Posmodernidad y religi¨®n
El denominado pensamiento posmoderno ha logrado expandir la tradici¨®n de sospecha ante la raz¨®n que ejercitaron, desde enfoques diversos, los Marx, Nietzsche, Freud, Escuela de Francfort o Wingenstein. Esta revuelta contra los padres del racionalismo moderno (Descartes, Locke, Kant) termina en un desencantamiento de la raz¨®n. Ya no se conf¨ªa en la creencia en "un mundo verdadero" m¨¢s all¨¢ de las experiencias. No hay una realidad ¨²ltima o un fundamento que pudiera servir de cimiento para elevar el edificio transparente, racional y cr¨ªtico de la teor¨ªa verdadera sobre la realidad. Nos encontramos ante un pensamiento d¨¦bil que ofrece un relativismo radical.?C¨®mo aparece la religi¨®n en esta perspectiva? ?No ser¨¢ precisamente la religi¨®n, sobre todo la cristiana, con su pretendida b¨²squeda de la realidad ¨²ltima, del absoluto, su polo opuesto? Parece que caben varias respuestas.Una de de ellas puede discurrir por una interpretaci¨®n que se remitiera a J. F. Lyotard y decir que la religi¨®n constituye un saber narrativo, cuyos relatos "transmiten el conjunto de reglas pragm¨¢ticas que forman el lazo social" del grupo donde se cuentan. Lyotard ha visto, como antes otros muchos soci¨®logos de la religi¨®n, que los relatos religiosos configuran la visi¨®n del mundo que "define lo que tiene derecho a decirse y hacerse en la cultura". Este juego de lenguaje fundante es inconmensurable con el cient¨ªfico que est¨¢ marcado por la necesidad de legitimaci¨®n.
Quiz¨¢ avanzando por esta l¨ªnea pudi¨¦ramos llegar al car¨¢cter indiscernible que poseen las creencias y ritos religiosos. Y con nostalgia racionalista, pero con indudable tolerancia posmoderna, decir, como un editorial de este peri¨®dio (EL PA?S, El ni?o lama y la espiritualidad religiosa, 21 de marzo de 1987), que "conocida la vida de las religiones y sus caracteres peculiares, es muy incoherente seguir un argumento de raz¨®n para afrontar sus axiomas".
Tolerancia y escepticismo
Tolerancia y escepticismo se dan aqu¨ª la mano. Se arroja, en un juicio masivo, con las c¨¢scaras de la irracionalidad la aportaci¨®n de la religi¨®n a la cuesti¨®n del conocimiento de la realidad.
A mi juicio, cabe hacer otra interpretaci¨®n de la actitud posmoderna que se aparta del escepticismo y plantea agudamente la cuesti¨®n de la realidad ¨²ltima y su conocimiento.
La realidad ¨²ltima, constata el pensamiento posmoderno, aparece con una pluralidad de nombres que hace sospechar de su adecuaci¨®n. Cuando se examinan m¨¢s detenidamente aparece el contexto local, grupal o epocal donde se enra¨ªzan. Se descubre as¨ª que esta pluralidad de juegos de lenguaje se relativizan unos a otros. Su pretensi¨®n de nombrar el absoluto no es m¨¢s que la construcci¨®n de un fetiche. Se concluye que no hay discurso que aprese la realidad ¨²ltima y que aquellos que se presentan como tales son sospechosos de totalitarismo.
Es decir, en la actitud posmoderna late un impulso de resistencia a la tentaci¨®n moderna de agotar la realidad con la raz¨®n. Un ejercicio consecuente con este impulso conduce a la destrucci¨®n de los ¨ªdolos de? absoluto presentes en las construcciones racionales. Hay aqu¨ª mucho de denuncia prof¨¦tica de esa imparable f¨¢brica de ¨ªdolos que es el intelecto y coraz¨®n humanos.
Y junto a la denuncia se instaura la ascesis del pensamiento. La posmodernidad como percepci¨®n de la radical relatividad de todo discurso, visi¨®n o proyecto, es la renuncia a la verborrea sobre la realidad, el hombre, el sentido, la historia o el absoluto. Se apela al silencio. No como respuesta, sino como pregunta. Al silencio como interrogante, b¨²squeda y apertura radical a la realidad inagotable.
El pensamiento posmoderno as¨ª entendido est¨¢ lejos de ser un polite¨ªsmo grosero o un paganismo poscr¨ªtico. Indicar¨ªa m¨¢s bien el respeto hacia el misterio de la insondable pluralidad de lo real, que quiere ser experienciada antes que logificada y contemplada antes que manipulada.
Se asienta, sin olvidar al pensamiento, el primado de la experiencia sobre el conocimiento, de la ortopraxis sobre la ortodoxia, para abordar las preguntas definitivas sobre la realidad y la vida. Desde este punto de vista hay en la posmodernidad una innegable cercan¨ªa a lo mejor de? pensamiento teol¨®gico cristiano y budista, que saben de la imposibilidad de nombrar al absoluto. R. Panikkar dir¨¢ que la experiencia y la apertura radical son las v¨ªas superadoras de la brecha entre el crecer y el conocer.
Pero, como todo lo humano, la posmodernidad est¨¢ rodeada por la ambivalencia y amenazada por la corrupci¨®n. Puede quedar enredada en la diversidad absolutiz¨¢ndola, o su ritmo de exploraci¨®n continua de las posibilidades de la realidad se puede convertir en consumismo fr¨ªvolo de sensaciones. La cr¨ªtica posmoderna a los maestros de la sospecha (R. Rorty) puede olvidar el gesto de repulsa a todo exceso de saber de la realidad y trocarse en abandono total de la raz¨®n cr¨ªtica.
Entonces la deconstrucci¨®n deja de romper ¨ªdolos e inaugura nuevos altares irracionales y se pone en su lugar. Pero en este momento la posmodernidd deja de aportar destellos para una religi¨®n en la era de la raz¨®n poscr¨ªtica y de sugerir nuevos modos de hablar sobre lo ¨²ltimo.
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