El Misterio de Elche y el culto mariano
En la primera parte de La Festa, la v¨ªspera del Tr¨¢nsito, o Vespra, la Virgen, representada por un ni?o, expresa su deseo de morir e ir junto a su Hijo. Mar¨ªa pide ver a los ap¨®stoles; primero llega Juan y luego los dem¨¢s, menos Tom¨¢s. La Virgen, tras el di¨¢logo con Pedro, fallece. La imagen de Santa Mar¨ªa aparece muerta y venerada por los ap¨®stoles. Del cielo baja el Araceli, o altar del cielo (Ara coeli), dentro de una nube (Lo Nuvol), que popularmente se llama la Mangrana, ocupada por el ¨¢ngel con la palma blanca, como mensaje divino a la Madre. En el plano de la representaci¨®n es de lo m¨¢s atractivo y espectacular del Misterio, porque vemos c¨®mo la granada, redonda y dorada, se abre y metamorfosea en palma, con lo que manifiesta el ¨¢ngel que el Hijo la espera. Los ¨¢ngeles toman una peque?a imagen de la difunta, que simboliza su alma, y la remontan al cielo.En La Festa, propiamente, o d¨ªa del Tr¨¢nsito, los ap¨®stoles, al frente de los que va Pedro, y las Mar¨ªas se disponen a enterrar a la Virgen. La palma que ¨¦sta ha dado antes a Juan, vuelve Pedro a entregarla al disc¨ªpulo amado. Entran los jud¨ªos y, al acercarse al f¨¦retro, Pedro los ataca con una espada, ya que intentan llevarse el cuerpo de la Virgen, pero las imp¨ªas manos quedan paralizadas; ante el milagroso castigo, piden clemencia a Pedro, el cual les pregunta si creen en la pureza de Mar¨ªa. Hecha confesi¨®n de fe en Ella, Pedro, con la palma, bautiza a los jud¨ªos y ¨¦stos advierten que sus manos tienen de nuevo movimiento. Todos adoran a la Se?ora, la colocan en el sepulcro; baja el Araceli o Mangrana y sube la imagen de Mar¨ªa. Llega, desolado, Tom¨¢s desde la India, a destiempo. La Trinidad verifica la Coronaci¨®n de la Virgen y los ap¨®stoles se abrazan.
Para el lector de los evangelios ap¨®crifos asuncionistas, que son muchos, y en especial el llamado Libro de San Juan Evangelista, el texto de Juan de Tesal¨®nica y, sobre todo, el falso Jos¨¦ de Arimatea, el argumento del Misterio carece de novedad.
En el falso Arimatea, Jes¨²s acepta el ruego de su madre de ir al cielo y le env¨ªa al ¨¢ngel con la palma, como nuncio de Tr¨¢nsito. Llegan los ap¨®stoles; primero, Juan, desde Efeso, y todos, menos Tom¨¢s, llamado D¨ªdimo. La Virgen les anuncia su Tr¨¢nsito, que fue en domingo, y desciende el Esp¨ªritu Santo en una nube para llevarse el alma virginal. Los ap¨®stoles transportan el cuerpo desde el monte Si¨®n al valle de Josafat. Un cierto jud¨ªo, de nombre Rub¨¦n, quiso tirar el f¨¦retro y sus manos quedaron yertas y adheridas al ata¨²d; el jud¨ªo pidi¨® perd¨®n a los ap¨®stoles y ¨¦stos suplicaron al Se?or, de modo que Rub¨¦n vio sus manos curadas, ador¨® a la Virgen y bes¨® sus plantas. El santo cad¨¢ver es transportado al cielo. Lleg¨® Tom¨¢s, desde la India, donde predicaba, conducido por una nube al monte Oliveto y ve la subida de la Virgen, a la que suplica lo bendiga y Ella le arroja la cinta con que los ap¨®stoles ci?eron su cuerpo, lo que sirvi¨® de testimonio a Tom¨¢s ante sus compa?eros. Tal es el breve resumen del falso Jos¨¦ de Arimatea.
