Sobre la responsabilidad de los intelectuales
El aniversario de la guerra civil espa?ola constituye una ocasi¨®n apropiada para realizar un examen de conciencia. Dem¨®cratas, socialistas, liberales, todos un¨¢nimemente celebraron con las m¨¢s grandes esperanzas el advenimiento del siglo XX. Se supon¨ªa que nuestro siglo iba a realizar todos los nobles sue?os de nuestros antepasados: el progreso, la paz eterna, la libertad, la justicia social y tantas otras cosas. Los grandes sue?os le han transformado en una serie de pesadillas. De las ruinas de la I Guerra Mundial surgieron, reg¨ªmenes totalitarios de diferentes colores. Todo el continente europeo se vio asolado por el fascismo, el nazismo y por diversas clases de dictaduras militares y civiles. A finales de 1940, casi toda la Europa continental cay¨® v¨ªctima de esa plaga. ?Qu¨¦ es lo que fall¨®? Los historiadores enumerar¨¢n todas las condiciones objetivas; no obstante las condiciones son s¨®lo condiciones. Hacen que algunos acontecimientos tengan m¨¢s probabilidades de ocurrir que otros, pero no los determinan. Desde que vivimos en la historia, desde que se hace historia, somos los seres humanos quienes la hacemos. Entre ellos, el estrato social denominado los intelectuales tiene, desde los albores de la modernidad, una considerable influencia en el curso de ,los acontecimientos.Liderazgo pol¨ªtico
Se ocupen de lo que se ocupen los intelectuales, desarrollan adem¨¢s determinadas ideas sobre el mejor Estado del mundo y yuxtaponen esas ideas a la insignificancia de la vida cotidiana, a la estrechez de miras de la pol¨ªtica de la clase burguesa, a los infinitos y deshumanizados compromisos de la burocracia (estatal o sindical).
Debido a estas y similares ideas, los intelectuales tienen una fuerte inclinaci¨®n a tomar en sus propias manos la elaboraci¨®n de la pol¨ªtica. Piensan que pueden hacer cosas maravillosas s¨®lo con ocupar el lugar de los socialistas y socialdem¨®cratas buscadores de votos, de los sucios pol¨ªticos democraticos (por utilizar una frase acu?ada por Hitler).
Creen que podr¨ªan traer de inmediato el para¨ªso a la Tierra; restaurar la religiosidad, la jerarqu¨ªa y el orden medievales; establecer el Reich milenario o hacernos entrar de una tacada en una sociedad comunista no alineada.
Los intelectuales de la primera mitad de este siglo, e incluso de a?os posteriores, entend¨ªan su condici¨®n de tales como una vocacion para el liderazgo pol¨ªtico. Varios de ellos quer¨ªan de una forma bastante sincera conducir a los dem¨¢s hacia determinados objetivos que ser¨ªan beneficiosos para todos. Pero siempre deseaban ser los conductores, ser la vanguardia, tener seguidores, una multitud rode¨¢ndoles que se hiciera eco de sus ideas.
Necesitaban. a la multitud porque necesitaban los n¨²meros para la realizaci¨®n de sus sue?os. Sobre todo, los intelectuales se situaban en contra de la prosa del mundo moderno. So?aban con acciones que pasmaran al mundo, quer¨ªan poner a prueba sus almas, emulaban el ejemplo dado por los antiguos h¨¦roes. Ansiaban vivir, aunque s¨®lo fuera por un momento, frente ¨¢ la muerte.
Experimentar la metaf¨ªsica de la tragedia era su gran ambici¨®n personal. Incluso los que en la realidad viv¨ªan las vidas de los fosilizados hombres de la burgues¨ªa o de la clase media alta, o las de un apparatchik manipulador, albergaban la ilusi¨®n de responder a la heroica imagen que ellos mismos se hab¨ªan fraguado.
Los sue?os de los intelectuales eran de clases muy diferentes. Entre ellos exist¨ªan sue?os hermosos y sue?os repulsivos, sue?os constructivos y sue?os destructivos, sue?os inocentes y sue?os infernales.
