Las fusiones en la banca y el empleo
El anuncio de fusi¨®n del Banco de Bilbao y el Banesto, y su posterior fracaso, seg¨²n defiende la autora en este art¨ªculo, ha desatado un debate en dos frentes: de un lado, la discusi¨®n de si los bancos espa?oles tienen la dimensi¨®n necesaria para ser competitivos frente a la banca europea; de otro, si el proceso de fusiones en ciernes tendr¨ªa un efecto desastroso sobre el empleo en el sector.
La hip¨®tesis m¨¢s s¨®lida sobre el primero de los temas sostiene que la banca espa?ola tiene una desventaja comparativa en el negocio de banca al por mayor frente a la banca extranjera, derivada de una serie de factores, entre los cuales la dimensi¨®n es determinante.La dimensi¨®n es indispensable para atender las necesidades crediticias de los grandes prestatarios si no se quiere caer en la temeridad de una excesiva concentraci¨®n de riesgo.
Los siete primeros bancos espa?oles est¨¢n colocados en el ranking de bancos mundiales en puestos zagueros, del 90 al 150, mientras que los grandes bancos comunitarios est¨¢n entre los 80 puestos primeros; nueve de ellos, entre los 30 bancos m¨¢s importantes del mundo.
En una econom¨ªa como la espa?ola, progresivamente internacionalizada y cada vez m¨¢s penetrada por las multinacionales, parece evidente que el deseo de competir financieramente de los bancos espa?oles frente a los extranjeros exigir¨ªa un proceso que, d¨¢ndoles mayor dimensi¨®n, redujera la desventaja comparativa antes comentada.
Hay que pensar que el grado de internacionalizaci¨®n de la banca espa?ola es reducido frente a los bancos de los pa¨ªses de la Comunidad Europea (CE). El nivel de actividad internacional es notablemente superior a la media en el caso de los grandes bancos espa?oles (alrededor de un 30%.), pero a notable distancia de los grandes grupos bancarios de la CE. El tama?o de una entidad bancaria tiene mucho que ver con su capacidad de internacionalizar su negocio.
Una mayor dimensi¨®n ser¨ªa, pues, necesaria, seg¨²n los valedores de este proceso, para hacer frente a las necesidades de cr¨¦dito y servicios de los grandes prestatarios; una red exterior que sea soporte de los intereses econ¨®micos de la burgues¨ªa m¨¢s din¨¢mica y transnacional, y evitar las posibilidades de penetraci¨®n de los grandes grupos bancarios mundiales en la banca nacional, el tiburoneo especulativo.
La b¨²squeda de competitividad en el segmento de negocio al por mayor se ver¨ªa impelida, adem¨¢s, por la pr¨¢ctica imposibilidad de obtener mejoras sustanciales de la rentabilidad en la actividad bancaria al por menor, dadas las costos¨ªsimas inversiones en capital fijo requeridas para ello.
No es en este terreno, el de la banca al por menor, donde la banca espa?ola parezca temer a la extranjera. La experiencia comunitaria es clara al respecto: en este tipo de negocio no existe gran interpenetraci¨®n de los bancos europeos; es decir, es un segmento de negocio controlado por la banca nacional de cada uno de los pa¨ªses.
Algunos ciudadanos habr¨¢n podido imaginar el a?o 1992 como el de la invasi¨®n no s¨®lo de celebrantes colombinos y de olimpistas, sino de los bancos extranjeros, abriendo sucursales en cada esquina de nuestras ciudades; nada m¨¢s lejos de la realidad.
La banca extranjera ha utilizado el sistema de compra de alg¨²n banco nacional para entrar a trabajar en ese mercado, y lo ha hecho aprovechando la crisis bancaria de los primeros ochenta en condiciones inmejorables para ellos.
No olvidemos que esa crisis hizo desaparecer 50 bancos y cost¨® a todos los ciudadanos dos billones de pesetas.
No parece probable que ahora, y de forma extremadamente costosa, la banca extranjera repitiera esa estrategia u optara por la del establecimiento masivo. Todos los bancos espa?oles juntos pose¨ªan 16.351 oficinas en diciembre de 1986, sin contar las cajas, que har¨ªan que se duplicara esta cifra, frente a las 120 oficinas de todos los bancos extranjeros establecidos en Espa?a en la misma fecha.
