Pactocracia y paz
Se ha firmado recientemente un pacto de Estado contra el terrorismo. Un acontecimiento de este tipo deber¨ªa provocar m¨¢s de una voz. Malo es que, cuando el Estado se mueve, el ciudadano se calle. Cuando algo se mueve en las alturas, se piensa en voz baja: lo mejor es no menearlo. Rompamos, por tanto, un poco el silencio. Antes de nada habr¨ªa que comenzar alegr¨¢ndose de que las cosas pasen de ser dram¨¢ticas a serias, o de que se hable claramente de di¨¢logos, negociaciones, propuestas y contrapropuestas.Inmediatamente, sin embargo, surgen dudas respecto al pacto que se acaba de firmar. Es, desde luego, poco novedoso. Las fuerzas pol¨ªticas ya conocidas han dicho lo ya conocido. No hay fuerzas pol¨ªticas distintas que se hayan sumado a la firma, y queda la pregunta en el aire de s¨ª las iniciativas son verdaderamente diferentes. La primera impresi¨®n es que los de siempre, y como siempre, han cerrado filas. Nos gustar¨ªa, sinceramente, estar equivocados. Los pactos realizados, por otro lado, se han hecho con considerable oscuridad. Seg¨²n las declaraciones m¨¢s que ambiguas de algunos, lo que importa es lo que no se dice.
El pacto esconder¨ªa su esencia. Se repite as¨ª esa parad¨®jica situaci¨®n (que, parad¨®jicamente, se da en sistemas que se dicen libres) seg¨²n la cual todos creemos saber que se ha pactado algo que no hay que saber. Se parece a esa otra paradoja seg¨²n la cual cuanto m¨¢s se niega que se pacta, m¨¢s se afirma que se est¨¢ pactando. El hecho, de cualquier manera, es que estamos ante alg¨²n tipo de negociaci¨®n. S¨®lo que, si se hace a hurtadillas, habr¨ªa que recordar a los que se cobijan en los partidos protagonistas de tal pacto que exijan mucha m¨¢s claridad. No que se les diga por qu¨¦ se callan cosas (siempre se puede encontrar una excusa para ello), sino qu¨¦ es lo que se calla. Porque, a lo mejor, no se calla nada y las cosas siguen como est¨¢n. Y porque los misterios del Estado no tienen por qu¨¦ ser bendecidos nunca. Causa, adem¨¢s, una cierta extra?eza (si somos sinceros, diremos que no causa mucha extra?eza, pero conviene, ret¨®ricamente o no, seguir extra?¨¢ndose) que un pacto de Estado puedan suscribirlo todas las fuerzas pol¨ªticas, de la derecha a la izquierda oficial. No se ve c¨®mo la violencia, o Dios sabe qu¨¦, podr¨ªa eliminar diferencias ideol¨®gicas de sustancia. A no ser que una autoridad superior a cualquier ideolog¨ªa, el Estado o la naci¨®n, lo pidiera.
En tal caso entender¨ªamos perfectamente que se trate de un pacto de Estado. Pero uno no puede evitar lamentar (por mucho que desee, por encima de cualquier otra cosa, la paz) que es un pacto del Estado, es decir, que no es ¨¦ste el que se modifica a trav¨¦s de los grupos que lo componen, sino que son tales grupos los que se nutren y viven de ¨¦l. Y si se replica que hay cuestiones -como ser¨ªa la defensa de la democracia- que exigen tal uni¨®n, habr¨ªa que responder que eso suele ocurrir cuando se admite una realidad como es la guerra o se genera la sombra de un enemigo exterior. Algo parecido a una guerra y que viene de fuera forzar¨ªa a disolver las ideolog¨ªas en la defensa de? Estado. Habr¨ªa que seguir lament¨¢ndose de que en casos extremos -s¨ª se dan o cuando se den- mande m¨¢s la idea de enemigo exterior que una noci¨®n mucho m¨¢s profunda y real de democracia. Idea aquella que permite reducir lo que no interesa a simple enemigo exterior. Ser¨ªa momento, por cierto, para recordar tambi¨¦n a los internacionalistas qu¨¦ es lo que significa esa palabra. Pero, siendo optimistas, es de suponer que el pacto se ha hecho para pactar.
Silencio
Porque resulta que en Euskadi, que es donde est¨¢ el coraz¨®n del problema, dos fuerzas mayoritarias, Herri Batasuna y Eusko Alkartasuna, no lo han suscrito. No tenerlo en cuenta como dato fundamental ser¨ªa semejante a hacer un pacto sobre algo pol¨ªticamente fundamental en este pa¨ªs y excluir a todo el PSOE o a AP, CDS y PCE en conjunto. Y no vale arg¨¹ir, desde esa curiosa manera de entender la democracia, diciendo que si un movimiento que no es mayoritario quiere imponer sus puntos de vista, es antidemocr¨¢tico, y si es mayoritario, es demag¨®gico.
Rid¨ªculo, en fin, ser¨ªa un pacto que dejara las cosas como est¨¢n, se diera al margen o contra un amplio conjunto de la poblaci¨®n que es la depositaria de la soluci¨®n, una a los que estaban unidos, se llene de silencio y nos deje en la oscuridad en cuanto a si va a ir, de verdad, a los problemas reales y en los lugares reales.
Dije al principio que preferir¨ªa confundirme y que ojal¨¢ las sospechas sean s¨®lo sospechas. Es buena ocasi¨®n para negociar con valent¨ªa e invitando a todos los que tienen algo que decir a que lo expongan. En caso contrario estaremos como siempre. O peor y sin paz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.