El gallinero literario
Parece estar, moderadamente tan s¨®lo, alborotado el gallinero literario, habit¨¢culo en el que unos cuantos, animados y Jaleados desde las p¨¢ginas especializadas de diarios, semanarios y revistas igualmente especializadas (?), por los gritos desaforados y las alabanzas sin tasa, de unos cuantos, ?la elite quiz¨¢?, cr¨ªticos que imp¨²dicamente cobran sus buenos dineros en la caja de las editoriales en competencia, seguramente porque en nombre de la est¨¦tica y desdoro de la ¨¦tica ayuden descaradamente a su rey y patrono, quieren hacerse, kirikikiii-blablablaaa, con el poder absoluto, sin detenerse para ello, otra vez la est¨¦tica por encima de la ¨¦tica, en descalificaciones de patio de vecindad.Lo mismo se ciscan y se cargan, o creen cargarse as¨ª, en los cl¨¢sicos m¨¢s recientes, Cela, Torrente, Delibes, Goytisolo, Hortelano, mientras que a los L¨®pez Salinas, Ferr¨¦s y restantes camaradas generacionales, apodados como los de la berza, ni les consideran, ?c¨®mo van ellos, tan distinguidos, a semejante condescendencia?
No, estos chicos, y chicas, los Ferrero, Molina Temboury, Mart¨ªnez de Pis¨®n, G¨¢ndara, Mercedes Abad, nombres tomados casi al azar entre los que m¨¢s insistentemente me suenan, de o¨ªdas y le¨ªdas, representativos del paquete o iceberg novel¨ªstico que, convenientemente elaborado, embalado y etiquetado, nos est¨¢n metiendo a golpe de entrevista, de art¨ªculo y cr¨ªtica, los editores m¨¢s avispados y modernos vienen haciendo tabla rasa con sus padres, abuelos y bisabuelos novel¨ªsticos, pero tambi¨¦n con los sangu¨ªneos, y, m¨¢s todav¨ªa, con sus compatriotas y convecinos, con la historia pasada y reciente, sin importarles las definiciones viperinas.
No lo s¨¦ ni me importa mucho tampoco, pues prefiero en algunos casos la lectura de sus respectivas obras (Luna de lobos, La media distancia o La ternura del drag¨®n, etc¨¦tera), de las, que guardo un extraordinario recuerdo, si tanta belicosidad verbal es realmente asumida por estos pollitos, a los que les van creciendo los espolones rengl¨®n a rengI¨®n y novela a novela, aspirantes a gallitos del gallinero literario espa?ol.
En todo caso, es el suyo un terrorismo peculiar por incruento y reducido a un ¨¢mbito, o ¨¢mbitos, en el cual suele estarse curado de palabrer¨ªas. Pero nadie quiere dejar tranquilo a nadie en el gallinero, y el ¨²ltimo que es premiado, por ejemplo, con el Ateneo de Santander, va y se pone a analizar la actual narrativa en lengua espa?ola", empezando sus an¨¢lisis por un "Hay pocos autores actuales con val¨ªa", excepci¨®n hecha de ¨¦l, Francisco J. Satu¨¦, autor de tres novelas publicadas y dos m¨¢s en ciernes, que testimonia, entrando a deg¨¹ello, sobre algunos de los gallitos, los distinguidos, y as¨ª dir¨¢ de Jes¨²s Ferrero que "le parece un chino", creyendo que "con eso est¨¢ dicho todo" (estupefacto me deja el Satu¨¦ con su criterio analizador); de Mart¨ªnez de Pis¨®n, que "no le interesa nada" (de estupefacci¨®n en estupefacci¨®n), y de Javier Mar¨ªas, que "hay una frase que dice que no se puede vivir literariamente, y eso es lo que ¨¦l hace" , menos mal que nos sale generosillo y llega a creer que "Mu?oz Molina es un gran escritor, corno Luis Mateo D¨ªez".
Desde luego, habr¨¢ que llegar, ?y llego!, a la misma conclusi¨®n, aqu¨ª en la provincia periferia, que respecto del f¨²tbol lleg¨® cierto periodista superfamoso por su lengua sin pelos; de que en el gallinero de la literatura, en el de la novel¨ªstica hispana, las ¨²nicas inocentes son las palabras, esas que terminan conformando la obra, la novela-
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