Corridas de aficionados

La fiesta nacional puede estar de capa ca¨ªda o no, ni lo s¨¦ ni me importa salvo por una raz¨®n, las corridas de toros, toreros, p¨²blico y toda la comparsa de corso taurino de mi admirado don Joaqu¨ªn Vidal.Mi historia personal en relaci¨®n a su peri¨®dico es, sospecho, vulgar y recalcitrante. En un principio me lanzaba hacia la cr¨®nica nacional, apartado Espa?a, en transici¨®n; luego fue internacional, enti¨¦ndase esa parte del mundo que fustiga EE UU porque el resto, al parecer, es peque?o y no tiene historia.

Perdida la fe en las cosas del mundo de su diario, me interes¨¦ ardientemente por la ciencia y la tecnolog¨ªa, como esperando que cayera alguna pera, pero nada. Tras una prolongada crisis durante la cual s¨®lo le¨ªa la magn¨ªfica columna final y los chistes de M¨¢ximo y Peridis, o sea, el reverso de la moneda, me he visto abocado a una experiencia m¨ªstica, dir¨ªa yo, consistente en leer su peri¨®dico desde la primera hasta la ¨²ltima p¨¢gina, en el colmo del desinter¨¦s y la desidia, desesperado. Pero mira por donde, y esto confirma mi confianza en la constancia y la molicie, entre tanto pedregal me top¨¦ con un diamante: con las cr¨®nicas taurinas de don Joaqu¨ªn Vidal, una se?ora pluma.

Yo, y sirva como propuesta, a esa espada de acero la pon¨ªa a dar mandobles, pu?aladas y ga?afones en nacional, apartado institucional y de cuando en cuando, para soltar la mano de tan fieros combates, lo enviaba, destacado especial, a desollar moruchos y panzurrones en internacional, m¨¢s que los Tercios de flandes, y abriendo el cartel, como los grandes.

Por m¨ª, si atiendo al trapo, ya pueden empezar a temblar tanto rabos como orejas. Un lector recobrado.-