'Carapintadas' con el maquillaje corrido
Los brasile?os, los chilenos y los brit¨¢nicos deben haberse divertido en grande, pero a los argentinos todo el episodio nos hace poca gracia. La sublevaci¨®n de los tenientes coroneles, los capitanes y los tenientes mostr¨® una vez m¨¢s que las fuerzas armadas no s¨®lo son incapaces de gobernar este pa¨ªs, sino que necesitan con desesperaci¨®n del poder civil para no estallar ellas en pedazos y herir con las esquirlas a mujeres, ancianos y ni?os.El jefe del Ej¨¦rcito, Jos¨¦ Caridi, le cobr¨® al ex teniente coronel Aldo Rico el haberle llamado general de cart¨®n, forz¨¢ndole a la humillaci¨®n de rendirse sin combatir y sin condiciones, apenas unas horas despu¨¦s de anunciar que, como descendiente de asturianos y gallegos, pelear¨ªa hasta muerte, lo cual inscribe al h¨¦roe de las Malvinas en la mejor tradici¨®n castrense nacional, junto a los Men¨¦ndez y los Astiz. Pero el desenlace sin gloria, y hasta con pocas penas, en el campo de batalla es apenas una consecuencia de la previa derrota pol¨ªtica de los carapintadas, que se presentaron como los adalides de un nuevo ej¨¦rcito, pero llevaron hasta la exasperaci¨®n los peores vicios adquiridos por las fuerzas armadas en medio siglo de intervenci¨®n pol¨ªtica, y sobre todo durante la guerra sucia militar contra la sociedad argentina, cuando el gorro frigio republicano fue sustituido por la capucha sostenida por una picana.
La casa de descanso en que se aloj¨® Rico durante los 15 d¨ªas previos a su nueva intentona pertenece a un ministro de la corrupta dictadura, por la que los comandos dicen no tener simpat¨ªas. La avioneta en que lleg¨® a Corrientes, a un ex polic¨ªa contrabandista. Civiles armados formaron su custodia personal, y militantes nazis fueron a saludarlo con la diestra extendida, de cara al Sol. El ex jefe de torturadores del Ej¨¦rcito en C¨®rdoba, Ernesto Barreiro, alias Nabo, quien en abril pasado escap¨® de la justicia que quer¨ªa procesarle por tormentos y homicidio y as¨ª desencaden¨® la rebeli¨®n de Pascua, es el principal vocero de los carapintadas, que se reclamaban representantes de un presunto ej¨¦rcito nacional. Y fue un c¨¦lebre ex jefe de la polic¨ªa, condenado a 25 a?os de prisi¨®n, quien describi¨® la existencia de "dos ej¨¦rcitos distintos". Uno, administrativo, para el que la guerra ser¨ªa s¨®lo una abstracci¨®n. Otro, gestado durante "una guerra que se autodefine como sucia y lleva impl¨ªcito un inevitable descenso al barro, a la mugre". Seg¨²n el ex general Camps, "mandar ese ej¨¦rcito implica que el jefe sea capaz, junto a sus subordinados, de emprender ese descenso a los infiernos".
Esta vez no hubo masas en las calles, pero no era necesario porque nadie ha olvidado los cuatro d¨ªas de Semana Santa, en los que un mill¨®n de personas se echaron a las plazas a ritmar: "No se atrevan,/ no se atrevan;/ si se atreven/ les quemamos los cuarteles". Nunca antes de ahora un presidente civil hab¨ªa enfrentado con tanta decisi¨®n una crisis castrense. Cuando el gobernador de Corrientes se ofreci¨® para mediar, el Gobierno respondi¨® que no negociaba con insurrectos, y a la primera duda sobre la firmeza del dispositivo de represi¨®n organizado por el Ej¨¦rcito, recurri¨® tambi¨¦n a la fuerza a¨¦rea y a la Armada, porque ¨¦ste no era un problema interno de los cuarteles, sino un desaf¨ªo al orden constitucional. Igual que en Semana Santa, la oposici¨®n peronista se coloc¨® junto al Gobierno sin dejar dudas sobre su compromiso con las instituciones, y hasta la conservadora Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico, del capit¨¢n del Ej¨¦rcito ?lvaro Alsogaray, y los centenarios peri¨®dicos La Naci¨®n y La Prensa se pronunciaron contra la revoluci¨®n de opereta y en favor del orden establecido. La Confederaci¨®n General del Trabajo estuvo reticente, en una declaraci¨®n en la que lamentaba los penosos enfrentamientos entre argentinos, pero aun as¨ª tuvo un par de l¨ªneas de aprecio por la democracia. Y si un capell¨¢n militar acompa?¨® a Rico bendiciendo sus andanzas, el cardenal Primatesta declar¨® que la ofendida dignidad castrense no pod¨ªa sobreponerse a la dignidad de la naci¨®n.
