El flautista de Hamelin, en el Bernab¨¦u
Una vez cumplida su misi¨®n con s¨®lo tocar la flauta, y como no le pagaban lo convenido, se llev¨® tambi¨¦n a todos los ni?os, que le siguieron encantados, bailando al son de sus deliciosas melod¨ªas...Ahora parece que los flautistas se han modernizado, trabajan en equipo y se ventilan millones. Antes eran preciosas melod¨ªas que encantaban a los ratones y a los ni?os; desde hace algunas d¨¦cadas, por el contrario, son las estridencias mon¨®tonas y monocordes con ecos tribales y con los m¨¢ximos decibelios de la ac¨²stica electr¨®nica y dem¨¢s artilugios, los que enervan y provocan griter¨ªos, contorsiones generalizadas entre gimn¨¢sticas y circenses, cercanas al payasismo, y lo que moviliza en masa y por simpat¨ªa a los j¨®venes de todas las latitudes.
Desde el comp¨¢s de los elegantes valses rom¨¢nticos, y modos recatados de los carrozas, pasando por los bailes y danzas m¨¢s desenvueltas y libres, hemos llegado a la imagen un tanto selv¨¢tica que los medios de comunicaci¨®n ofrecen de conciertos multitudinarios como el del Bernab¨¦u; lo mismo sucedi¨® en Tur¨ªn o en Par¨ªs...
Tales acontecimientos mas?vos y similares se pueden considerar como experimentos al natural o sism¨®grafos de fuerzas en movimiento, cuya gr¨¢fica psicosocial merece reflexiones. Bien entendido que no se trata de la din¨¢mica inherente a las "relaciones de las masas con las minor¨ªas selectas", como dir¨ªa Ortega; tampoco de una valoraci¨®n cr¨ªtica de la m¨²sica. ¨²nicamente interesa destacar algunos de los hitos que revelan y condicionan la evoluci¨®n de los pueblos portadores de cultura, con sus crisis y alumbramientos, sobre todo en este pen¨²ltimo recodo de nuestro milenio y comienzo del siguiente.
A los bi¨®logos, psiquiatras y disciplinas antropol¨®gicas afines interesa, en primer t¨¦rmino, el conocimiento del protagonista principal: el hombre operante y sintiente. Unas primeras interrogantes se levantan inquisidoras ante nosotros: ?qu¨¦ relaci¨®n y efecto tiene la m¨²sica con la conducta humana, individual o colectiva, con la biolog¨ªa cerebral y el proceso hist¨®rico-cultural? ?Qu¨¦ misterios encierra una melod¨ªa, unos ritmos, que hasta los ratones olvidan sus instintos voraces, los ni?os abandonan padres y hogares y hasta se pueden encantar serpientes? ?Habr¨¢ algo m¨¢s ingenuo y buc¨®lico que un pastorcillo soplando la flauta en un ribazo, mientras apacienta su hato de ganado? ?Qui¨¦n permanece insensible a los trinos de los p¨¢jaros cantarines al amanecer o a la puesta del sol en el bosque? Y ahora, incluso miles y miles de j¨®venes y adultos acuden en tropel a los grandes estadios para o¨ªr y festejar, hasta el paroxismo, m¨²sica moderna.
Milagro
En todo caso, ?qu¨¦ tendr¨¢ la m¨²sica de milagroso que puede ser m¨¢s conmovedora y profunda que la palabra, que la argumentaci¨®n hablada? ?En qu¨¦ medida se han biologizado los sentimientos en la m¨²sica moderna? ?Qu¨¦ relaci¨®n tiene o puede tener esta evoluci¨®n musical hasta l¨ªmites cuasi circenses, primitivos, con la evoluci¨®n del acelerado proceso sociocultural, con sus lirismos y prosa¨ªsmos?
Consideremos lo m¨¢s esencial: la m¨²sica, ritmos y melod¨ªas, se perciben primeramente en forma de sensopercepciones inefables en la dimensi¨®n m¨¢s inespec¨ªfica de la vida an¨ªmica, de los sentimientos vitales y profundos, y su eco -aceptaci¨®n o rechazo- depende de la capacidad vivencial individual, cultural y educaci¨®n musical.
Para unas reflexiones psicobiol¨®gicas con proyecci¨®n antropol¨®gica, conviene recordar: las grandes composiciones universales y su orquestaci¨®n consisten, en lo fundamental, en la combinaci¨®n ordenada de notas, tonalidades y ritmos de sublime inspiraci¨®n racionalizada, donde prevalecen la armon¨ªa de sus compases, pausas y contrastes tonales.
Estos conjuntos se integran y articulan en la pieza musical, donde los ruidos, las disonancias disarm¨®nicas, no tienen cabida ni sentido: con consideradas como cuerpos extra?os, hirientes. Esta exigencia de forma y de fondo contrasta con la conocida permisividad decib¨¦lica de la mayor¨ªa de la m¨²sica mecanizada y sus improvisaciones, lo que supone otros efectos biocerebrales, bioan¨ªmicos y de comportamientos que merecen atenci¨®n.
La org¨ªa de decibelios propia de espect¨¢culos masivos facilitar¨ªa principalmente el ligue hormonal con liberaci¨®n de impulsos y desmanes, vinculados al llamado 'cerebro' con su infinidad de centros y circuitos subcorticales, como vemos que sucede en los referidos conciertos progres.
En este sentido, se ha comprobado experimentalmente que la m¨²sica cl¨¢sica, r¨ªtmica y a la vez armoniosa, tranquiliza y estimula, la secreci¨®n l¨¢ctea de los bovinos; la estridente, por el contrario, la inhibe. Si a estas observaciones les a?adimos unos gramos de buen humor, se podr¨ªa imaginar que poniendo en los establos m¨²sica rock o similares, a gran escala, se mitigar¨ªa el grave problema de exceso de mantequilla de las Comunidades Europeas. ?ltimamente parece comprobarse tambi¨¦n que los ruidos o m¨²sicas estridentes molestan, inquietan, incluso a los fetos de algunos meses en el claustro materno.
El sentimiento individualizado, profundo y gozoso no perturba el raciocinio; las bajas pasiones, las pulsiones tan¨¢ticas, que todos llevamos dentro, no afloran a la conciencia; son desplazadas, inhibidas, desactivadas, sublimadas o reprimidas a instancias de funciones superiores 'entronizadas' en la corteza cerebral de filogenia m¨¢s reciente en la evoluci¨®n del hombre. Por esta raz¨®n, el espectador de m¨²sica cl¨¢sica permanece m¨¢s ¨ªntegro, m¨¢s enriquecido, con mayor lucidez de conciencia, m¨¢s libre internamente, sin necesidad de manifestaciones histeroides.
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