La tentaci¨®n de Shevardnadze
Durante tres siglos, la diplomacia sovi¨¦tica result¨® extra?a y sospechosa para los occidentales. Nada menos que el gran Talleyrand esperaba con inquietud y manifiesta ansiedad la llegada del embajador del zar al congreso de Verona de 1822.La Europa posnapole¨®nica no terminaba de tomar forma. Ald arribar a la encantadora ciucad italiana a orillas del Adigio, el diplom¨¢tico sovi¨¦tico cay¨® fulminado -probablemente por un infarto- al descender del carruaje. Sospechando alguna maniobra, Talleyrand coment¨®: "Me pregunto por qu¨¦ habr¨¢ hecho eso".
Todo indicar¨ªa que Edvard Shevardnadze no sufre del coraz¨®n. Viaja incansablemente, en un despliegue de nueva diplomacia, y baja del Byushin especial con una sonrisa que, hace a?os, en el rostro de otro poeta, Pablo Neruda imagin¨® como "una sonrisa de arroz huracanado".
El canciller sovi¨¦tico acaba cle pasear un hurac¨¢n de sonrisas, durante 10 d¨ªas, por Brasil y Argentina. Dos de los m¨¢s grandes pa¨ªses de Am¨¦rica Latina -el tercero es M¨¦xico- no encontraron nada sospechosio en sus gestos, no descubrieron segundas intenciones en sus palabras. Por el contrario, comprobaron con asombro grandes posibilidades de colaboraci¨®n pol¨ªtica.
Hasta para los m¨¢s prominentes disidentes de los reg¨ªmenes comunistas ya resulta infantil sospechar de las intenciones sovi¨¦ticas. El polaco Jacek Kuron, el mejor cerebro pol¨ªtico de Solidaridad, declar¨® a la revista californiana New Perspectives: "La Prensa occidental est¨¢ continuamente especulando sobre si Gorbachov es de confiar o no, como si fuera a bautizar a sus hijos o a casarlos. (...) Gorbachov est¨¢ destruyendo el orden existente en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En este aspecto apruebo todo lo que hace".
No pudiendo dudar de las intenciones, no atrevi¨¦ndose a negar una pol¨ªtica basada en los principios cl¨¢sicos de la democracia -cuyos or¨ªgenes son bastante anteriores al capitalismo-, los conservadores intentan pron¨®sticos basados en datos de dif¨ªcil comprobaci¨®n. Es lo que hace Zbigniew Brzezinski, convertido en un personaje pirandelliano ansioso de subir a escena. Con tono de experto, apareci¨® en el importante programa televisivo The Mac Nehrer Report, que se emite diariamente desde Washington, para afirmar que la pol¨ªtica de Gorbachov provocar¨¢ un golpe de Estado en la URSS a cargo de las elites atrincheradas en el Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Los diplom¨¢ticos norteamericanos que informaron a Washington desde Brasilia y Buenos Aires -ciudades m¨¢s propensas a los golpes de Estado que Mosc¨²- no pudieron utilizar el tono tranquilizador del ex asesor de seguridad de Jimmy Carter. La lista de coincidencias que apareci¨® en las conversaciones de Shevardnadze con los Gobiernos de Brasil y Argentina ponen a¨²n m¨¢s de relieve las disidencias que existen en estos momentos entre los latinoamericanos y la Administraci¨®n de Reagan.
La primera prioridad que la Uni¨®n Sovi¨¦tica ha establecido para su pol¨ªtica, incluso por encima de sus intereses nacionales -seg¨²n enfatiz¨® Shevardnadze en su conferencia de prensa de Buenos Aires-, es la paz mundial. Esto significa el desarme. Y el desarme significa la ¨²nica posibilidad seria de que el mundo occidental -liberado de los gastos para la guerra- se haga cargo -de una deuda externa que est¨¢ asfixiando a Brasil y Argentina y amenaza su estabilidad democr¨¢tica. Para el presidente Reagan, por el contrario, nada hay m¨¢s sagrado que continuar con sus planes para la guera de las galaxias, cuya financiaci¨®n necesita de miles de millones de d¨®lares de la deuda externa.
En el campo latinoamericano, la primera prioridad para Brasil y Argentina es evitar una guerra generalizada en Am¨¦rica Central. Durante los ¨²ltimos a?os, la intervenci¨®n militar de Estados Unidos fue postergada una y otra vez gracias a la constante iniciativa diplom¨¢tica latinoamericana. No fue f¨¢cil. Por un lado, la obsesi¨®n paranoica del presidente Reagan con Nicaragua. Por el otro, la fijaci¨®n infantil de los movimientos de izquierda, as¨ª como de los sectores duros de Nicaragua y Cuba, con las tesis guerrilleristas de los a?os sesenta. Los presidentes Jos¨¦ Sarney y Ra¨²l Alfons¨ªn saben hasta qu¨¦ punto la actual actitud negociadora de Fidel Castro y Daniel Ortega se debe a las limitaciones fijadas por Gorbachov a las aspiraciones de los dos comandantes de imponer la f¨®rmula del che Guevara de una subvenci¨®n permanente a una revoluci¨®n permanente.
El grupo del poderoso Council on Foreign Relations que recientemente visit¨® Mosc¨² y se entrevist¨® con el l¨ªder sovi¨¦tico -entre ellos, Henry Kissinger y Cyrus Vance- volvi¨® impresionado por una idea que adjudican a Gorbachov: "Hoy no hay en el mundo un lugar para esconderse". La posibilidad de un cataclismo econ¨®mico o de un cataclismo nuclear no permite Jugar a las escondidas con los problemas. El grupo entendi¨® que ¨¦ste es el mensaje de la glasnost, la transparencia.
Ese mismo sentido es el que dio Shevardnadze a sus conversaciones en el Cono Sur de Am¨¦rica Latina. Para los agobiados gobernantes de Brasilia y Buenos Aires, la tentaci¨®n fue demasiado grande. Un poco m¨¢s y el canciller sovi¨¦tico quedaba transmutado en el padre confesor. Escuch¨® y entendi¨® la interminable lista de angustias, el tono de p¨¢nico contenido, y enmarc¨® una esperanza posible al delicado equilibrio, la cuerda floja en la cual se mueven estos pa¨ªses. En ambos, Shevardnadze dej¨® firmados proyectos de cooperaci¨®n para los pr¨®ximos 10 a?os, renovables.
Hasta ahora, s¨®lo la India -fuera de la ¨®rbita comunista- cuenta con acuerdos de esta envergadura.
Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la forma en que debe ser medido el tiempo que ocupa un siglo. Algunos iconoclastas prefieren marcar ciertos acontecimientos y desechar la rigidez del calendario. De este modo, el siglo XIX habr¨ªa sido uno de los m¨¢s largos: desde la Revoluci¨®n Francesa de 1789 (al concluir el siglo XVIII), hasta el fin de la I Guerra Mundial, a principios ya del siglo XX del calendario. M¨¢s a¨²n, estiman que el siglo XX comenz¨® en 1917, con la Revoluci¨®n de Octubre. Es plausible. Incluso se podr¨ªa agregar que este siglo ser¨¢ el m¨¢s corto y concluya en 1989, con el fin de la presidencia de Reagan.
?Habr¨¢ sido Mijail Gorbachov entonces quien dio el primer paso dentro del siglo XXI? En Buenos Aires y Brasilia, Edvard Shevardnadze di¨® la impresi¨®n, efectivamente, de que los graves problemas que le presentaron son -o debieran ser- cosa del pasado.
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