La fortaleza Malvinas
Un complejo militar de 30 kil¨®metros cuadrados domina el Atl¨¢ntico sur
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El Reino Unido ha construido una enorme base, surgida de la nada, en las islas Malvinas, cuya misi¨®n te¨®rica es impedir, por medio de la disuasi¨®n o la defensa, que se repita una invasi¨®n o ataque argentino como el de 1982, pero que tambi¨¦n puede servir a una estrategia general en el Atl¨¢ntico sur. Un enviado especial de EL PA?S ha visitado las disputadas islas y su complejo militar, alejado de la capital de las islas, Port Stanley, y que cubre una superficie superior a la de la base de Rota. La construcci¨®n de la base ha costado al erario brit¨¢nico 64.000 millones de pesetas. Londres espera a¨²n que Buenos Aires anuncie oficialmente el cese de las hostilidades.
En el Atl¨¢ntico sur hay una enorme nueva base militar, con el nombre, muy poco marcial, de Mount Pleasant (Monte Agradable). Son 30 kil¨®metros cuadrados -m¨¢s que la base de Rota-, surgidos de la nada, y una pista de aterrizaje de casi tres kil¨®metros de largo, adem¨¢s de un puerto. Es la base brit¨¢nica en las islas Malvinas, construida a ra¨ªz de la guerra con Argentina de 1982. En dos d¨ªas, con la nueva pista, la metr¨®polis podr¨ªa poner 5.000 hombres en las islas en caso de conflicto. Este tipo de planes de refuerzos se ejercitan "de cuando en cuando", dicen los militares brit¨¢nicos.Las decenas de hangares y dependencias que cubren esta fortaleza fueron prefabricados y enviados por mar y aire a las islas. Enormes tubos de calefacci¨®n recorren los cuarteles, que est¨¢n comunicados entre ellos a trav¨¦s de largos pasillos, muy ¨²tiles para los rigores del invierno.
Los militares eligieron bien el lugar para este complejo militar que alberga una base a¨¦rea y un puerto para la Royal Navy. A unos 55 kil¨®metros de Port Stanley, la capital de las Malvinas, en la isla oriental, el aeropuerto est¨¢ mejor protegido ante la eventualidad de ataques que la antigua pista de la capital, en la que los reactores no pod¨ªan aterrizar. La lejan¨ªa evita fricciones entre la poblaci¨®n local y los soldados. Una carretera, la ¨²nica de las islas digna de este nombre, une el complejo militar a Port Stanley.
El aeropuerto fue inaugurado a mediados de 1985, y su construcci¨®n ha costado 320 millones de libras (unos 64.000 millones de pesetas), a los que hay que sumar 90 millones de libras de la construcci¨®n del puerto. El coste de mantenimiento de las instalaciones y sus efectivos asciende a unos 100 millones de libras, seg¨²n fuentes oficiales brit¨¢nicas (lo que no incluye los gastos suscitados por la presencia de la tropa, sino los de mantener a las fuerzas all¨ª en vez de en otro lugar). Si a esto se suman las partidas que a¨²n genera la campa?a de 1982, la defensa de las Malvinas viene a suponer al contribuyente brit¨¢nico, en 1987-88, 257 millones de libras, es decir, unas 130.000 libras (2,6 millones de pesetas) por habitante.
Viajar a las Malvinas no es ya la aventura que era despu¨¦s de la guerra. La incomodidad de los H¨¦rcules de h¨¦lice, con reavituallamiento en vuelo, ha cedido su lugar a unos confortables Tristar, de la fuerza a¨¦rea brit¨¢nica, que parece as¨ª convertirse en operador tur¨ªstico, reduciendo a la mitad el tiempo necesario para llegar de la base de Brize Norton, cerca de Oxford, a las Malvinas: 18 horas, incluida una en la isla de la Ascensi¨®n. Hay dos vuelos semanales, que han animado la vida de las islas. Se pretende, adem¨¢s, desarrollar el Mount Pleasant Airoport (MPA, las siglas ya han entrado en la vida local) para vuelos tur¨ªsticos, desde Chile y Uruguay.
Nadie dice cu¨¢ntos hombres y mujeres forman la guarnici¨®n de la isla. "Todos sabemos cu¨¢ntos hombres hay aqu¨ª y qu¨¦ material pero no se lo vamos a decir a ning¨²n extranjero", dice el concejal John Cheek. Desde luego, a juzgar por el enorme tama?o de la tintorer¨ªa militar -una instalaci¨®n fundamental dado el clima fr¨ªo que impera en las islas- la base tiene capacidad para varios miles de soldados. La guarnici¨®n brit¨¢nica, sin embargo, se ha reducido desde la construcci¨®n de la base que permitir¨ªa la llegada de refuerzos, lo que antes no era posible en la corta pista de Stanley, que ha quedado reducida al uso de las avionetas.
Los cuarteles flotantes instalados en el puerto de Stanley se est¨¢n marchando (uno de ellos ha sido vendido a EE UU, que lo utilizar¨¢ como c¨¢rcel), y, a juzgar por los indicios que unos u otros comentan, la base debe contar en la actualidad con entre 1.000 y 2.000 soldados, es decir, un n¨²mero casi igual al de los habitantes de las Malvinas. El 2 de abril de 1982, cuando Argentina invadi¨® las islas, hab¨ªa 66 infantes de marina y tres oficiales.
Los soldados se turnan cada cuatro meses. Los que ocupan puestos claves, cada 12 meses. Los destinados a las instalaciones de radar, situadas a menudo en lugares inh¨®spitos, van directamente all¨ª sin pasar por el complejo, y permanecen en sus puestos durante los cuatro meses de su estancia. Entre 40 y 70 soldados viven en cada una de estas instalaciones de radar y misiles antia¨¦reos.
Unidades navales
Siempre hay varios buques de apoyo y al menos una fragata. Monse?or Agreita, sacerdote cat¨®lico de Tirol del Sur que se encuentra en Port Stanley, desde luego sabe siempre qu¨¦ unidades van y vienen, pues as¨ª tambi¨¦n controla qu¨¦ sacerdotes castrenses van y vienen. En cuanto a submarinos, los militares mantienen el m¨¢s estricto silencio sobre su presencia o ausencia."Disponemos de una fuerza suficiente y equilibrada", declara el coronel Gordon MacDougall, y explica que all¨ª hay cazabombarderos Phantom, aviones de transporte H¨¦rcules, helic¨®pteros Chinook y Sea Yings, y otros sistemas. El thatcherismo tambi¨¦n ha llegado a las fuerzas en las Malvinas: para algunos desplazamientos y movimientos en las islas, se han alquilado helic¨®pteros Bristow a una empresa privada. Resulta m¨¢s barato que los helic¨®pteros militares dotados de costosos equipos.
Toda la defensa gira sobre un solo objetivo: mantener la pista del aeropuerto abierta para, en caso de conflicto, permitir la llegada de refuerzos. Una red de radar cubre las islas, y las fuerzas brit¨¢nicas tienen misiles Rapier. Si la pista fuera da?ada, los ingenieros disponen de todo el material necesario para repararla con celeridad.
Por su parte, la antigua pista de Port Stanley, ahora renovada tiene zanjas para impedir que aterricen otros aparatos que avionetas. Y adem¨¢s, cuando no se usa se cruzan en la pista unos camiones para evitar aterrizajes sorpresa.
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