La lecci¨®n intelectual
Es un descanso o¨ªr debatir un tema a los escritores; un contraste, sobre todo, con las discusiones recientes de los pol¨ªticos. Saben su idioma, conocen el arte de resumir las frases y colocarlas; tienen una prudente educaci¨®n entre ellos. Y no cierran puertas al di¨¢logo.Quiz¨¢ porque el grupo que represent¨® en el programa Debate de Victoria Prego el foro del Congreso de Intelectuales que se est¨¢ celebrando en Valencia (que conmemora el Congreso de Escritores Antifascistas de 1937 en la misma ciudad) estaba minuciosamente escogido. Ahuyentados los profetas y los iracundos, los descontentos y los cr¨ªticos del poder, quedaban en escena los elegantes y prudentes: Octavio Paz, Jorge Sempr¨²n, Mario Vargas Llosa; un poco disidentes en sus vestiduras, Juan Goytisolo, de brillante amarillo; Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, con un new look rojizo y unos kilos perdidos quiz¨¢ en Marbella; Fernando, Savater, entonado en rosa.
El debate dio varias lecciones, La primera, la de la necesidad imprescindible del idioma como campo de encuentro, como manera de ajustar entre s¨ª ideas. La m¨¢s importante, la de una posible conclusi¨®n que dise?a certeramente el mundo de hoy: no hay verdades, no hay dogmas, no hay consignas v¨¢lidas para el pensamiento.
Lo cual no debe significar una repulsa para los escritores que 50 a?os atr¨¢s se reunieron en Videncia y en Madrid como combatientes de una cultura que se estaba jugando la vida. Entonces s¨ª hab¨ªa verdades.
L¨®gicamente moderado
Los escritores convocados ante las c¨¢maras de televisi¨®n rozaron moderadamente esa cuesti¨®n hist¨®rica; todo fue l¨®gicamente moderado. Se pregunta uno si tras esta tersura social de los grandes maestros, aun evocando temas duros -como el Tercer Mundo de Goytisolo, como los ncoestalinismos y los neofascismos-, no hay otra realidad intelectual de perseguidos, humillados y encarcelados en un centenar de pa¨ªses que no concuerdan con esta mesura y puedan tener tambi¨¦n el calificativo de intelectuales.Se pregunta uno si los que no han acudido a Valencia (all¨¢ ellos, es su culpa) o los que no han sido convocados al debate (all¨¢ Televisi¨®n Espa?ola su posible inquietud ante los sublevados) hubieran dado otro tono m¨¢s arriscado.
Pero lo que existe es lo que se ve en la pantalla de televisi¨®n, y lo que se vio en este debate es una forma de civilizaci¨®n, de cultura y de enfrentar posiciones con seriedad y sin dislates que siguen valorando la funci¨®n del intelectual y que muestran c¨®mo este medio de la televisi¨®n es el suyo, aunque traten de arrebat¨¢rselo otros.
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