Alegor¨ªa del padecimiento
Con Nofres, Ram¨®n Oller se coloca en una posici¨®n de privilegio dentro del panorama de la danza espa?ola contempor¨¢nea. Su nueva creaci¨®n le ha salido bien, y es una prueba m¨¢s de que en Catalu?a existe un fermento de creaci¨®n e inquietud coreogr¨¢fica que a¨²n es v¨¢lido, y que no siendo el ¨²nico de Espa?a, es sin duda el que ha aceptado la vanguardia europea sin mayores reparos, entrando incluso en una mec¨¢nica de producci¨®n del espect¨¢culo m¨¢s elevada.El core¨®grafo no reprime estas influencias de allende los Pirineos y las hace suyas, sin caer en lo mim¨¦tico. Oller va camino de purificar su lenguaje, usando de la t¨¦cnica en funci¨®n de un gui¨®n gestual propio.
Nofres est¨¢ compuesto con rara hermosura desde su vestuario hasta su estructura, m¨¢s dentro de lo po¨¦tico que de lo org¨¢nico, danc¨ªsticamente hablando. Es una obra con muchas imperfecciones, pero con fuerza y sinceridad en su planteamiento b¨¢sico, lo que la hace trascender las dificultades de falta de rodaje, y esa ambici¨®n de Oller por llenar el tiempo de la danza con el espacio de los pasos. El control viene dado por la madurez, y en los solos o los d¨²os esto se hace evidente. Falta este control en los aforamientos, que se producen sin car¨¢cter, de manera demasiado coloquial para el tono de la pieza, y falta tambien entrenamiento en los coros.
Grupo Metros
Nofres. Coreograf¨ªa: Ram¨®n Oller; m¨²sica: Agust¨ª Fern¨¢ndez y Saqui Guillem; escenograf¨ªa: Joan Jorba; vestuario: C¨¦sar Olivar. Ciclo Madrid en Danza. Sala Olimpia. Madrid, 29 de mayo.
El baile es b¨¢sicamente lento, pero no mon¨®tono ni monocromo. El montaje no es catalogable dentro de la danza-teatro, pues sus desplazamientos son bailados.
Hay una referencia literaria obligada: La monta?a m¨¢gica. El tema de Nofres es la enfermedad y su efectos, desarrollando peque?as elipsis dram¨¢ticas entre los supuestos enfermos. No se llega a saber si hay remisi¨®n del mal, y si no lo hay, y se impone la par¨¢bola con el SIDA.Como en la monumental novela de Mann, hay esos amores interrumpidos entre los condenados, esos destellos de vitalidad agonizante, de autoenga?o del moribundo. Y hay, en estas representaciones extremas, un exceso de m¨ªmica de la desesperaci¨®n que le quita impacto a las propuestas, llegando a una histeria innecesaria.
La m¨²sica cumple su papel y se agradece que sea grabada. La orquesta en escena le quita injustamente protagonismo al baile. El final es una evocaci¨®n de los or¨ªgenes (?del mal o de la danza?) cuando la bailarina, mientras el resto agoniza, perpet¨²a un correcto y lento arabesque.
Babelia
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