Las religiones monote¨ªstas, de fondo semita y patriarcal, como su definici¨®n indica, es obvio que carecen de dioses y diosas; s¨®lo tienen un Dios ¨²nico, poderoso y padre. Lo materno y femenino act¨²a en plano secundario. De los cuatro evangelios can¨®nicos, el de Mateo y Lucas cuentan la concepci¨®n virginal de Mar¨ªa y s¨®lo el de Juan la cita asistiendo al drama del Calvario: "Estaban junto a la cruz de Jes¨²s su madre y la hermana de su madre, Mar¨ªa de Cleof¨¢s, y Mar¨ªa Magdalena" (Juan, 19, 25). Pero a medida que el tiempo transcurre, el culto femenino aparece con lentitud en los textos y en el arte. Se cita, a este respecto, un sarc¨®fago con la Asunci¨®n de la Virgen en el 312 (Zaragoza). En torno al siglo IV y a¨²n despu¨¦s hay una inmensa cantidad de relaciones ap¨®crifas que los estudiosos han clasificado en grupos geogr¨¢ficos muy extensos. Estos textos suplen la parquedad de los evangelios, secos y distantes de Mar¨ªa, casi ausente de ellos, excepto el de Lucas. Los ap¨®crifos, en cambio tienen gran influencia en la literatura y en el arte.
Una mujer, aunque sea la madre de Dios, es, dentro de los esquemas culturales establecidos, un elemento de segundo orden y siempre ancilla Domini; ella no es una diosa, no puede subir al cielo, como s¨ª subi¨® Jes¨²s en la Ascensi¨®n por s¨ª mismo. Mar¨ªa necesita el favor divino; de ah¨ª la Asunta, la asumida por ?l en su Asunci¨®n. Lo maravilloso de su privilegio es que, una vez difunta, sube primero su alma ni?a y as¨ª la representan en la Dormition o Tr¨¢nsito, tanto en la Iglesia oriental bizantina como en la occidental romana, y luego sube su cuerpo, que no es mortal, ni se lo come la tierra. Mar¨ªa no tiene por s¨ª misma, los poderes de la bella y rencorosa Juno, porque no es una diosa, pero casi bordea el serio.
Y estas partes que en la repre sentaci¨®n de Elche se dan: muer te o Dormici¨®n; traslado de su alma en forma ni?a en brazos de Jes¨²s; Asunci¨®n del cuerpo, que termina en Coronaci¨®n por la Trinidad, lo representa, en general, el arte y la pintura.
Milagros edificantes
Desde el siglo IV al XV, y aun despu¨¦s, el mundo cristiano asume una glorificaci¨®n reparadora de la anti-Eva, glorificaci¨®n que llega a plenitud literaria en torno al siglo XIII, con los milagros de la Virgen (Manuscrito de Copenhague, Gautier de Coincy, Berceo, Cantigas de AKonso X). Era preciso magnificar a la Virgen, asegurar el misterio de la concepci¨®n, prestigi¨¢ndola con milagros edificantes, tras la permisi¨®n del Sumo var¨®n, por supuesto, y en arte pl¨¢stico se hace lo mismo para estimular a los fieles: Mar¨ªa tendr¨¢ la azucena de la pureza en el momento que va a concebir, pero recibir¨¢ la palma del martirio y del triunfo cristiano a la hora de la muerte, para Ella vida, ya que es una Assumptio la suya.
La palma aparece en el Misterio de Elche y antes, en el ap¨®crifo de Juan, arzobispo de Tesal¨®nica; en el de Jos¨¦ de Arimatea y en la pintura suele acompa?ar, aunque no siempre, a la Dormition o Tr¨¢nsito, en la que nunca falta, o casi nunca, Jes¨²s portando el alma ni?a en sus brazos; as¨ª la hemos visto en los maestros de la escuela de Novgorod, en la galer¨ªa Tretialcov, de Mosc¨²; en ejemplos de los siglos XII al XV Tambi¨¦n en los monasterios de Sopocani, del XIII; en el de Decani, del XII al XV; en las iglesias de la Virgen y san Demetrio del XIV, del monasterio de Pec, las dos; todos en Yugoslavia. Asimismo, en los mosaicos de Cora de Constantinopla, hoy Estambul, del XIV. Tambi¨¦n lleva Jes¨²s el alma ni?a maternal en la predela de la Anunciaci¨®n del Beato Ang¨¦lico (1387-1445), del Prado. En el Tr¨¢nsito del Mantegna (1431-1506), del mismo Prado, no falta la palma en mano de san Juan. En la Leyenda de la Cruz, de Piero della Francesca, el gran maestro italiano del XV, en san Franel sco de Arezzo, el ¨¢ngel no lleva la azucena, porque no es una Anunciaci¨®n lo que pinta Piero, sino el anuncio, con palma, del futuro Tr¨¢nsito. Antes, Gabriel anunci¨® la Vida, y ahora, la Muerte. Los ejemplos ser¨¢n muchos, pero me remito a los que he visto.
