La locura de Kaiye
Kaiye Kirb bien vale una gira. La segunda representaci¨®n de Giselle corri¨® a su cargo, y eso levant¨® los ¨¢nimos del p¨²blico. La primera funci¨®n de este cl¨¢sico, el d¨ªa anterior, hab¨ªa correspondido a Irina Prokofieva, con sus facultades algo bajas y haciendo dif¨ªcil que se reconociera a la vital estrella de anta?o.Sin embargo, con la Kirb ha sido otro cantar. Plena de fuerza, ajustada de estilo, correct¨ªsima de poses y posturas, su tarde de Giselle ha sido excelente y hasta ahora es lo que m¨¢s brilla, sin excepciones, de la actual temporada de una agrupaci¨®n del Bolshoi que no representa ni por asomo la envergadura de su casa madre moscovita. Este dem¨¦rito pasa por el vestuario y la escenograf¨ªa, que nada tienen que ver con la opulencia que siempre ha caracterizado los montajes de esa compa?¨ªa. Otro detalle revelador y decepcionante es la estabilidad y n¨²mero de un cuerpo de baile (tra¨ªdo aqu¨ª en cotas casi dom¨¦sticas) que se ha ganado una fama comparable a la de sus solistas m¨¢s encumbrados.
Ballet del Teatro Bolshoi de Mosc¨²
Giselle: Adam/Coralli, Rerault, Petipa; principales int¨¦rpretes: Kaiye Kirb, Voktor Barikin, Galina Jom¨²tova y Boris Efimov. Teatro Monumental, de Madrid. 5 de septiembre.
El primer acto es lamentable de presentaci¨®n, y s¨®lo se eleva y salva cuando Kirb y Barikin (partenaire atento y correcto) hacen sus papeles con mucha calidad. En este cuadro se incluye ese pas de deux de los vendimiadores que ya no se representa en casi ning¨²n sitio (convertido por Alicia Alonso en un brillante pas de dix dentro de la versi¨®n cubana). Tambi¨¦n se hace notar la falta de la escena donde la madre cuenta la leyenda de las willis muertas por amor (recuperada por Anton Dolin y Alicia M¨¢rkova en los, a?os treinta).
El segundo acto, si exceptuamos la escenograf¨ªa, mejora hasta el punto de que parecen dos compa?¨ªas diferentes. El acople es digno y de nuevo los elogios se concentran en la bailarina estoniana (a la saz¨®n invitada de esta gira, pues su sede est¨¢ a bastantes kil¨®metros de Mosc¨²).
Kaiye Kirb hace una escena de la locura de nivel estelar, y hasta por algunos segundos recuerda a la Alonso; su segundo acto expresa una cuerda rom¨¢ntica sin excesos, dentro de esa tranquilidad que crea diferencia estil¨ªstica con las divas occidentales, mucho m¨¢s desmelenadas a la hora de expresar. Esta bailarina est¨¢ en ese punto justo de disfrute. A¨²n es joven, pero ya es madura, hay una conciencia del baile m¨¢s all¨¢ de la t¨¦cnica, y vi¨¦ndola se adivina todo su caudal. Hay que dar bravos a su bater¨ªa, a su promenade, a su salto. Ahora deber¨¢n v¨¦rsele sus otras Giselle y su Don Quijote, pues es, sin duda, la joya del conjunto.
Babelia
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