Movilizar 22 tanques para extraer a un ex teniente coronel de la piscina de una quinta de recreo es una exageraci¨®n, moderada por el mantenimiento chapucero que dej¨® 13 en el camino. Los comandos que durante un par de horas ocuparon a punta de fusil el aeropuerto de Buenos Aires, ni pudieron impedir que siguieran despegando los aviones comerciales, y fueron empujados por mujeres con beb¨¦s en brazos, que dieron vivas a la democracia, les cantaron el himno y les dieron pruebas del amor civil a los militares. El comandante de una brigada de Tucum¨¢n que recuper¨® un regimiento sublevado repuso al jefe en su cargo. Cuando ¨¦ste grit¨® que los ej¨¦rcitos respond¨ªan a un solo mando, un teniente lo apunt¨® con su fusil y ech¨® a los civiles, que no pod¨ªan creer lo que estaban viendo. El jefe de la brigada consigui¨® imponerse y form¨® a sus tropas ante los periodistas y les orden¨® "fliiir-mes. Deeees-canso", las veces que estim¨® necesario para que se viera qu¨¦ caso le hac¨ªan.
El domingo algunos radicales quer¨ªan festejar, pero Alfons¨ªn les disuadi¨® de hacer nada que pudiera agrandar la figura del solter¨®n general Caridi. La historia de este pa¨ªs abunda en militares nacionalistas que dan la primera patada al tablero, pero luego son desplazados por el sector que aqu¨ª recibe el nombre de liberal, que tiene la capacidad de consolidar un proyecto de gobierno articulado con el poder econ¨®mico, de la que sus hermanos-enemigos carecen, y que es el responsable de las peores crueldades, como las ocurridas bajo los liberales Videla y Viola. Los nacionalistas arrojan mucha espuma por la boca, pero los liberales son m¨¢s pragm¨¢ticos y peligrosos. Uriburu-Justo, Lonardi-Aramburu, Ongan¨ªa-Lanusse son las parejas cl¨¢sicas de esta dial¨¦ctica.
Hace seis meses, luego de conferenciar con Alfons¨ªn, el presidente de la C¨¢mara de Diputados dijo que nadie en el Gobierno se opon¨ªa a la reivindicaci¨®n del Ej¨¦rcito que reclamaban los militares, pero que ¨¦l no se imaginaba cu¨¢ndo ni c¨®mo. A partir de all¨ª, Caridi procur¨® llegar al desenlace que lo pusiera frente a frente con Rico, y el Gobierno hizo lo posible por evitar el enfrentamiento armado entre dos bandos militares, que podr¨ªa debilitar el sistema institucional y consolidar un nuevo liderazgo en el Ej¨¦rcito, sin el cual la probabilidad de un golpe de Estado es baja. Caridi vel¨® sus armas para contestar a la espada con la espada. Sab¨ªa tan bien como Rico que quien tuviera el brazo m¨¢s fuerte podr¨ªa encargarse despu¨¦s del torneo de explicarle al Gobierno cu¨¢ndo y c¨®mo. ?se es el cap¨ªtulo de la historia que comenz¨® con la derrota de Rico.
Mientras una multipartidaria formada por peronistas, democristianos, intransigentes y comunistas ped¨ªa la derogaci¨®n de las leyes de punto final y de obediencia debida, Alfons¨ªn se jactaba de que fue gracias a ellas que hubo quien le respondiera cuando oprimi¨® los timbres para sofocar la rebeli¨®n. Al librar de proceso a cerca de 400 militares, esas leyes aislaron a Rico. No fue f¨¢cil, porque Rico no es distinto de quienes marcharon a capturarlo; apenas el loco que recita en voz alta lo que muchos piensan.
Caridi, que llama al Ej¨¦rcito "glorioso partero de la historia", anterior a la patria, y que se propone una aproximaci¨®n m¨¢s lenta para no sobresaltar a la presa, no es el mejor hombre para calmar los nervios agitados por Rico. Los errores de cuatro a?os, y sobre todo a partir de Semana Santa, cuando se negoci¨® la rendici¨®n de los carapintadas, obligaron al Gobierno a quitarse la basurita del ojo con exceso de aparatosidad, cuando ya estaba deform¨¢ndole el rostro. Rico est¨¢ detenido en el penal con Videla y Massera, de quienes se siente tan distinto. Comienza ahora la escalada de presiones de Caridi para que el Gobierno prepare la amnist¨ªa que los devuelva a todos juntos a la circulaci¨®n. A Rico se le corri¨® el maquillaje, pero Caridi har¨ªa mal en menospreciar al presidente Alfons¨ªn y su Gobierno fuerte, que incluso bajo presi¨®n no est¨¢ haciendo otra pol¨ªtica que la que siempre quiso hacer, de castigo s¨®lo simb¨®lico a unas fuerzas armadas con las que coincide en casi todo, siempre que est¨¦n dispuestas a subordinarse al sistema institucional ahora consolidado. S¨®lo se trata de regatear el precio del acuerdo de mutua conveniencia. Lo malo es que estos militares son insaciables, y no se conforman con menos que condecoraciones.
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