Ineficacia
Otra de las disfunciones de la banca espa?ola frente a la extranjera ser¨ªa su ineficacia en el proceso de intermediaci¨®n, situ¨¢ndose, en cuanto a activos por oficina, por debajo incluso de Grecia y Portugal, y quedando igualmente por debajo, en lo que se refiere a activos por empleado, de los pa¨ªses comunitarios fuertes; ello se deber¨ªa, entre otros factores, a la existencia de un n¨²mero excesivo de oficinas, como lo demostrar¨ªa el hecho de que Espa?a tiene la mitad, aproximadamente y como media, de habitantes por oficina que el resto de los pa¨ªses comunitarios: en 1982 eran 1.417, frente a los 4.887 de Italia y los 2.773 de la Rep¨²blica Federal de Alemania. En este terreno, la adecuaci¨®n de la banca espa?ola ha comenzado hace ya algunos a?os. En efecto, frente a un fuerte aumento del n¨²mero de oficinas en el per¨ªodo 1975-1982, en el que la media de aperturas fue de 1.219 oficinas por a?o, nos situamos en el Per¨ªodo 1983-1985, en el que la media baja a 398, produci¨¦ndose en 1986 un hecho significativo: no s¨®lo no se abren m¨¢s oficinas, sino que se cierran 97. Paralelamente, la banca ha destruido, entre 1983 y 1986, 12.238 puestos de trabajo. Una reconversi¨®n silenciosa. Visto desde esta perspectiva, las fusiones no ser¨ªan un hecho imprevisible, sino el segundo paso de la reconversi¨®n iniciada en los primeros ochenta.
El objetivo est¨¢ claro, aunque los medios para conseguir una mayor competitividad frente a la banca extranjera entendemos pueden ser diversos: sindicaci¨®n, mayor especializaci¨®n o convenios de colaboraci¨®n, etc¨¦tera. Los pasos dados hasta el momento s¨®lo avanzan en una direcci¨®n: las fusiones.
Quedan muchas inc¨®gnitas a¨²n sobre la evoluci¨®n previsible de los acontecimientos, y no es la menor el destino de los grupos bancarios de los siete grandes, readecuaciones y minifusiones en el grupo Bancaya, rumores de venta del Banco Mercantil de Tarragona -perteneciente al grupo Hispano- y reordenaci¨®n del mismo, o el destino de los medianos. Es imprescindible clarificar asimismo el futuro de la banca oficial y contemplar la viabilidad de una fusi¨®n Exterior-Instituto de Cr¨¦dito Oficial que conservara su titularidad p¨²blica y ejerciera una competencia con la banca privada en su propio terreno.
Si alguna virtualidad ha tenido el frustrado proceso de fusi¨®n Bilbao-Banesto ha sido la de explicitar la necesidad de proceder a una profunda reordenaci¨®n del sistema financiero; los objetivos est¨¢n apuntados, y los medios, tambi¨¦n: fusiones entre bancos espa?oles o tomas de capital por parte de los grandes bancos extranjeros. La importancia estrat¨¦gica del sector financiero hace imprescindible una discusi¨®n sobre objetivos, medios y fines entre todas las partes implicadas.
El Gobierno parece tener claro estos extremos -no cabe interpretar de otra manera las reiteradas declaraciones de Carlos Solchaga y del propio Felipe Gonz¨¢lez en favor de las fusiones-, pero tiene la obligaci¨®n de definirse sin ambig¨¹edades y falsos neutralismos sobre el sistema financiero que quiere y discutir en el Parlamento, y con banqueros y sindicatos, sus pretensiones. El car¨¢cter p¨²blico y social de las entidades bancarias, en tanto que depositarias del ahorro de los ciudadanos, hace imprescindible el control de los procesos que se inicien, asegurando la viabilidad de los mismos.
La existencia de cuantiosas bonificaciones fiscales al proceso de fusiones exigir¨ªa un control p¨²blico y parlamentario del mismo, al tiempo que exijamos la participaci¨®n del Estado en el capital de las empresas fusionadas en proporci¨®n a las bonificaciones recibidas. La batalla por crear y consolidar una banca p¨²blica ha de darse tambi¨¦n en este proceso, al tiempo que se lucha contra la privatizaci¨®n del Banco Exterior de Espa?a.
Es curioso observar c¨®mo en los ¨²ltimos tiempos se ha invertido el tradicional dominio de los sectores productivos por parte del capital financiero y asistimos a una incursi¨®n de los sectores m¨¢s din¨¢micos del empresariado industrial en el mismo centro del capital bancario que ha dominado tradicionalmente en este pa¨ªs. Un asalto de la burgues¨ªa m¨¢s din¨¢mica, la fracci¨®n transnacional, a los castillos de la oligarqu¨ªa financiera. Esto queda para polit¨®logos e historiadores.
