Los indios de EE UU exponen sus reivindicaciones al Papa
El papa Juan Pablo II, entre penachos de plumas multicolores y solideos rojos y p¨²rpuras, defendi¨® el lunes (madrugada de ayer en Espa?a) en F¨¦nix, capital de Arizona, los derechos de los indios. Con el Memorial Coliseum de la ciudad pr¨¢cticamente lleno, el Papa reconoci¨® los errores cometidos por la Iglesia y por los colonizadores con los primeros pobladores de Estados Unidos, pa¨ªs en el que el Pont¨ªfice se encuentra desde el pasado jueves, d¨ªa 10. Los indios expusieron su problem¨¢tica social y econ¨®mica ante Karol Wojtyla, que escuchaba complaciente sus reivindicaciones sentado en un gran trono giratorio.
La entrada del Pont¨ªfice en ese recinto fue precedida por la de un grupo de jefes indios, que con cantos rituales le condujeron hasta la plataforma giratoria central. Entre los miles de asistentes se encontraban miembros de los navajos, arapajoes, chipennas, apaches o crees, como Mirada de Acero, jefe de la tribu cree, que, ataviado con un vistoso penacho de plumas, hab¨ªa estado firmando aut¨®grafos hasta la entrada del Papa en la sala de actos.Juan Pablo II, que observaba con cara complacida c¨®mo un grupo de indios realizaban ante ¨¦l un ritual para entregarle una pluma de ¨¢guila, que simboliza la paz, escuch¨® una tras otra las duras reivindicaciones de los pieles rojas. La encargada de la lectura fue Alfretta Antone, miembro de la tribu de los navajos, que solicit¨® que el Gobierno de Estados Unidos respete los acuerdos y tratados que ha contra¨ªdo con las tribus en el pasado. Antone explic¨® los problemas de marginaci¨®n econ¨®mica y social de su comunidad -integrada por un mill¨®n y medio de personas-, en la que se registra un alto ¨ªndice de suicidios, drogadicci¨®n y alcoholismo. La representante india record¨® a Kateri Tekakwitha, una joven de la tribu de los mohawk a la que el Papa beatific¨® en 1980 sin que se le probara milagro alguno, tan s¨®lo por una vida de entrega en favor de su pueblo, en el siglo XVII. Cuando muri¨®, dos jesu¨ªtas all¨ª presentes pudieron observar c¨®mo las cicatrices que la viruela le hab¨ªa dejado en su rostro desaparec¨ªan, seg¨²n relatan sus bi¨®grafos.
El Papa tambi¨¦n se refiri¨® a la beata, de quien glos¨® el hecho sin precedentes en su tribu, de que consagrara su virginidad a Dios. Juan Pablo II, en un discurso sin ambig¨¹edades y en medio de continuas interrupciones por parte de los indios que lanzaban gritos rituales, destac¨® que la Iglesia ha contado con misioneros defensores de la causa de los pieles rojas. Debajo de una cruz decorada a modo de t¨®tem, Woityla cit¨® al ap¨®stol de California, el mallorqu¨ªn fray Jun¨ªpero Serra, y a Francisco de Vitoria, como paladines de la causa ind¨ªgena; pero reconoci¨® que el choque de culturas hab¨ªa comportado opresi¨®n e injusticia.
"Responsabilidades cristianas"
"Desgraciadamente, no todos los miembros de la Iglesia vivieron de acuerdo con sus responsabilidades cristianas, pero no debemos profundizar excesivamente en errores y equivocaciones e incluso en aquellos cuyos efectos a¨²n vivimos", dijo el Pont¨ªfice en un ambiente entusiasta. Juan Pablo II anim¨® a los indios a defender su cultura, lengua y costumbres como base para el futuro. Asimismo exhort¨® a la Iglesia a respetar a los ind¨ªgenas y sus tradiciones.
El viaje papal por el estado de Arizona concluy¨® con una multitudinaria misa en el estadio universitario de F¨¦nix en la que Juan Pablo II, en una l¨ªnea habitual de homil¨ªas y ante 60.000 personas, insisti¨® sobre temas como la teolog¨ªa de la cruz y la Iglesia como misterio.
A primera hora de la noche de ayer (hora peninsular espa?ola), Wojtyla comenz¨® a afrontar el tramo m¨¢s dificil de su segundo viaje a Estados Unidos: la Costa Oeste, con ciudades como San Francisco y Los ?ngeles, y con problemas tan candentes para la Iglesia como la homosexualidad y el SIDA. La polic¨ªa de Los ?ngeles ha desalojado a centenares de personas sin hogar que viven alrededor de la catedral de la ciudad. A la llegada del Papa a la ciudad, las medidas de seguridad s¨®lo eran comparables al despliege realizado en 1959, durante la visita del l¨ªder sovi¨¦tico Nikita Jruchov y sobrepasaban a los operativos de seguridad de los Juegos Ol¨ªmpicos de 1984.
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