Los accidentes mar¨ªtimos y sus causas
Las causas no del todo conocidas por la opini¨®n p¨²blica de las tragedias mar¨ªtimas son examinadas por el autor del art¨ªculo. Entre otras, se?ala las reglamentaciones complacientes, el papel especulador de los armadores, la falta de inspecciones oficiales y la escasa formaci¨®n de los tripulantes.
Hay dos grandes categor¨ªas de accidentes mar¨ªtimos: los que aparecen en los medios de comunicaci¨®n -Prensa, radio, televisi¨®n- y los que pasan inadvertidos y, como mucho, merecen unas l¨ªneas de agencia que muy pocos peri¨®dicos recogen.Que un siniestro pertenezca a una u otra categor¨ªa depende fundamentalmente de la repercusi¨®n que tenga en los ambientes terrestres. No es cuesti¨®n de muertos, como podr¨ªa creerse ingenuamente, porque los muertos, si s¨®lo son marineros o han nacido en el Tercer Mundo, no tienen entidad suficiente como para interesar a la llamada opini¨®n p¨²blica.
El Herald of Free Enterprise se hundi¨® entre Holanda y el Reino Unido, muriendo 192 personas, todas blancas, bien identificadas con nombres y n¨²meros. Fue noticia de primera p¨¢gina durante varios d¨ªas y ocup¨® espacios estrella de radio y televisi¨®n durante otros muchos.
Las escenas conmovedoras y los relatos pavorosos se suced¨ªan en cascada, mientras los jefes de Estado y de Gobierno se preocupaban personalmente por la desgracia y unas impresionantes comisiones se pon¨ªan en marcha para aclarar el accidente "en todas sus causas y consecuencias" y para evitar su repetici¨®n.
El naufragio del Herald of Free Enterprise fue exactamente reconstruido en mayo pasado, dos meses despu¨¦s del suceso, por medio de un buque gemelo, el Pride of Free Enterprise, en un d¨ªa de caracter¨ªsticas meteorol¨®gicas id¨¦nticas, llevando a bordo diversos t¨¦cnicos altamente cualificados de la British Maritime Technology, abogados, periodistas y 81 tripulantes.
Las condiciones t¨¦cnicas del Pride of Free Enterprise, por lo que hace al consumo, distribuci¨®n de lastres y pesos, etc¨¦tera, eran an¨¢logas a las del infortunado Herald of Free Enterprise aquel aciago 6 de marzo en que naufrag¨®.
Desde la salida del muelle Kennedy, un fastuoso equipo de c¨¢maras film¨® hasta las m¨¢s rec¨®nditas intimidades de las olas producidas por la proa del buque en su avance. Ahora, y desde hace meses, un equipo de expertos estudia nuevas reglas internacionales para hacer m¨¢s seguros los buques del tipo Herald.
Accidente paradigm¨¢tico
El Cason, tan fresco en la memoria, fue un accidente paradigm¨¢tico. Murieron 23 personas, marineros y encima chinos. Nadie se acuerda de ellos, porque tampoco nadie habl¨® de ellos. EL PA?S public¨® un significativo editorial -el primero de la Prensa espa?ola, todo sea dicho-, en el que criticaba oportunamente el desconcierto de las autoridades y lamentaba la desgracia de los ciudadanos. Ni una sola menci¨®n de los muertos; nada, como si nunca hubieran existido.
Los exagerados bidones y la psicosis de p¨¢nico que se extendi¨® por las poblaciones cercanas al lugar donde qued¨® varado el Cason fueron los protagonistas de la historia, hasta que los trabajadores de Al¨²mina-Aluminio y su broma de 17.000 millones de pesetas les quitaron ese honor. Los 23 marineros muertos, ya digo, quedaron enterrados en el olvido.
Como en el olvido quedan los marineros vivos, aunque sean espa?oles. Mientras los trabajadores de Al¨²mina-Aluminio paran como protesta por el simple tr¨¢nsito de los famosos bidones por el puerto de San Cipri¨¢n, los consternados tripulantes de un carguero espa?ol, el Galerno, con los 255 bidones a bordo, esperan tranquilamente fondeados a que les entreguen la documentaci¨®n de la carga para emprender viaje a Rotterdam.
Esos tripulantes, que el armador declar¨® p¨²blicamente que ni siquiera estaban asegurados en la Seguridad Social, que reciben salarios de miseria por trabajar a bordo todas las horas de? mundo, que viven y trabajan en medio del mar, sin ver a la familia durante meses, esos tripulantes no son noticia aunque duerman abrazados a los fat¨ªdicos productos qu¨ªmicos que tantos quebraderos de cabeza han costado al gobernador civil de La Coru?a y a la Xunta de Galicia.
