Un compromiso superado
Un compromiso electoral del presidente del Gobierno y de su partido, reiterado en consulta referendaria al electorado espa?ol, ha sido superado felizmente despu¨¦s de una larga, dif¨ªcil, y, en ocasiones, tensa negociaci¨®n. La decisi¨®n de solicitar del Gobierno norteamericano el abandono del ala t¨¢ctica de los 70 aviones F- 16, asentados en la base de Torrej¨®n, fue, durante meses, motivo de una muy compleja discusi¨®n. El hecho de que la base espa?ola de utilizaci¨®n conjunta sirviera asimismo de apoyo log¨ªstico al dispositivo de la Alianza Atl¨¢ntica fue un elemento m¨¢s de la correcta pero porfiada negociaci¨®n. Finalmente, el buen sentido se ha impuesto. Lo aprobado en la consulta popular por neta mayor¨ªa de votos ha sido aceptado por el Gobierno de Washington, y los ¨²ltimos detalles fueron mantenidos en discreto silencio hasta el desenlace favorable. Al fin y al cabo, el viejo aforismo sigue vigente en estos tiempos de ¨¢gora p¨²blica para todos: "No hay m¨¢s diplomacia concreta que la diplomacia secreta".En un plazo de tres a?os los cazabombarderos abandonar¨¢n Torrej¨®n. Se reducir¨¢ el n¨²mero de los aviones cisterna de Zaragoza y no se modificar¨¢ el status actual de Rota y de Mor¨®n. En conjunto, la reducci¨®n num¨¦rica del personal for¨¢neo se acercar¨¢ al 50% del ahora existente.
Vencido el impedimento, se proceder¨¢ a la nueva redacci¨®n de un convenio o tratado de amistad y cooperaci¨®n entre los dos pa¨ªses. Se habla ya de una vigencia de seis a?os para ese nuevo documento. Esperemos que no existan en ¨¦l rincones equ¨ªvocos que sirvan de estorbo al buen entendimiento entre nuestras dos grandes naciones. Espa?a y Estados Unidos no tienen ning¨²n contencioso que les impida entenderse en profundidad. En el seno de la OTAN est¨¢ a punto de entablarse un gran debate esclarecedor de los planes de la organizaci¨®n y de su despliegue t¨¦cnico de futuro a la vista de dos elementos nuevos: el acuerdo de Washington sobre los cohetes nucleares de alcance medio y su gradual destrucci¨®n reciproca, y los sensacionales progresos de los ¨²ltimos a?os en materia de tecnolog¨ªa militar, lo que modifica muchos de los principios actuales de la estrategia atl¨¢ntica. Los socios europeos de la Alianza quieren tomar parte en forma decisiva en ese debate trascendental. No pasar¨¢n muchos d¨ªas sin que se anuncie una cumbre de todos los pa¨ªses miembros para ir fijando posiciones comunes con vistas a un porvenir inmediato. Es m¨¢s, no es concebible que se llegue a un nuevo acuerdo sovi¨¦tico-norteamericano en Mosc¨², este verano, sin que se haya evacuado ese tr¨¢mite previo lleno de significaci¨®n. La Alianza ha durado 40 a?os y en buena medida es la responsable de que no haya habido guerra entre los dos grandes ni enfrentamiento nuclear. No es poco. Pero necesita reorganizarse en medios y en fines. Y sobre todo superar el c¨²mulo de reticencias y malentendidos que se han acumulado inevitablemente en estos ¨²ltimos tiempos. A medida que la integraci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica crece en tomo al n¨²cleo de la Comunidad Europea, se hace presente el riesgo de que los aliados europeos se alejen de la solidaridad con Norteam¨¦rica por motivos ajenos a la problem¨¢tica de la rivalidad militar Este-Oeste.
Nuestro ancho camino de amistad bilateral no debe quedar olvidado por consideraciones de orden castrense solamente. Con la gran rep¨²blica del norte americana nos unen v¨ªnculos no s¨®lo hist¨®ricos, ling¨¹¨ªsticos y culturales, sino de ¨ªndole econ¨®mica, financiera, tecnol¨®gica y universitaria. Estados Unidos es para muchos j¨®venes espa?oles un horizonte de prometedora formaci¨®n. Los intercambios, todav¨ªa muy reducidos, pueden y deben convertirse en flujos arrolladores. Los progresos t¨¦cnicos vertiginosos y cambiantes no tienen otro veh¨ªculo eficaz de adaptaci¨®n entre nosotros sino el intercambio humano a escala significativa. Modernizar nuestra estructura profesional es, en muchos casos, tener acceso f¨¢cil a los centros de las novedades del otro lado del Atl¨¢ntico. Se habla, en ocasiones, de supuestas fugas de cerebros. Ocasionalmente puede ser verdad. Pero el n¨²mero de los cerebros enriquecidos por la experiencia norteamericana es muy superior en esta contabilidad del esp¨ªritu y del intelecto de las nuevas generaciones. A m¨ª, sinceramente, me apasiona m¨¢s este aspecto que las estad¨ªsticas num¨¦ricas de los cazabombarderos.
?Y qu¨¦ decir del intercambio cultural propiamente dicho? No hay, probablemente, ning¨²n pa¨ªs europeo en el que la gente se sienta tan pronto identificada con las novedades musicales, art¨ªsticas, est¨¦ticas, pict¨®ricas, gr¨¢ficas, dise?adoras, f¨ªlmicas o teatrales que nos llegan de all¨¢.
Ya s¨¦ que no es oro todo lo que viene de Indias, como se dec¨ªa anta?o. Pero s¨ª es evidente la mutua aceptaci¨®n y adaptaci¨®n de gustos, costumbres y novedades entre el pueblo norteamericano y nuestra poblaci¨®n. La contrapartida tambi¨¦n es cierta. Ning¨²n gran artista de nuestro pasado tiene tan alta y populosa estimaci¨®n en el mundo de los aficionados al arte como los cl¨¢sicos espa?oles en la opini¨®n de Nueva York o de California. Lo mismo puede decirse de los grandes pintores y escultores de nuestro presente y de los m¨²sicos, cantantes, actores, aclamados como cosa propia. Es un dato real de alto valor sociol¨®gico. Y ser¨ªamos muy necios si no lo estim¨¢ramos en toda su dimensi¨®n esperanzadora.
Un compromiso dif¨ªcil ha sido eliminado. Con nuestro aplauso a los negociadores va tambi¨¦n el ferviente deseo de que la amistad de los dos pueblos discurra de ahora en adelante por v¨ªas de estrecha y fecunda cooperaci¨®n.
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