Di¨¢logo en Acapulco
Carlos Fuentes gan¨® ayer el Cervantes, el principal premio de las letras espa?olas. El autor de La muerte de Artemio Cruz, uno de los grandes novelistas de nuestra lengua, es tambi¨¦n un ensayista penetrante y comprometido con la realidad de su tiempo. En su ¨²ltimo art¨ªculo reflexiona sobre la pr¨®xima cumbre de los pa¨ªses del Grupo de Contadora y del Grupo de Apoyo que se celebrar¨¢ este fin de semana en Acapulco (M¨¦xico).
Por primera vez desde 1826, cuando Sim¨®n Bol¨ªvar convoc¨® al Congreso de Panam¨¢ a los presidentes de las nuevas rep¨²blicas de Iberoam¨¦rica, un grupo de jefes de Estado latinoamericanos se re¨²ne por iniciativa propia en Acapulco esta semana. Se?al de los tiempos: las anteriores reuniones de l¨ªderes hemisf¨¦ricos se debieron a iniciativas norteamericanas. Eisenhower salud¨® a sus colegas latinoamericanos en Panam¨¢ en 1956, a ra¨ªz del derrocamiento del Gobierno electo de Jacobo Arbenz en Guatemala, organizado y dirigido desde Washington. Y en 1967, Lyndon Johnson se reuni¨® con los latinoamericanos en Punta del Este, despu¨¦s de la invasi¨®n de la Rep¨²blica Dominicana. Ambos fueron ejercicios de salvamento, excusas corteses por actos de intervencionismo.En esta ocasi¨®n, las ocho naciones representadas -M¨¦xico, Panam¨¢, Colombia, Venezuela, Per¨², Uruguay, Argentir,a y Brasil- se re¨²nen para responder a sus propias preocupaciones. Una enorme transformaci¨®n ha ocurrido en Am¨¦rica Latina durante el pasado cuarto de siglo. El continente latinoamericano se ha industrializado, se ha urbanizado, se ha educado. Las actividades econ¨®micas se han desplazado de la exportaci¨®n de materias primas a la exportaci¨®n de manufacturas, y las actividades pol¨ªtico sociales se han desplazado de los centros de poder tradicionales -Iglesia, Ej¨¦rcito y oligarqu¨ªa- a fuerzas modernas: sindicatos, asociaciones urbanas y agrarias, grupos empresariales, comunidades religiosas de base, profesionales, intelectuales, mujeres. La modernizaci¨®n coexiste con factores negativos, viejos y nuevos: pobreza, mala distribuci¨®n del ingreso y ahora el problema de la deuda. Pero los factores preponderantes son el crecimiento de la econom¨ªa y el crecimiento de la poblaci¨®n, que en el a?o 2000 duplicar¨¢ a la de Estados Unidos.
Los presidentes viajan a Acapulco, adem¨¢s, con su buena dosis de espinosos problemas nacionales. En M¨¦xico, Miguel de la Madrid y su sucesor designado, Carlos Salinas de Gortari, tienen que unir la reforma econ¨®mica a la reforma democr¨¢tica si quieren que el pa¨ªs mantenga su envidiable y prolongada estabilidad. Virgilio Barco, en Colombia, no ha logrado imponer la autoridad estatal a la violencia y a la droga. Y en Per¨², Alan Garc¨ªa ha visto el descenso de su popularidad inicial al comp¨¢s del deterioro econ¨®mico, mientras que los pacientes grupos de la guerrilla son vigilados por impacientes grupos del Ej¨¦rcito. En Uruguay, Julio Sanguinetti trabaja con tes¨®n para restaurar la autoridad civil. de una naci¨®n devastada por la represi¨®n militar y las ilusiones perdidas de la clase media.
Pero los grandes vecinos del peque?o Uruguay tienen sus propios problemas. Jos¨¦ Sarney, en Brasil, posee una autoridad limitada para conducir al pa¨ªs a las elecciones directas y a una correspondencia mayor entre las pol¨ªticas oficiales y la econom¨ªa m¨¢s grande de Am¨¦rica Latina. El drama de Argentina ha consistido en que una poblaci¨®n generalmente pr¨®spera, educada y homog¨¦nea nunca ha contado con instituciones pol¨ªticas firmes. El desaf¨ªo mayor de Ra¨²l Alfons¨ªn es darle a su patria un Estado democr¨¢tico fuerte, en consonancia con la sociedad, a fin de que el Ej¨¦rcito no pueda ocupar el vac¨ªo tradicional entre sociedad y Gobierno.
