguales de trap¨ªo, impresentables 2? y 3?, en general mansurrones. Anto?ete: media perpendicular (bronca); dos pinchazos, estocada corta delantera y dos descabellos (bronca). Jos¨¦ Mari Manzanares: estocada ca¨ªda (divisi¨®n y saluda); pinchazo hondo, rueda de peones -aviso- y descabello (divisi¨®n y tambi¨¦n protestas cuando saluda). Ortega Cano: estocada y seis descabeflos (silencio); dos pinchazos y estocada ca¨ªda (pitos). Plaza de Las Ventas, 22 de mayo. Octava corrida de feria.
Los toros de Manolo Gonz¨¢lez y de Gonz¨¢lez-S¨¢nchez Dalp -o sea, la familia- no ten¨ªan fuerza, ni casta, y algunos ni presencia. Cualquiera de los novillos que se lidiaron el pasado lunes era m¨¢s toro, m¨¢s fuerte, m¨¢s encastado, que el g¨¦nero que envi¨® a Las Ventas la familia. La afici¨®n habr¨ªa querido ver a las extra?as figuras con aquellos novillos, sin ir m¨¢s lejos.
Hubo sus excepciones con los toros y los que son seg¨²n la tauromaquia manda, le correspondieron a Anto?ete. Tambi¨¦n es casualidad. ?Acaso el abuelo ven¨ªa de primo? La gente que sue?a las corridas no estaba muy segura de las capacidades del maestro. La gente que sue?a las comdas duda de que Anto?ete vaya a casarse al final con la chica. La verdad es que Anto?ete, maestro indiscutible, ya no est¨¢ para trotes, por mucha maestr¨ªa que desborde su coraz¨®n. Anto?ete daba un capotazo y le protestaba el pulm¨®n. El pulm¨®n de Anto?ete no puede pasar tanto tiempo sin recibir generosas provisiones de humo. El d¨ªa en que le dejen a, Anto?ete fumar mientras torea -y llevar otro pitillo en la oreja- volver¨¢ a estar para los trotes de dominar toros.
Conserva intacto el valor y por eso aguantaba en la soledad de los medios la fuerte embestida. Era al remate del pase cuando ven¨ªa el problema: ?c¨®mo puede sortear la codicia del toro que se revuelve un maestro jadeante, un hombre de canilla fl¨¢ccida, un fumador al que le falta el pitillo?
Ese problema, en cambi¨®, lo tiene resuelto Manzanares, que aprieta a correr y no boquea ni nada. A Manzanares le da lo mismo que el toro sea codicioso o no, para apretar a correr en el remate de cada pase. Adem¨¢s el pase lo embarca con el pico. Son finuras que amplios sectores de la plaza celebran, y si otras amplios sectores las censuran, ser¨¢ por envidia. Cuando un fino torero da pases con el pico, los que no est¨¦n conf¨®rmes se callan -dicen sus seguidores- Cuando a un fino torero le sueltan un torete moribundo como el segundo de ayer, que hocica la arena y rueda cuan largo es, se levanta al desahuciado tir¨¢ndole del rabo que para eso est¨¢n las cuadrillas: y al fino torero se le desagravia con una ovaci¨®n. Cuando un fino torero se pasa diez minutos ahogando la embestida a un toro, como Manzanares al quinto, se proclama que el trabajo dignifica al hombre.
Tampoco padece problemas respiratorios Ortega Cano. Los debe tener, sin embargo, de acoplamiento con los toros y no consigui¨® hacer faena ni al enterizo ni al abecerrado. Podr¨ªa ser una pasajera crisis de identidad, pues otras veces ha triunfado en m¨¢s dificiles empresas. Le pitaron, pero fue una pita testimonial.
El p¨²blico que sue?a las corridas justific¨® a las extra?as figuras y en cambio a Anto?ete no le justific¨® nada, por viejo. La edad no perdona, pero menos a¨²n perdonan la edad del torero las gentes que sue?an la corrida. All¨¢ ellas porque, viendo s¨®lo lo que quieren ver, se pierden la realidad de las cosas, que a veces son m¨¢s bellas. El redondo bueno que hubo en la tarde, ese lo dio Anto?ete; los ayudados de castigo, con la hermosura de la pierna arqueada qpe priva a la afici¨®n, Anto?ete tambi¨¦n. Y un lance magistral, echando el capote abajo, suerte cargada, para fijar al toro huido, que lo dej¨® hipnotizado, a la espera de nuevos acontecimientos. Si los nuevos acontecimientos consistieron en que el viejo maestro jadeaba, resoplaba, carraspeaba flemas, esas ya son cuestiones pulmonares y bronquiales, ajenas a la tauromaquia.
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