Los cuentos de Puccini
Mucha meloman¨ªa le suponen a Barcelona sus intendentes musicales. Permitir que los dos ciclos m¨¢s importantes de la ciudad -el sinf¨®nico de Ibercamera y el l¨ªrico del Liceo- empiecen el mismo d¨ªa, a la misma hora, es una apuesta cuando menos arriesgada, y cuando m¨¢s irresponsable.Fue un inicio de temporada tibio, con la sordina puesta, casi de puntillas. I1 trittico no es evidentemente una obra de masas, si es que alguna vez pudo aplicarse a una ¨®pera el calificativo) de marras. Y la raz¨®n acaso la diera Eugenio Montale, que dedic¨® parte de su actividad literaria a la cr¨ªtica musical en el Corriere d'lnformazione. Dijo el poeta que Puccini, el inventor seg¨²n el de la "novela musical" en la historia del melodrama italiano, en esta ocasi¨®n se inclin¨® "no por tres novelas, sino por tres cuentos; y ¨¦sta es su primera origina.idad". Y quiz¨¢ tambi¨¦n, cabe a?adir, la primera causa de que esta obra, trina y una, no acabe de encontrar su lugar en las preferencias p¨²blicas.
Il trittico
De Giacomo Puccini, sobre libretos de Giuseppe Adami y Giovacehino Forzano. En los principales papeles: Alessandro Cassis,, Nicola Martinucci, Olivia Stapp, Piero di Palma y Rosa M? Ys¨¢s (Il tabarro); Maria Chiara, Margarita Lilowa, Nancy Herrera y Carme Hern¨¢ndez (Suor Angelica); Rolando Panerai, M? Angeles Peters y Dalinau Gonz¨¢lez (Gianni Schicchi). Producci¨®n: Teatro de la Scal a. Direcci¨®n esc¨¦nica: SyIvano Bussot ti. Orquesta y coro dirigidos por Roberto Abbado. Gran Teatro del Liceo, Barcelona, 2 de noviembre.
Recuperar la f¨¢bula
Si el cuento literario goza de buena salud, dif¨ªcil ser¨ªa decir lo mismo del cuento-¨®pera. Bien es cierto que muchas puestas en escena, modernas tienden a recuperar la irrealidad, la f¨¢bula, el componente m¨ªtico de las narraciones. Pero de ah¨ª a encontrarse con tres cuentos hechos y derechos como los que integran Il trittico hay un salto importante: la, condensaci¨®n de exposici¨®n, nudo y desenlace poco se ajusta, a la tendencia natural del g¨¦nero, l¨ªrico de alargar -de forma sublime, eso s¨ª- lo que el lenguaje coloquial podr¨ªa emitir en un tiempo infinitamente inferior.Roberto Abbado se plantea, esto; problemas y adem¨¢s gusta, de teorizar sobre ellos, como, prob¨® en una conferencia de prensa concedida la pasada semana. Pero hay algo m¨¢s: consigue materializar sus reflexiones en excelentes resultados sonoros. En el caso de Il tabarro, una. pieza de pasiones desdencadenadas en los s¨®rdidos bajos fondos parisienses de principios de siglo, marc¨® con seguridad y l¨²cido criterio los contrastes. Y si en alg¨²n. momento cubri¨® en exceso las voces, m¨¢s cabe atribuirlo a la idea que a la ausencia de la misma: en definitiva es el Sena, omnipresente espectador asociado a. un inspirad¨ªsimo tema de la partitura, que envuelve el drama y engulle a los personajes. Imponente el Michele de Alessandro Cassis, asesino por celos de Luigi (Nicola Martinucci, convincente) ante el idilio que mantiene con su mujer Giorgetta (Olivia Staop, brillante). Pero la puesta en escena, posiblemente poco ensayada, jug¨® a la contra: di¨¢logos que no debieran ser o¨ªdos por terceros transformados en patrimonio com¨²n de todo un barrio, presencias que debieran permanecer ocultas colocadas en el centro geom¨¦trico de la escena (imposible no darse de narices con ellas), etc¨¦tera.
Similares vacilaciones esc¨¦nicas aquejaron a Suor Angelica, pero aqu¨ª lo m¨¢s grave fue la supresi¨®n de una parte de la obra, aquella en que se pide socorro a Suor Angelica porque a una de sus compa?eras le ha picado una avispa: de tal circunstancia se aprende que la protagonista es una aut¨¦ntica experta en bot¨¢nica, hecho que la coloca en un plano bien diferenciado respecto a las dem¨¢s monjas y que adem¨¢s justifica su suicidio por la v¨ªa de un filtro vegetal. Pese a todo ello, de nuevo Abbado y dos s¨®lidas int¨¦rpretes como Maria Chiara (Suor Angelica) y Margarita Lilowa (T¨ªa princesa) salvaron el buen tono de la representaci¨®n.
Del Gianni Schicchi, que cerr¨® la velada, hay que decir que sin el veterano Rolando Panera? en el papel protagonista nada la movilidad esc¨¦nica, el desparpajo general de: los int¨¦rpretes, las carcajadas del p¨²blico- hubiera sido posible. No por casualidad Panerai es toscano: la arrogancia y desf¨¢chatez que imprime a su Schicchi forma parte de su propio patrimonio cultural. La perla de la pieza, la celeb¨¦rrima aria O mio babbino caro -deliciosa en s¨ª y sumamente ir¨®nica en relaci¨®n con el par¨®n, dram¨¢tico que impone a la obra-, fue muy bien dicha por M? ?ngeles Peters, que tuvo en el Rinuccio de Dalmau Gonz¨¢lez un contrapunto musicalmente v¨¢lido.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.