Soldados perdidos en el Sur
LA NUEVA rebeli¨®n de Aldo Rico, saldada con rapidez, energ¨ªa y poca sangre, recuerda la inestabilidad institucional de una rep¨²blica como la Argentina, en gran medida condicionada por su pasado militar. Casi es una sutileza escribir que las fuerzas armadas argentinas se envilecieron durante la dictadura militar de 1976-1983. Todo aquello es historia reciente y m¨¢s o menos juzgada; pero lo que permanece es la quiebra moral, la abyecci¨®n, de la sociedad militar argentina.De tanto desastre doblado en vileza salieron con la cadena de mando quebrada, perdido su prestigio social y hasta el hist¨®rico, y feliz y p¨²blicamente tenidos por ladrones y asesinos. La vieja guardia de las juntas militares -Videla, Viola, Galtieri y sus camaradas- termin¨® en penales castrenses por sus cr¨ªmenes. Nadie o casi nadie levanta la bandera de su innombrable memoria. La excepci¨®n es un reducido grupo de jefes y oficiales fundamentalistas, encabezados por el coronel Seineldin, alejado en la agregadur¨ªa militar de Panam¨¢, que reivindica la dictadura, a la que acaso s¨®lo reprocha que fuera demasiado tolerante y amable en su metodolog¨ªa del terror. Otra corriente militar es la iluminada por un fan¨¢tico como Aldo Rico, que pretende reivindicar el honor del Ej¨¦rcito, pasando por encima de todos los horrores probados y documentados, pero con la diferencia de que nada quiere saber de las viejas juntas militares y de que predica la nueva de que los oficiales medios fueron utilizados y enga?ados por sus mandos tanto durante la represi¨®n como durante la guerra en las Malvinas. Finalmente, la mayor¨ªa de los jefes superiores, como el actual titular del Estado Mayor del arma, Jos¨¦ Dante Caridi, busca recomponer la cadena de mando, restablecer la disciplina perdida, rescatar al Ej¨¦rcito del asamble¨ªsmo y esperar tiempos mejores.
En esta ocasi¨®n, la en¨¦sima asonada se ha resuelto con energ¨ªa. Caridi se ha impuesto a la l¨ªnea Rico, y parece que la c¨²pula militar del Ej¨¦rcito de Tierra ha tirado al fin de las riendas. Bien es cierto que este empecinado ex teniente coronel s¨®lo encontr¨® apoyos entre las tropas que sublev¨® directamente y entre jefes y oficiales de guarniciones del Sur, all¨ª destinados para alejarles de la capital federal, y que se tienen a s¨ª mismos, en recuerdo de Franco, como el ej¨¦rcito de ?frica. Hay que destacar la pasividad del III Cuerpo de Ej¨¦rcito, acantonado en C¨®rdoba, el mayor nido de golpistas de los infantes argentinos.
Cabe preguntarse por una hipot¨¦tica debilidad en estos cuatro a?os de democracia tan dif¨ªcilmente recuperada de parte del Gobierno radical de Ra¨²l Alfons¨ªn. Pero ?puede tenerse por d¨¦bil al hombre que orden¨® procesar a tres ex presidentes militares de su pa¨ªs? Acaso quepa reprochar a su Administraci¨®n no haber recordado a tiempo el descubrimiento de Clemenceau de que la justicia militar tiene tanto que ver con la justicia como la m¨²sica militar con la m¨²sica. Debe sumarse en el haber de Alfons¨ªn el resistirse a anegar todas estas tensiones militares en un ba?o de sangre que a¨²n podr¨ªan implicar una guerra civil en Argentina.
El caso es que unos soldados perdidos en el Sur contin¨²an poniendo en precario a la civilidad recuperada en la gran rep¨²blica austral. Y seguir¨¢n intent¨¢ndolo. La debilidad del Gobierno radical, la p¨¦rdida de su mayor¨ªa absoluta y de sus proyectos de futuro -reforma constitucional, traslado de la capital a la Patagonia-, la enervante crisis econ¨®mica, la proximidad de las elecciones generales de 1989 propiciar¨¢n, si Dios y San Mart¨ªn no lo remedian, otros plantes y nuevas asonadas.
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