Es posible, sin embargo, que las situaciones peor y mejor se encuentren en Panam¨¢ y Venezuela. S¨®lo la autoridad democr¨¢tica puede someter al Ej¨¦rcito y a los empresarios al orden legal en Panam¨¢, y Eric del Valle no ha sido capaz de ofrecerla. En Venezuela, en cambio, la crisis ha obligado a diversificar la econom¨ªa petrolizada, producir lo que se come, liberar energ¨ªas locales y consolidar la democracia. El presidente saliente, Jaime Lusinchi, casi seguramente transmitir¨¢ el poder el a?o entrante a un l¨ªder popular, independiente y en¨¦rgico, Carlos Andr¨¦s P¨¦rez. P¨¦rez desempe?ar¨¢ un papel decisivo en el movimiento hacia una mayor integraci¨®n latinoamericana.
Durante los ¨²ltimos a?os, Latinoam¨¦rica ha logrado un grado importante de consenso en materia econ¨®mica, a trav¨¦s de las negociaciones de Cartagena, y en materia diplom¨¢tica, a trav¨¦s del proceso de Contadora. La reuni¨®n de Acapulco deber¨¢ destacar otros signos, como la pr¨®xima creaci¨®n de un Parlamento latinoamericano, comparable al Congreso europeo de Estrasburgo. El proceso de armonizaci¨®n de las legislaciones nacionales, a fin de favorecer la integraci¨®n de los sectores p¨²blicos y privados, se ha iniciado ya. Un tratado de asistencia regional para emergencias alimentarias deber¨¢ formalizarse, y el presidente Barco seguramente promover¨¢ su campa?a continental contra la pobreza.
La reuni¨®n de Acapulco ocurre cuando los presidentes de las cinco peque?as y d¨¦biles rep¨²blicas centroamericanas han torriado y mantenido la iniciativa diplom¨¢tica en su regi¨®n. Los presidentes reunidos en Acapulico representan al 80% de la poblaci¨®n, los recursos y el territorio de Am¨¦rica Latina. Se oponen a la ayuda a los contras y favorecen las negociaciones que conduzcan, al cabo, a una Centroam¨¦rica neutral y desmititarizada. Pero est¨¢n obligados a mirar m¨¢s all¨¢ del conflicto centroamericano, m¨¢s all¨¢ de sus problemas nacionales inmediatos y m¨¢s all¨¢ de la actual Administraci¨®n norteamericana, hacia una Latinoam¨¦rica que crece agigantadamente, diversifica sus fuentes exteriores de inversi¨®n y asistencia en Jap¨®n, Europa y la URSS, y depende cada vez menos de Estados Unidos. Los presidentes reunidos en Acapulco no son antinorteamericanos. Simplemente piden hablar con un socio articulado en vez de un ide¨®logo tartamudo.
Las preocupaciones en Acapulco ser¨¢n, obviamente, econ¨®micas, sociales y diplom¨¢ticas. Muy alejadas, por tanto, de las obsesiones militaristas del presidente Reagan en Am¨¦rica Central. Sin embargo, los dirigentes de la Am¨¦rica Latina marecen que sus esperanzas y sus esfuerzos sean corripartidos por el pr¨®ximo presidente de Estados Unidos. Por el momento, s¨®lo el representante James Wright es capaz de hablarle a Am¨¦rica Latina desde Washington.
Pero hay quiz¨¢ otro interlocutor invisible en Acapulco. Hace idos siglos, el ministro de Carlos III, el conde de Aranda, quiso prevenir las revoluciones de independencia en las colonias espa?olas de Am¨¦rica, y propuso una, comunidad hisp¨¢nica de naciones para armonizar intereses sin sacrificar autonom¨ªas. Lo que ocurra esta semana en Acapulco no puede serle indif¨¦rente a Espa?a. La integraci¨®n latinoamericana debe acercamos, no alejarnos, de Madrid. Una comunidad de naciones ib¨¦ricas es parte del mundo multipolar del siglo XXI.
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