Un paquete atractivo para Espa?a
Un viejo proverbio espa?ol proclama o, como anta?o se dec¨ªa, reza: "El buen pa?o en el arca se vende". Un dicho anglosaj¨®n-norteamericano, no tan viejo pero por ac¨¢ bien arraigado, sostiene que "La mercanc¨ªa es el embalaje" -una versi¨®n primitiva, si bien un tanto m¨¢s expl¨ªcita y belicosa, de la anta?o c¨¦lebre consigna de Marshall MacLuhan: "El medio es el mensaje".No caben dos concepciones del mundo y de la vida m¨¢s opuestas. ?Qui¨¦n tiene raz¨®n? ?Los del pa?o de buena calidad o los del embalaje superferol¨ªtico? ?Los mani¨¢ticos de la sustancia y el fondo o los que juran por la forma y la apariencia?
En estos casos extremos nadie tiene raz¨®n. En el arca no se vende ninguna clase de pa?o, ni bueno ni malo, porque nadie alcanza jam¨¢s a verlo. Acaso se vendiera en los tiempos antiguos, cuando hab¨ªa poco pa?o y menos gente a¨²n que pudiese darse el lujo de comprarlo. En la actual sociedad de masas, para vender el pa?o, bueno o malo, hay que exhibirlo, y sobre todo empaquetarlo de un modo llamativo. Por otro lado, si dentro del embalaje no hay nada, o lo que hay no merece el gasto, son penas de amor perdidas las cintas y abalorios usados para empaquetarlo. En el propio mundo anglosaj¨®n norteamericano, donde la pr¨¢ctica del embalaje -a menudo bajo la forma de las relaciones p¨²blicas- ha llegado a desarrollarse m¨¢s que la de la mercanc¨ªa, circula otro dicho nada mal dicho: "Se puede enga?ar a todo el mundo durante un tiempo, o se puede enga?ar a parte de la gente todo el tiempo, pero no se puede enga?ar a todo el mundo todo el tiempo". Al final siempre sale alguien gritando que, despu¨¦s de todo, el emperador, cuyos ropajes hab¨ªan sido tan alabados, estaba tan desnudo como cuando su madre lo pari¨®.
Muy bien: despu¨¦s de todo esto hay que reconocer lo siguiente: que en la ¨¦poca actual y en la actual sociedad de masas ning¨²n pa?o se vende si no es por lo menos consumible y si no est¨¢ atractivamente empaquetado.
Lo que ocurre con el pa?o de marras sucede m¨¢s a¨²n con los pa¨ªses, y con sus culturas -con su lenguaje, sus costumbres, su literatura, su pintura, su m¨²sica culta y sus ritmos populares; en suma: con casi todo-. Hay pa¨ªses que se venden bien, y de los cuales se habla a troche y moche -como suele decirse, ad nauseam, o hasta la n¨¢usea, mientras hay otros que no los quiere nadie o, lo que viene a ser lo mismo, que permanecen en la oscuridad, olvidados de la mano de Dios o, lo que hoy d¨ªa es peor, de los grandes medios de comunicaci¨®n internacionales y multinacionales. Por ejemplo: Francia se vende bien, y por cierto que en muchos casos se lo merece plenamente. Pero se vende bien inclusive aunque a veces no lo merezca, o lo merezca menos de lo que se piensa. Finlandia, en cambio, o Paraguay, se venden bastante mal, y cuando se venden bien, esto es, cuando se habla de ellos, es porque les cae encima alguna calamidad: los invaden los sovi¨¦ticos, se subleva alguna guarnici¨®n o son asolados por alg¨²n terremoto. A pocos parece interesarles lo que algunos finlandeses o algunos paraguayos puedan hacer en otros terrenos: escribir un poema maravilloso o resolver el teorema de Fermat, a menos que lo primero sea en ingl¨¦s, franc¨¦s o ruso o que lo segundo se, anuncie en Londres o en Los ?ngeles, donde se embalar¨¢ con todo esmero y fanfarria.
?Qu¨¦ ocurre con Espa?a, de donde, dicho sea de paso, viene el a?ejo proverbio: "El buen pa?o en el arca se vende"?
Espa?a est¨¢ en un medio, que en este caso no es nada justo. Sus productos culturales e industriales son apreciados, pero bastante menos de lo que merecen. ?Qu¨¦ se ve en el mundo hecho en Espa?a? ?Qu¨¦ nombres espa?oles se barajan en los mercados culturales internacionales? ?Qu¨¦ libros espa?oles se traducen a otras lenguas? Podr¨ªamos, a la manera de Men¨¦ndez y Pelayo, confeccionar largas listas m¨¢s o menos triunfalistas. Pero servir¨ªan de escaso consuelo. Reconozc¨¢moslo: Espa?a cuenta hoy poco. En todo caso, menos de lo que merece contar.
?A qu¨¦ se debe esto? Por supuesto que si los espa?oles hicieran lo que los japoneses -o los surcoreanos- el mundo sabr¨ªa muy bien lo que quiere decir hecho en Espa?a. Por descontado que si saliera de repente en Espa?a un Einstein o un Kurt G?del, ello se notar¨ªa. Pero cabe preguntar si ser¨ªa suficiente, si no habr¨ªa que dedicar tambi¨¦n gran esfuerzo para embalarlo todo muy bien embalado, o para ponerse en relaci¨®n con alguna habil¨ªsima agencia de relaciones p¨²blicas que se encargara de difundirlo.
En el tiempo en que vivimos, la buena propaganda no es un accidente: es una parte fundamental de la mercanc¨ªa. Si los espa?oles quieren contar en el mundo, y por lo pronto en estos Estados Unidos que, con raz¨®n o sin ella, tanto ruido hacen, lo primero que deber¨¢n hacer es hacerse valer en el mundo.
Por fortuna, Espa?a cuenta para ello con varias bazas importantes. Una de ellas son los 300 millones de hispanohablantes que, aunque s¨®lo fuera por el peso del n¨²mero (pero es asimismo por otras razones), constituyen una fuerza cada d¨ªa m¨¢s potente y visible en el mundo en general y en el anglosaj¨®n-americano en particular. Espa?a puede no ser ya ni siquiera su madre patria, porque es algo mejor y m¨¢s eficaz: su hermana patria. Culturalmente hablando por lo menos, los intereses de esos 300 millones y pico de hispanohablantes coinciden con los de los espa?oles (y viceversa). La otra partida en activo es una joven democracia, con muchos problemas (el m¨¢s grave el excesivo paro) pero tambi¨¦n con muchas perspectivas y esperanzas. El actual monarca, don Juan Carlos I -por s¨ª solo una baza fundamental en el pa¨ªs- visita Estados Unidos a finales de este mes de septiembre, un lustro antes de celebrarse el V Centenario del Descubrimiento -o, como lo llam¨® una vez, con veracidad doblada de diplomacia, el quinto centenario del .encuentro de culturas"- Estoy seguro de que presentar¨¢ mejor que nadie, y en la mejor tradici¨®n de las relaciones p¨²blicas, la sustancia y la forma, la realidad y la apariencia. Un paquete atractivo para Espa?a.
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