No obstante, sin tomar en consideraci¨®n el contenido de esos sue?os, la propia actitud era irresponsable. Y lleg¨® a ser m¨¢s importante que el contenido de los sue?os y de las ideas. Con la mayor frecuencia, esa actitud modific¨® el contenido original; pero incluso cuando no lo hac¨ªa, la propia estructura de la relaci¨®n l¨ªder-multitud, el culto hist¨¦rico del hero¨ªsmo y la violencia, el extremismo subyacente preparaban en cierto modo a la gente para los carnavales de las carnicer¨ªas humanas, las induc¨ªan a someterse y a vitorelar a los t¨ªranos.
La buena vida
Los pa¨ªses de la parte de Europa que hab¨ªan estado sometidos al dominio nazi y fascista, a dictaduras militares y civiles de derechas, entraron ya en la etapa de un nuevo comienzo, algunos de ellos inmediatamente despu¨¦s de la II Guerra Mundial; algunos otros (Grecia, Espa?a, Portugal), considerablemente despu¨¦s.
Hoy, la responsabilidad de los intelectuales consiste, entre otras cosas, en actuar contra una nueva oleada de movimientos de la clase de los que, en primer lugar, han llevado a tales dictaduras. Por muy comprensible que pueda ser la nostalgia de los intelectuales por la gran vida es exactamente esa nostalgia la que tiene que ser olvidada. En vez de luchar por la gran vida, los intelectuales deben luchar por la buena vida.
La buena vida es una categor¨ªa tradicional de la antigua democracia. Vivimos la buena vida en la medida en que participamos como ciudadanos, un ciudadano entre todos los dem¨¢s, en la conducci¨®n de los asuntos p¨²blicos.
Los intelectuales responsables, que son conscientes de las experiencias hist¨®ricas, rechazan la posici¨®n de liderazgo. Rechazan tambi¨¦n la tentaci¨®n de practicar las virtudes heroicas. En su lugar aprenden a practicar las virtudes c¨ªvicas, tales como el valor c¨ªvico, la tolerancia radical, la solidaridad y la buena disposici¨®n para participar en discusiones abiertas en relaci¨®n con todas las materias de inter¨¦s p¨²blico.
Verdad y servicio
En un intelectual no es lo irresponsable tener sue?os trascendentales, sino el intento de superimponerlos a los dem¨¢s incluso mediante la m¨¢s suave de las fuerzas. Los intelectuales responsables conf¨ªan al papel sus ideas o se dirigen al p¨²blico con ellas en su capacidad real: como ideas propias. Porque los intelectuales responsables no pretender¨¢n que ellos, y s¨®lo ellos, son los depositarios- de la verdad. Por consiguiente, ofrecen sus ideas a los dem¨¢s como un servicio. "T¨®malo o d¨¦jalo" -sugiere el gesto- de acuerdo con tus necesidades, no con las m¨ªas -aunque, evidentemente, los intelectuales desean que sus ideas sean aceptadas por muchas personas.
La vida de un buen ciudadano puede parecer aburrida en comparaci¨®n con la de un h¨¦roe de la antigua estirpe y, sin embargo, no es necesariamente menos heroica. El hero¨ªsmo de la gran vida dura unos pocos a?os, a veces s¨®lo unas pocas unas o minutos. El hero¨ªsmo de la vida de un buen ciudadano es una tarea que ha de extenderse a lo largo de toda ella.
El intelectual responsable que ha aprendido sus lecciones de la historia y que quiere que nuestro siglo acabe al menos en una nota m¨¢s prometedora que aquella con que empez¨® es un buen ciudadano. El intelectual, como buen ciudadano, trata de extender su actitud m¨¢s all¨¢ de las fronteras de su Estado, practica las virtudes c¨ªvicas del valor c¨ªvico, la solidaridad, la tolerancia radical y la buena disposici¨®n para una discusi¨®n abierta cuando est¨¦ relacionada con materias de grave preocupaci¨®n en cualquier lugar del mundo. Porque la responsabilidad del intelectual se extiende m¨¢s all¨¢ del mundo europeo: si despu¨¦s de tanto tiempo hemos conseguido aprender a abstenemos de envenenar nuestra propia sopa, no debemos echar veneno en la sopa de ning¨²n otro.
Traducci¨®n de M. C. Ruiz de Elvira.
Babelia
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