Resulta extra?o que en el Misterio de Elche aparezca al final Tom¨¢s, llegado de la India, y desconsolado por no haber asistido a la Asunci¨®n de la Se?ora, pero del milagro de la cinta nada expresa. Es posible que el poeta valenciano o catal¨¢n del siglo XIV, al escribir el Misterio no consultara el texto del falso Arimatea, sino alg¨²n otro mensaje, pero falto del milagro de la cinta, decisivo para a?adir un hecho que la Virgen ejecuta por s¨ª misma y afinar as¨ª la devoci¨®n mariana, porque quien ha organizado tan bien la sorprendente tramoya de la Mangrana, escasas dificultades habr¨ªa tenido para preparar una escena con la banda o cinto de Mar¨ªa, cayendo de lo alto a las manos de Tom¨¢s, como aparece en pintura en el retablo de la catedral vieja de Salamanca, en un panel alto, pintado por Nicol¨¢s Florentino en el siglo XV. Benozzo Gozzoli (1420-1497), en una Asunci¨®n de la pinacoteca vaticana, pinta a Tom¨¢s con el c¨ªngulo, y en la predela no falta el Tr¨¢nsito con Jes¨²s llevando el alma ni?a, y san Juan, la palma. En la misma pinacoteca, Rafael, en el cuadro de la Coronaci¨®n de la Virgen, pone en la parte inferior a los ap¨®stoles junto al sepulcro y a Tom¨¢s con el cintur¨®n en las manos. Un contempor¨¢neo de Rafael, Nicolo Filotesio (h. 1489-h, 1547) en su Asunci¨®n del citado museo vaticano pinta a los ap¨®stoles y a Tom¨¢s alzando las manos hacia las que baja el cintur¨®n, que Mar¨ªa deja caer. Debe de haber muchos ejemplos m¨¢s y aun nuestro Vel¨¢zquez en el XVII, al pintar a santo Tom¨¢s de Aquino perturbado por una tentaci¨®n carnal, en un cuadro del Museo Diocesano de Orihuela, uno de los ¨¢ngeles que conforta al santo lleva en sus manos el c¨ªngulo mariano, en recuerdo del milagro hecho por la Virgen al ap¨®stol cuyo nombre lleva el Doctor Ang¨¦lico.
La judiada
El episodio llamado en el Misterio "la Judiada" era necesario en el plano de la catequesis mariana. Un milagro de Mar¨ªa deber¨ªa edificar a los enemigos, que por entonces eran los jud¨ªos incr¨¦dulos, para convertirlos; as¨ª que cuando un Jefon¨ªas, en el libro de san Juan; "un pont¨ªfice", en el de Juan de Tesal¨®nica; "un jud¨ªo de nombre Rub¨¦n", en el seudo Arlmatea se atreve a tocar el ata¨²d, las manos pecadoras se quedan inertes y s¨®lo al confesar el atrevido que cree en la virginidad de Mar¨ªa, sus manos se curan. En el Misterio de Elche son varios los jud¨ªos que acercan las manos al f¨¦retro y, al menos los que hemos tenido asiento en la Bas¨ªlica de Santa Mar¨ªa de Elche no muy cerca del cadafalc, no hemos podido catar bien la escena, pero su sentido edificador queda claro, como en los ap¨®crifos.
S¨¦ que hay una tabla aragonesa del XV en Orti?ena (Huesca) con el jud¨ªo junto al ata¨²d, y en el ¨¢bside de la catedral de Orvieto he visto la misma escena, obra de Ugolino di Preste liarlo y Pietri di Puccio, del XIV, al fresco.
Es curioso que el episodio del jud¨ªo se haya representado en la escultura; aparece en la puerta de los leones de la catedral de Toledo. En los t¨ªmpanos sobre los dos arcos carpaneles est¨¢n las escenas del Tr¨¢nsito y Asunci¨®n y tambi¨¦n el jud¨ªo tiene sus manos en el ata¨²d. Puede verse la misma escena en el altorrelieve cuatrilobulado del muro norte de Notre Dame de Par¨ªs.
Los evangelios ap¨®crifos y el arte suavizan, a lo largo del tiempo, con su fervor mariano y femenino, la adusta sequedad patriarcal de los evangelios can¨®nicos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Elche
- Opini¨®n
- Iglesia Cat¨®lica espa?ola
- Provincia Alicante
- Misteri d'Elx
- Fiestas populares Elche
- Fiestas populares
- Comunidad Valenciana
- Antropolog¨ªa
- Fiestas
- Folklore
- Iglesia cat¨®lica
- Ayuntamientos
- Cultura tradicional
- Teatro
- Cristianismo
- Comunidades aut¨®nomas
- Artes esc¨¦nicas
- Administraci¨®n local
- Religi¨®n
- Administraci¨®n auton¨®mica
- Administraci¨®n p¨²blica
- Espect¨¢culos
- Cultura
- Espa?a