La criatura monstruosa de un poeta de pura cepa
Como era de prever, la versi¨®n ¨ªntegra (cerca de 10 horas) de la obra Le soulier de satin, de Paul Claudel, estrenada el jueves y viernes pasados (primera y segunda parte, respectivamente) por el Teatro Nacional de Chaillot, con direcci¨®n de Antoine Vitez, se ha convertido en el tema pol¨¦mico del festival de Avi?¨®n, que este a?o celebra su 40? aniversario.
La funci¨®n del jueves (primera y segunda jornada de la obra de las nueve de la noche a las dos menos cuarto de la madrugada) cont¨® con la presencia del ministro franc¨¦s de Cultura, Fran?ois L¨¦otard, que iba acompa?ado de la viuda del presidente George Pompidou. Poco despu¨¦s de la llegada de Fran?ois L¨¦otard, hizo su aparici¨®n Jack Lang, ex ministro de Cultura del anterior Gobierno socialista franc¨¦s, acogido con aplausos y alg¨²n que otro silbido.
La expectaci¨®n que de por s¨ª despertaba ya el estreno de la versi¨®n ¨ªntegra de Le soulier de salin, la presencia, por no decir el enfrentamiento, de ambas personalidades pol¨ªticas, L¨¦otard y Lang -que sigue oficiando de papa negro de la cultura francesa, algo harto dif¨ªcil de comprender para los espa?oles acostumbrados a ver a Javier Solana antes como portavoz del Gobierno que como ministro de la Cultura-, pusieron las cosas al rojo vivo.
La meteorolog¨ªa no se mostr¨® nada amable con las dos primeras jornadas de representaci¨®n de Le soulier de salin. El mistral, que sopl¨® con fuerza desde primeras horas de la ma?ana, se llev¨® por delante parte de la escenograf¨ªa. Las voces de los int¨¦rpretes Regaban con cierta dificultad a los espectadores situados en las ¨²ltimas grader¨ªas (a unos 25 metros del escenario) del impresionante tinglado (2.235 localidades).
Fuerte mistral
Cuando llev¨¢bamos cerca de dos horas de representaci¨®n, con tan s¨®lo un breve descanso de 20 minutos, parte del p¨²blico empez¨® a desfilar. Al terminar la segunda jornada de la obra (cerca de las dos de la madrugada), una d¨¦cima parte del p¨²blico, hab¨ªa desaparecido. El resto, puesto en pie, aplaudi¨® durante m¨¢s de cinco largos minutos a toda la compa?¨ªa, con Vitez (que interpretaba el personaje de Don P¨¦lage) al frente de la misma.Despu¨¦s de esta primera funci¨®n, qued¨® bien claro que Le soulier de satin en su versi¨®n integral, era, como ya hab¨ªa anunciado Vitez, un "viaje" reservado para un p¨²blico inhabitual, alejado de ciertos convencionalismos, incapaz de confundir esta isla iluminada que siempre debe ser un escenario con una peluquer¨ªa o con la cama de un hospital. Le soulier de satin es la criatura monstruosa de un poeta de pura cepa que se inventa un teatro a la medida de su pasi¨®n por una mujer, la polaca Rosa Vetch, un teatro sin l¨ªmites, iluminado por todas las estrellas de la V¨ªa L¨¢ctea.
En una palabra, un teatro imposible, lo que, valga la paradoja, equivale a decir: el ¨²nico teatro posible.
Al d¨ªa siguiente hab¨ªa algunas butacas vac¨ªas. Gentes que hab¨ªan desertado la noche anterior y que ya no iban a volver. Tambi¨¦n se produjeron nuevos abandonos, pese a que el tiempo se mostr¨® aquel d¨ªa sumiso e incluso respetuoso en extremo con el texto. Al terminar la cuarta jornada, a las 4.30 de la madrugada (seis horas de espect¨¢culo), volvieron a repetirse los aplausos y los gritos de bravo.
Claudel estaba presente en la Cour d'Honneur, con toda su sensualidad, con todo su humor, con todo su genio, en uno de los textos m¨¢s hermosos de la lengua francesa, prodigiosamente dicho, cantado por los int¨¦rpretes Ludmila Mika?l, Jany Gastaldi, Madeliene Mariot, Dominique Valadi¨¨, Robin Renucci, Didier Sandre, Aurelien Recoing, Daniel Martin, Pierre Vial, Antoine Vitez...
La pasi¨®n desbordada del poeta por una mujer cuyo cuerpo abarca los cinco oc¨¦anos y cuyos pechos y piernas se terminan convirtiendo en los clavos del madero donde Paul Claudel se autocrucifica, se hab¨ªa apoderado ya del m¨¢gico escenario de la Cour d'Honneur.
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