Ahora, las 1.500 o 2.000 v¨ªctimas del Do?a Paz, muertos de categor¨ªa especial por su n¨²mero -r¨¦cord del siglo dentro de la historia de las cat¨¢strofes mar¨ªtimas-, aunque muertos de clase inferior. Filipinos. Ni siquiera est¨¢n contados. Yo tambi¨¦n, como capit¨¢n de un barco de bandera tercermundista, he admitido pasajeros que no esta ban registrados. Me obligaban las autoridades de turno, la miseria del lugar y la compa?¨ªa naviera.
Antes y despu¨¦s
Naturalmente, cuando el Do?a Paz era japon¨¦s transportaba s¨®lo 600 viajeros. Y entonces era nuevo y estaba bien equipado. Ahora, filipino, era viejo, el gir¨®scopo estaba desnortado y tal vez el radar no funcionaba y el tim¨®n requer¨ªa no un marinero, sino dos mec¨¢nicos a su lado que lo parchearan cada vez que se averiaba.
Del petrolero V¨ªctor -una colisi¨®n es cosa de dos por lo menos- podemos suponerlo todo: que la tripulaci¨®n era escasa, a pesar de su bajo coste, y que en el puente de gobierno no funcionaban bien ni los l¨¢pices de la derrota.
Tambi¨¦n se realizar¨¢ una investigaci¨®n de la tragedia del Do?a Paz. As¨ª lo han prometido all¨ª, como aqu¨ª nos la han prometido del Cason.
Tardar¨¢ no meses, sino a?os; ser¨¢ una investigaci¨®n burocr¨¢tica, de esas que se realizan para sacudirse de encima a los muertos y buscar un culpable tranquilizador y, a ser posible, fallecido. Concluir¨¢n, pues, que los marineros, con el capit¨¢n al frente, fueron los responsables.
Los barcos que no contaminan, o que no crean panico, o que no llevan pasajeros a miles o blancos de nacionalidad respetable, no salen en los papeles ni, por supuesto, en la foto.
Son los que se pierden en el oceano porque se les ha corrido la carga, estibada con precipitaci¨®n; los que perecen en un temporal que no pudieron capear; los que varan en la costa y son saqueados por los lugare?os; los que colisionan sin molestar a las gentes y autoridades de tierra, s¨®lo mueren sus triplilantes, y se hallan lejos de la costa, etc¨¦tera.
Aunque no se puede generalizar y cada siniestro tiene sus propias caracter¨ªsticas, yo apunto algunas de las causas que, solas o en grupo, salvo contad¨ªsimas excepciones, se repiten en todos los accidentes mar¨ªtimos:
1. Las banderas de conveniencia. Panam¨¢, Liberia, Hong Kong, Chipre, Malta, Singapur, Bermudas, etc¨¦tera, pa¨ªses que tienen unas reglamentaciones mar¨ªtimas muy complacientes; que amparan cualquier cosa que flote, por vieja y peligrosa que sea; que permiten contratar tripulaciones donde sean m¨¢s baratas sin preocuparse por sus conocimientos profesionales, etc¨¦tera.
2. Los armadores-especuladores. Especie bien conocida en nuestro pa¨ªs, se agazapan cuando vienen mal dadas, se alimentan de subvenciones e influencias en la Administraci¨®n, se rodean de secretarios d¨®ciles, aunque incompetentes, y suelen despedir de sus barcos a los profesionales que no transigen con sus manejos para eludir gastos u obligaciones legales referentes a seguridad. Esos armadores nos cuestan car¨ªsimos a todos.
3. Las inspecciones insuficientes. Problema end¨¦mico en nuestro pa¨ªs, donde el transporte mar¨ªtimo en los puertos est¨¢ todav¨ªa bajo la potestad de la Armada, cuyos miembros tienen otros cometidos. Despilfarramos el dinero en casones y luego la Administraci¨®n y el Gobierno son mezquinos para contratar inspectores cualificados o en organizar los servicios perif¨¦ricos de la Direcci¨®n General de la Marina Mercante.
4. La poca o nula formaci¨®n de las tripulaciones. Un marinero no es un se?or cazado a lazo al que se le deja en la cubierta de un barco con unos guantes de maniobra en las manos. Cuesta formar a los profesionales, sobre todo en temas de seguridad, pero es un costo mil veces menor que pagar los da?os por tener en los barcos tripulaciones insuficientes y mal formadas.
?sas son algunas de las causas de los accidentes mar¨ªtimos, en mi opini¨®n las m¨¢s ?mportantes. Todas tienen arreglo. Es cuesti¨®n de pura voluntad pol¨ªtica.
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