Las otras pol¨ªticas
APROXIMADAMENTE EL 40% de los municipios, incluyendo buena parte de las capitales de provincia, seguir¨¢n siendo gobernados por el PSOE, pese a las p¨¦rdidas electorales sufridas por dicho partido. Pero ese descenso ha hecho perder a los socialistas la mayor¨ªa absoluta en todas las grandes ciudades, por lo que tendr¨¢n que gobernar en minor¨ªa. La negativa del CDS a concluir pactos orientados a desplazar al PSOE de las alcald¨ªas posibilitar¨¢, pues, el mantenimiento del partido del Gobierno en las alcald¨ªas de m¨¢s de 3.000 ayuntamientos espa?oles. Pero contribuir¨¢ tambi¨¦n a fortalecer el proyecto pol¨ªtico de Su¨¢rez, destinado, no a devolver el poder a la derecha ultramontana, sino a constituir una alternativa, incluso si es como partido-bisagra, a los excesos y abusos socialistas.En m¨¢s de 20 capitales y en ocho comunidades aut¨®nomas, un eventual pacto entre Alianza Popular y el Centro Democr¨¢tico y Social, con el refuerzo, a veces, de alg¨²n partido regional, hubiera conformado mayor¨ªas capaces de desplazar al PSOE. Pero la realidad ha demostrado que semejante eventualidad era s¨®lo un sue?o injustificado de los nuevos chicos de AP y una maniobra electoralista lanzada por Alfonso Guerra durante la campa?a, a fin de debilitar las expectativas de crecimiento del CDS. El silencio de Su¨¢rez, que se dej¨® cortejar sin ceder a la seducci¨®n, y que tard¨® m¨¢s de dos semanas en reunir a su Comit¨¦ Nacional, abon¨® toda suerte de c¨¢balas. Cuando el l¨ªder centrista rompi¨® su mutismo no hizo sino reafirmar lo que hab¨ªa adelantado durante la campa?a: que no suscribir¨ªa acuerdos de gobierno, municipales o territoriales, con ninguna otra fuerza. Su actitud ha sido permitir, mediante la abstenci¨®n o el voto a su propio candidato, que gobierne el partido que obtuvo m¨¢s votos el d¨ªa 10.
De manera cada vez m¨¢s n¨ªtida, el CDS aspira a acreditarse como fuerza capaz de disputar el espacio pol¨ªtico en el que se reconoce hoy la gran mayor¨ªa del electorado, y en el que ha cimentado su triunfo el partido de Felipe Gonz¨¢lez desde 1982. Su¨¢rez ha renunciado incluso a algunas posibilidades brillantes con tal de no quedar marcado con signos que pudieran identificar a su partido como una simple prolongaci¨®n de la antigua UCD. Para recoger los frutos de un desfallecimiento del PSOE es imprescindible dotarse, desde la oposici¨®n en los municipios y en las comunidades aut¨®nomas, de una identidad sin connotaciones reaccionarias. Y si algo puede perjudicar ese proyecto es una polarizaci¨®n derecha-izquierda como la que se producir¨ªa si en el ¨¢mbito local germinase una alianza antisocialista.
La actitud de Su¨¢rez ha podido defraudar a un sector de su partido, y decepcionar al segmento conservador de sus votantes, movilizado por el objetivo prioritario de enviar al PSOE a la oposici¨®n. Pero el pacto impl¨ªcito con los socialistas que se ha producido parece, en cualquier caso, menos arriesgado que cualquier pacto expl¨ªcito, con el PSOE o con AP. Est¨¢ por ver hasta qu¨¦ punto la decantaci¨®n ahora producida puede ser motivo de desafecci¨®n o de contradicciones internas. La relativa indefinici¨®n del CDS le ha permitido crecer en sectores ilustrados de las clases medias urbanas, que reprochan, con raz¨®n, al PSOE haber abandonado sus impulsos regeneracionistas. Pero persisten otros apoyos a Su¨¢rez de sectores m¨¢s conservadores.
El PSOE, por su parte, bien puede darle las gracias al CDS. A seis meses de su XXXI Congreso Federal, la c¨²pula dirigente ten¨ªa motivos para temer que la p¨¦rdida de poder en los municipios alimentase la rebeli¨®n de los miles de afiliados cuyos intereses personales est¨¢n ligados al mantenimiento de las alcald¨ªas. Los socialistas han rechazado la invitaci¨®n de Izquierda Unida a desplazar de las alcald¨ªas a candidatos de la derecha cuya lista hubiera sido la m¨¢s votada, pero no lo suficiente como para superar los votos conjuntos del PSOE e IU. El pacto entre estas dos ¨²ltimas formaciones se limita a los ayuntamientos en que una de ellas haya sido la primera minor¨ªa. Aceptar la oferta de la coalici¨®n que encabeza Gerardo Iglesias hubiera puesto, quiz¨¢, en peligro la neutralidad del CDS. Aqu¨ª tambi¨¦n nos encontramos ante un pacto t¨¢cito. Izquierda Unida mantendr¨¢ la emblem¨¢tica alcald¨ªa de C¨®rdoba, y la de otros 62 municipios, pero perder¨¢ posiciones respecto a la situaci¨®n del PCE en 1983, en que consigui¨® retener 174 alcald¨ªas a las 236 que tuvo en 1979.
Es la actitud del CDS la que ha influido m¨¢s decisivamente en las expectativas de todos los dem¨¢s partidos; de modo que el escenario pol¨ªtico experimenta transformaciones m¨¢s que proporcionales al desplazamiento real de los votos. Al tener que gobernar en minor¨ªa en tantos ayuntamientos y comunidades aut¨®nomas, los socialistas se ver¨¢n obligados a actuar de manera diferente: bajo la amenaza de ser enviados a su casa, mediante mociones de censura, si demuestran la misma insensibilidad para el di¨¢logo y la falta de receptividad a las iniciativas de la oposici¨®n que han exhibido durante los ¨²ltimos a?os. Y es de esperar que ello tenga efectos inducidos en el ¨¢mbito nacional. El argumento de la ausencia de alternativa como justificaci¨®n ¨²ltima de la pol¨ªtica del Gobierno -la ¨²nica posible, dadas las circunstancias- se muestra ahora en toda su falacia. Hay otras pol¨ªticas posibles, probables y necesarias. Y, parad¨®jicamente, las va a tener que administrar el propio PSOE.
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