Leer
Leer es vivir la vida de los otros. Son diversos los factores que han hecho que haya mucha gente en este pa¨ªs que no lea ni un libro al a?o a pesar de que el refr¨¢n asegura que esto "no hace da?o". La autora invita a los que viven alejados de los libros a acercarse a ellos para disfrutar del placer que no conocen."Un libro al a?o no hace da?o", dice la jocosa frase publicitaria destinada a esa gran mayor¨ªa de espa?oles que, seg¨²n afirman determinadas estad¨ªsticas, no adquieren ni leen un libro ni por casualidad. Se trata de animarles a leer, a salir del pozo de su ignorancia, a ayudarles a perder el temor y el menosprecio que sienten hacia los libros, temor ancestral e iterativo. Esa mayor¨ªa pertenece a una generaci¨®n cuya edad parte de los 50 a?os para arriba y a una clase socioecon¨®mica heterog¨¦nea que vive ajena al mundo de los libros. Quiz¨¢ porque desconoce la importancia de la palabra escrita como principio de todas las culturas. El menosprecio hacia los libros y su rechazo a leer procede de que no saben leer, no les ense?aron a comprender lo que le¨ªan; no interesaba tal ense?anza a aquel sistema pol¨ªtico. Cuanto m¨¢s ignorante es un pueblo, mejor se le domina.
Aprendieron a silabear, y de ah¨ª no pasaron. Silabear era tarea lenta y pesada que requer¨ªa concentrarse en la pronunciaci¨®n. Cuando topaban con una palabra de m¨¢s de tres s¨ªlabas o de significado dif¨ªcil, se la saltaban. Al final del p¨¢rrafo -unas 10 o 12 l¨ªneas- no sab¨ªan explicar lo que hab¨ªan le¨ªdo, y para no tener que seguir alegaban que les dol¨ªa la cabeza. Aquellos escolares ahora adultos siguen sin comprender la mitad de las palabras que en su lectura hallan, y aseguran tambi¨¦n que el leer les provoca dolor de cabeza.
Placer
Nunca llegar¨¢n a saber que entregarse a la lectura de un libro es un placer inigualable y que es un deleite releer obras o fragmentos de escogidos autores saboreando la riqueza de ideas y/o lenguaje que nos legaron. Si esos adultos no quieren leer, peor para ellos. A nuestro pa¨ªs le interesa la nueva generaci¨®n.Estamos ya con un pie en el siglo XX y el otro en el XXI. La transici¨®n comenz¨® a finales de los setenta, seg¨²n han declarado eminentes soci¨®logos de distintos pa¨ªses. El paso de uno a otro siglo no viene marcado como en el almanaque el final de un a?o que se celebra atragant¨¢ndose con las 12 uvas de rigor y los besos en el aire de las mejillas. Dicho paso es una larga etapa modificativa cuajada de transformaciones y cambios. Aunque todav¨ªa vegeten por ah¨ª mentalidades decimon¨®nicas, adolescentes y j¨®venes viven ya el nuevo mundo que se nos viene encima. ?Qu¨¦ cambios? La electr¨®nica es pan comido. Los ordenadores inician una invasi¨®n que rebasa las empresas y se introduce en los hogares al mismo ritmo que en otro tiempo se introdujeron los televisores. Todo ello estimula la curiosidad de escolares, adolescentes y j¨®venes chicas y chicos incit¨¢ndoles a leer y conocer algo de tanta novedad o de modernidad, como ellos dicen apoder¨¢ndose de un vocablo que tiene otras connotaciones.
La revoluci¨®n electr¨®nica conlleva radicales transformaciones laborales a las que hay que a?adir las modificaciones habidas en la vida familiar, en las relaciones amorosas, etc¨¦tera. Adolescentes y j¨®venes desean enterarse de lo que leen, y cuando hallan una palabra desconocida acuden al diccionario. Apaciguada su curiosidad, compiten por demostrar sus conocimientos acerca de todo lo nuevo o de lo que, sin serlo, tal les parece: y son muchas las materias que les interesan. Este embri¨®n del siglo XXI est¨¢ cambiando la sociedad hasta tal punto que los progres de la d¨¦cada prodigiosa observan con cierto asombro c¨®mo su peque?a o peque?o v¨¢stago se mueve cual pez en el agua entre los complicados artilugios de las nuevas t¨¦cnicas. Si intenta discutir con el/la preadolescente acerca, por ejemplo, del nuevo lenguaje, aparentar¨¢ no darse por vencido, refugi¨¢ndose en la urgencia de un inmediato trabajo, satisfecho en el fondo de que para algo vali¨® ser progre hace dos d¨¦cadas.
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