El radicalismo que a?ora la debilidad sandinista
La historia pol¨ªtica de Nicaragua en lo que va de siglo, y aun antes, cuando en 1856 el primer filibustero de Estados Unidos invadi¨® el pa¨ªs y se declar¨® presidente, est¨¢ pre?ada de pactos pol¨ªticos protagonizados por las minor¨ªas -terratenientes, comerciantes, aspirantes a burgueses-, liberales o conservadoras que para no arruinar sus negocios olvidaban sus diferencias en la lucha por el poder. El pactismo constituye una virtual minor¨ªa de edad arrastrada por los grupos pol¨ªt¨ªcos que, atomizados en los ¨²ltimos a?os y frente a un fen¨®meno social que por primera vez envuelve a la mayor¨ªa de la sociedad nicarag¨¹ense, se impone negativamente en el desarrollo normal de un pluralismo pol¨ªtico, carente de historia. Hasta 1979, cuando se desmorona la dictadura somocista, s¨®lo los partidos Liberal, somocista, y Conservador tuvieron derecho a participar en elecciones, caracterizadas por el fraude y el aval de los eternos diputados conservadores, silenciados por el pactismo.Con la revoluci¨®n sandinista, desde las elecciones presidenciales y parlamentarias de 1984, otros grupos pol¨ªticos fueron legalizados y decidieron su participaci¨®n en las elecciones. Unos se apuntaron en el carro que maniobra la Embajada de EE UU en Managua y, junto con la contra, condicionaron su participaci¨®n. Otros, socialcristianos, conservadores, liberales, comunistas, socialistas, trotskistas, enriquecieron el pluralismo naciente y, junto al Frente Sandinista, ejercieron el voto, eligiendo al presidente de la naci¨®n y al Parlamento.
A pesar de la existencia de un pluralismo pol¨ªtico -que no pretende imitar modelos-, oxigenado por el compromiso que adopta al presidente de Nicaragua en el documento de intenciones para la paz, m¨¢s conocido como Esquipulas, y los cumplimientos de dichos acuerdos, que incluyen libertad de prensa, amnist¨ªa e indultos, la alternativa violenta que desde su llegada al poder organiza, dirige y financia la Administraci¨®n de Reagan se interpone en el proceso de paz centroamericano. Intenta centrar a su favor la soluci¨®n de una guerra. intervencionista que la Administraci¨®n de EE UU dise?¨® con la participaci¨®n de otros Gobiernos en la regi¨®n y trata de convertir un proceso de conversaciones para el cese al fuego en negociaciones para discutir, desde el terror for¨¢neo, asuntos de orden soberano que los presidentes centroamericanos en Esquipulas ratificaron para la reconciliaci¨®n en cada uno de sus pa¨ªses.
Cuando se firman documentos, no siempre las partes guardan memoria de lo suscrito, apareciendo interpretaciones que a algunas conviene como si de una nueva versi¨®n de Esquipulas se deseara hablar en el ocaso de un a?o clave para los esfuerzos de pacificaci¨®n en Centroam¨¦rica, apoyados por la mayor¨ªa de la comunidad internacional.
Un fen¨®meno ¨²nico
En tres pa¨ªses caracterizados por problemas de violencia se han llevado a cabo conversaciones y di¨¢logos para intentar solucionar los conflictos. En el caso de Nicaragua, estos esfuerzos los protagonizan la Comisi¨®n de Reconciliac¨ª¨®n Nacional, presidida por el cardenal Obando y Bravo e integrada por el Gobierno y otros sectores sociales, y de otra parte, los dirigentes de la contra, cuya forma de subsistir demuestra la ¨²ltima aprobaci¨®n de nueve millones de d¨®lares por el Congreso de Estados Unidos fen¨®meno que no ocurre ni en Guatemala ni en El Salvador, puesto que en ning¨²n otro Parlamento del mundo se discuten fondos para intentar derrotar por la fuerza a Gobiernos electos por sufragio.
El acuerdo de Esquipulas no obliga a dialogar con grupos armados, pero de ello pretenden olvidarse los que en la regi¨®n y al norte de la misma propugnan por el di¨¢logo directo con la contra, quienes, sin respetar un anterior cese el fuego , intentan manipular mecanismos para la concertaci¨®n de un alto el fuego y posterior acogida a la amnist¨ªa, como indica el compromiso asumido por los presidentes centroamericanos. Como parte de la amnesia que analistas y pol¨ªticos de la regi¨®n, como en la misma Nicaragua, sufren despu¨¦s de le¨ªdo en muchos idiomas el acuerdo de Esquipulas, resaltan voces asustadas por la l¨®gica reacci¨®n de un Gobierno que tiene la obligaci¨®n de cumplir esos acuerdos, pero en primer. lugar, defender la legitimidad y soberan¨ªa del mismo por las v¨ªas y maneras que el derecho internacional le confiere.
Prever armamento para centenares de miles de nicaragnenses que est¨¦n dispuestos a defender sus hogares, familias, y propiedades de una agresi¨®n extranjera no es radicalizarse, sino evitar situaciones de debilidad o falta de iniciativas, beneficiosas para un contrincante respaldado por la naci¨®n m¨¢s poderosa del mundo. Tampoco es radicalizarse recordar a los grupos pol¨ªticos de oposici¨®n el espacio del di¨¢logo interno que en las ¨²ltimas semanas han aparejado.
El pactismo, triste herencia para minor¨ªas, surge de nuevo y, abrazados , amparados por el diario La Prensa, acompa?ados en demostraciones p¨²blicas por congresistas y senadores que los fines de semanas intervienen desde EE UU, violando la soberan¨ªa y los acuerdos de Esquipulas, una vez m¨¢s dependen, como ¨²nico recurso para alcanzar el poder, de la pol¨ªtica dise?ada en la Casa Blanca que desde el inicio ha buscado la expulsi¨®n por la fuerza del sandinismo, englobador de reformas agrarias, educativas y sociales que hist¨®ricamente neg¨® el somocismo.
A pesar de la guerra, el pa¨ªs funciona. En ¨¦l conviven hombres y mujeres que apoyan al Gobierno o est¨¢n en la oposici¨®n c¨ªvica, asicomo gente de negocios en la empresa privada.
La crisis econ¨®mica se ha disparado a causa de la guerra y la destrucci¨®n de objetivos econ¨®micos, pero los papeles no hay que confundirlos, y a los que olvidan ciertos p¨¢rrafos de Esquipulas se les recuerda letra de los ni¨ªsmos desde tribunas ganadas primero en una guerra justa, aplaudida intemacionalmente, y despu¨¦s, en unas elecciones.
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