S¨ª, se?or, c¨®mo no
Wagner Tiso y Manolo Sanlucar.Tr¨ªo de Michel Camilo
VIII Festival de Jazz de Madrid. Teatro Alb¨¦niz. 9 de noviembre.
El tercer concierto del Festival de Jazz de Madrid empez¨® con la actuaci¨®n de Wagner Tiso, pianista brasile?o, y Manolo Sanl¨²car, guitarrista flamenco.
Y, ?qu¨¦ pintan Wagner Tiso y Manolo Sanl¨²car en un festival de jazz?, se dir¨¢ el lector. En la rueda de prensa de presentaci¨®n del festival, los organizadores dijeron que bueno, que las m¨²sicas de hoy se han vuelto muy ambiguas, y que el mismo Duke Ellington, que en paz descanse, dec¨ªa que ¨¦l no tocaba jazz. Pero esta no es raz¨®n para poner a Sanl¨²car y Wagner Tiso, sino m¨¢s bien para no poner a Duke Ellington.
Lo que pasa es que la banda de Duke Ellington iba a estos festivales, como ahora la de su hijo Mercer, porque lo ped¨ªa su p¨²blico, que era el p¨²blico del jazz. S¨®lo que para este festival, m¨¢s que hacer caso del poco numeroso p¨²blico jazz¨ªstico, lo que han hecho es traer todo lo que hab¨ªa y, como a¨²n les parec¨ªa poco, pues han a?adido estos maridajes ex¨®ticos. En el fondo, los cr¨ªlicos no nos podemos quejar, porque de especialistas en jazz nos han convertido en especialistas en sones ambiguos, y podemos opinar lo mismo de jazz que de la m¨²sica flamenca, la del Brasil y la de los grandes expresos europeos.
Y, como me dan licencia para opinar, pues opino. Me gust¨® mucho Sanl¨²car tocando lo suyo, que fue flamenco sin ambig¨¹edades. Me gust¨® menos Wagner Tiso que, quiz¨¢ influido por su ilustre nombre, sobrecarga su grupo de teclados electr¨®nicos y convierte en pesadas piezas que pueden y hasta deben ser ligeras.
Respecto al encuentro, al que tendr¨ªamos que llamar flamenque?o o brasilenco, lo siento, pero me pareci¨® aburrid¨ªsimo y escasamente logrado, algo as¨ª como vestir a Pel¨¦ de luces o soltar un Miura en el estadio de Maracan¨¢. Se agradecen las buenas intenciones, y supongo que habr¨¢ quien diga que aquello fue un enrolle y un movid¨®n, pero a uno le daba verg¨¹enza decir estas tonter¨ªas hasta cuando estaban de moda.
Cosas caribe?as
La segunda parte estuvo mejor, aunque lo de Michel Camilo tampoco parece que sea el jazz, sino m¨¢s bien cosas caribeflas, salsa y calipsos, y tambi¨¦n suites e historias sinf¨®nicas.Es curioso el concepto de tr¨ªo que proponen Camilo y sus acompa?antes. En lugar del tr¨ªo que hoy domina en el jazz moderno, el tr¨ªo disperso en el que cada m¨²sico pinta su paisaje, el tr¨ªo de Michel Camilo hace virtud m¨¢xima de la cohesi¨®n. Los discursos musicales de Camilo al piano, Michael Bowie al bajo y Joel Rosenblatt a la bater¨ªa, est¨¢n como cosidos los unos con los otros.
M¨¢s que un tr¨ªo, Camilo y los suyos podr¨ªan ser una secci¨®n r¨ªtmica perfecta para gente tan tropical y poco amiga de la delicadeza como Sonny Rollins. ?ste seguro que estar¨ªa encantado con Rosenblatt, quien por el momento lo tiene muy f¨¢cil porque el tr¨ªo tiene tendencia a caer en lo fren¨¦tico, y ah¨ª siempre lleva ventaja el que m¨¢s ruido mete.
Prueba de que el tr¨ªo reclama un solista al frente es que lo mejor de la actuaci¨®n fue cuando sacaron al escenario a la cantante Mari Dalia Hern¨¢ndez, invitada no prevista, que se hizo en seguida due?a del escenario con una impresionante presencia f¨ªsica, y supo imponerse a la tempestad de Camilo y los dem¨¢s con igual presencia de ¨¢nimo.
Cant¨® Mari Dalia una canci¨®n a la que ella misma ha puesto letra. Una letra combativa y mensajera pero salsera de coraz¨®n, porque al comienzo del estribillo se arranca con un fogoso y vibrante s¨ª, se?or, c¨®mo no.
Gran pianista
Y s¨ª, se?or, c¨®mo no reconocer que Michel Camilo es un gran pianista. Posiblemente uno de los grandes descubrimientos de estos ¨²ltimos tiempos. Pero uno prefiere a los dispersos y paisaj¨ªsticos. Por ejemplo, neoevansianos como Makoto Ozone o el mismo Michel Petrucciani. Quiz¨¢ no tengan tanta fuerza, pero expresivamente, resultan menos machacones y m¨¢s variados.
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