El empleo
Entendemos ocioso y est¨¦ril tomar partido a favor o en contra de las fusiones, no s¨®lo porque entendemos que resultar¨ªa m¨¢s creativo elaborar las pautas a seguir para evitar los desastrosos efectos que algunos auguran sobre el empleo si, finalmente, se generaliz¨¢ el proceso de fusi¨®n bancaria. En este terreno, los trabajadores y sus sindicatos tenemos cosas que decir y capacidad de intervenci¨®n a trav¨¦s de la negociaci¨®n colectiva.
CC OO, como fuerza mayoritaria en el sector, asume su responsabilidad en el convencimiento de que existen medios, a trav¨¦s de la contrataci¨®n colectiva, que eviten una reducci¨®n traum¨¢tica del n¨²mero de puestos de trabajo. Esto ya es el segundo frente del debate.
Resulta evidente que un proceso de fusiones supondr¨ªa una cierta duplicaci¨®n de oficinas, por lo que parece obvio que tendr¨ªa que producirse el cierre de un buen n¨²mero de sucursales sin que, seg¨²n nuestro criterio, ello suponga un peligro para el empleo. Ya vimos que el n¨²mero de habitantes por oficina es muy inferior en el caso espa?ol que en el de los pa¨ªses europeos. Los grandes bancos europeos tienen enormes plantillas y un n¨²mero relativamente reducido de oficinas: el Barclays Bank tiene 105.000 trabajadores y 5.400 centros de trabajo; el Deutsche Bank, 48.900 empleados y 1.150 oficinas; la Banca Nationale de Paris, 59.300 y 2.600.
Sucursales m¨¢s grandes, con m¨¢s personal, prestadoras de m¨¢s servicios y con mayor autonom¨ªa administrativa. Si se procede a las fusiones, los sindicatos deber¨ªan apostar por ese modelo.
En una situaci¨®n como la que se avecina, los sindicatos, en nuestro sector, debemos abordar la negociaci¨®n colectiva haciendo hincapi¨¦ en dos aspectos que, contrarrestando los problemas rese?ados, palien los efectos temidos sobre el empleo. Por un lado, una reclasificaci¨®n de categor¨ªas que racionalice las funciones del trabajador de banca desde una doble perspectiva: la de ajustarlas a la realidad de lo que son hoy las actividades bancarias, resaltando la obsolescencia de las actualmente definidas en una reglamentaci¨®n de casi 40 a?os de antig¨¹edad, y por otro, restableciendo la relaci¨®n funci¨®n-categor¨ªa, rota en el convenio colectivo de 1980.
El preacuerdo firmado el 6 de octubre por CC OO, UGT y FITC resulta consecuente con las l¨ªneas rese?adas, al abrir la escala administrativa, la m¨¢s numerosa del sector, a trabajos que, como la promoci¨®n comercial, ir¨¢n en aumento. La aplicaci¨®n del citado preacuerdo supondr¨¢ una fuerte innovaci¨®n en el sector y un medio m¨¢s de garant¨ªa para el futuro del empleo en el sector. En pr¨®ximas negociaciones se abordar¨¢ la reclasificaci¨®n de la escala de t¨¦cnicos, que supone m¨¢s de un 30% de los trabajadores del sector.
Por ¨²ltimo, un buen elemento de comparaci¨®n con la banca europea, desde el punto de vista laboral, es el de la jornada de trabajo. La media es, para la CE, de 37,25 horas de trabajo semanal, mientras que en nuestro pa¨ªs, y en tanto no se aplique el preacuerdo firmado el 6 de octubre, se trabajan 40 horas. Aplicarlo supondr¨ªa una reducci¨®n de m¨¢s de 12 millones de horas de trabajo para todo el sector, quedando la jornada semanal en 37,5 horas de media a lo largo del a?o. Seguir profundizando en la reducci¨®n de jornada, en el camino hacia las 35 horas de trabajo semanal, ha de ser un objetivo a conseguir a medio plazo.
Resumiendo: no hagamos catastrofismo; una reordenaci¨®n del sistema financiero tiene diversas v¨ªas: colaboraci¨®n interbancaria, especializaci¨®n, etc¨¦tera; pero si el camino elegido es, finalmente, el de las fusiones, los sindicatos hemos de ofrecer alternativas en la negociaci¨®n colectiva que garanticen el empleo: reclasificaci¨®n, formaci¨®n y reducci¨®n de jornada.
En el plano m¨¢s general, control y transparencia en el proceso, en evitaci¨®n de maniobras especulativas que, a medio plazo, resultar¨¢n gravosas social y econ¨®micamente para este pa¨ªs y, fundamentalmente para los trabajadores; mantenimiento de una banca p¨²blica competitiva y, toma de posiciones por parte del. Estado en las empresas fusionadas. Estos y los anteriores son nuestros objetivos.
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